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La solución, nosotros mismos
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2015-10-17 - 12:37
Leyendo a la joven articulista Zaira Rosas, recordé algo que yo también he expresado alguna vez: a veces causa hastío y nos invade una sensación de vacío moral e inutilidad, el escribir sobre la inseguridad, la corrupción, la avaricia, el materialismo exacerbado y en general sobre todo lo negativo que aqueja a nuestra sociedad y sus autoridades. En primer lugar porque nos llega a parecer que nada se logra: casi nadie está dispuesto a aceptar sus errores, obviamente mucho menos a cambiar para bien. Así observamos cómo aquellos que despotrican contra los gobiernos y sus funcionarios suelen ser más corruptos que aquellos a quienes critican. En esencia, por ejemplo, comete el mismo acto de corrupción aquel que entrega furtivamente un billete de 50 pesos a un burócrata para que le agilice un trámite, que el capo que da millones de dólares para salir de una cárcel; el que se queda con 100 pesos que no le corresponden que el funcionario corrupto que se lleva millonadas del erario público. La cantidad no hace ninguna diferencia ante Dios y ante las conciencias; es latrocinio, es cohecho. Debíamos cerciorarnos antes, cuando nos arda la boca por criticar negativamente a alguien, que somos mejores como seres humanos que aquellos a quienes criticamos; que a nuestro nivel y alcance hacemos lo que nos corresponde como ciudadanos de bien, así sea en cosas aparentemente insignificantes como (como dice Zaira) tirar la basura en el lugar y hora que se debe; pagar nuestros impuestos y en general cumplir con la ley (cuestiones que además son un mandato evangélico); no consumir alcohol ni otras drogas ni tener otros vicios que nos dañen a nosotros mismos y a los demás. Entonces sí, tendremos autoridad moral para exigir de nuestras autoridades o de quien sea que cumplan con su deber, que hagan lo que les corresponde; y, más importante aún, tendremos autoridad moral ante nuestros hijos y ante los niños y jóvenes con quienes tengamos relación, a la hora en que haya que darles un consejo o aplicarles una medida de corrección incluso. Quien en lo poco es fiel, en lo mucho también lo es; y quien en lo poco es corrupto, cuando está arriba también lo es (Mr. 25: 14-30). He aquí por qué, aunque se nos constriñan las entrañas y nos resistamos a aceptarlo, resulta cierto aquello de que los pueblos tienen el gobierno que se merecen, ni más ni menos.
Está también el hecho de que por el morbo natural de la gente, reditúa más escribir sobre lo negativo; las cosas buenas que suceden, que en ocasiones son más que las malas, simplemente se ignoran. Cuando sube el dólar se publica a ocho columnas; cuando baja se da a conocer en una pequeña nota de la cuarta página de los periódicos, sólo como ejemplo. Como burros de trapiche con visera, no vemos lo bueno y nos enfocamos en lo negativo. Prueba de esto es que la sección más leída en los periódicos es siempre la policiaca. No se le dio la suficiente relevancia, por ejemplo, al hecho de gran importancia para la economía de todos nosotros, de que nuestros legisladores resolvieran que ya no tengamos que pagar larga distancia en llamadas por celular. O el nuevo sistema penal acusatorio, en el que prevalecen en importancia los juicios orales, que entrará en vigor en su totalidad para junio de 2016, que, si bien no garantiza la perfección en los procesos, sí va a extirpar muchos de los vicios que actualmente padece nuestro sistema penal, garantizando en mucho mayor grado la justicia; que el inocente sea absuelto, y el culpable castigado, además de dignificar la labor de los abogados. Están las reformas estructurales energética y educativa, que por más que sean atacadas por líderes corruptos de izquierda, van a traer grandes beneficios para la economía de todos los mexicanos y, más importante aún, mejorar enormemente la educación que reciben nuestros niños y jóvenes. Lo más importante es que demuestra que hay buena voluntad de parte de nuestros gobernantes para cambiar las cosas para bien.
Equilibrio es la palabra clave, y así, realmente me gustaría escribir, por ejemplo también, acerca de la enorme alegría que el sábado pasado dieron a los mexicanos las selecciones olímpica y grande de fútbol, que en sendos partidos consiguieron una, la calificación a los juegos olímpicos de 2016, y la otra, a la Copa Confederaciones a celebrarse en Rusia en 2017. Esto por tratarse del deporte más popular en nuestro país. La gente necesita de alegrías y distracciones sanas así de vez en cuando. El estar pensando y concentrándose únicamente en lo negativo nos daña, incluso físicamente. El pesimismo no sólo demuestra falta de fe, sino que también nos afecta espiritual y materialmente. El hombre de fe, fe en Dios en primer lugar y fe en sí mismo en segundo, sabe destilar lo bueno aún de la situación más adversa que se pudiese presentar. El hombre de fe tiene la confianza de un futuro promisorio individual, para nuestro país y para la humanidad, a pesar de lo oscuro que se vea el panorama por el momento. El hombre de fe siempre tiene en cuenta la Esperanza que queda al final, después de todos los males de la caja de Pandora. El pesimismo, en cambio, suele arrastrar a las tinieblas del consumo de alcohol y otras drogas, o vicios y distracciones no sanas, con lo que se pretende evadir la realidad individual y social, “realidad” que por lo general es más un estado mental creado por mentes existencialmente vacías que situaciones ciertas.
Dice León Tolstoi: “Todos quieren cambiar al mundo, pero nadie está dispuesto a cambiarse a sí mismo”. La solución para nuestro país y para la humanidad debe provenir de nuestro propio corazón; de adentro de nosotros mismos hacia afuera, y no al revés, pretendiendo que el bien venga de esperar que la autoridad y el poder cambien primero. Resulta absurdo andar criticando al gobierno sin ton ni son o andarse preocupando por lo que pasa al otro lado del mundo, cuando nuestra vida personal y familiar es un desastre. Así, la solución está en nosotros “Deo volente”, y no en el presidente, en “los ricos”, en el papa o en quien sea que ostente el poder.
Volviendo a la palabra clave “equilibrio”, habrá que saber alegrarse, disfrutar de sanas distracciones sin caer en la banalidad, sin caer en la total indolencia ante el sufrimiento ajeno. Es por eso que distracciones como el fútbol, las telenovelas o el cine, no tienen nada de malo si aparte nos ocupamos en la lectura y nos interesamos en estar enterados (por lo menos) de lo que pasa a nuestro alrededor. Lo malo es que muy pocos saben colocarse en el llamado punto medio socrático y, o se cae en la banalidad o en el pesimismo paralizante.
Hagamos introspección. Pudiese ser que todavía debamos hacer algunos cambios en nosotros mismos para que nuestra aportación al bien colectivo en general sea plena.
Y hasta el próximo sábado, si Dios lo permite.

raulgm42@hotmail.com

Los contenidos, estructura y redacción de las columnas se publican tal cual no las hacen llegar sus autores.

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