CLAROSCUROS - José Luis Ortega Vidal
2018: manipulación y auto-manipulación política; los mexicanos besamos la mano que nos agarra a palos…
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2017-11-27 - 13:14
El PRI es una organización política que padece un serio problema de salud socIal: está enfermo de longevidad histórica.
El principal síntoma de la enfermedad del Partido Revolución Institucional es que debió haber muerto hace décadas y de manera anti-natural ha sobrevivido.
La muerte del PRI no consistía ni consiste en su desaparición sino en su evolución, es decir en el traspaso de una organización que surgió antidemocrática por necesidad a una que debió convertirse en un una realidad democrática.
Desde el arribo de Miguel Alemán Valdez al poder presidencial en 1946 el PRI -antes PNR, luego PRM- cometió el grave error de no saber entender su destino político que era el destino de la sociedad mexicana: bajar la Revolución del caballo -lo que ocurrió con la llegada del primer presidente civil al poder- y abrir el abanico de la lucha electoral a la diversidad ideológica, a la competencia pluripartidista, al fortalecimiento de las instituciones emanadas de la Constitución de 1917 y de la lucha fratricida que cobró más de un millón de vidas entre 1910 y 1917.
La no apertura del partido en el poder, la creación de una dictadura perfecta (Mario Vargas Llosa dixit) devino cultura tricolor políticamente cerrada, institucional y socialmente corrupta, competitivamente mortal, históricamente anquilosada, filosóficamente anti dialéctica, económicamente injusta, sociológicamente trágica, cruda y realmente un parto imparable de pobres, muertos de hambre, protagonistas -durante los últimos 9 años- de una guerra disfrazada de lucha contra el crimen organizado pero estrictamente una guerra política/oficial no reconocida por sus autores: el Estado, el gobierno, la élite política/económica, la oligarquía que nos controla.
El relevo de siglas en el poder federal ocurrido en el año 2000 ha sido uno de los engaños más grotescos de que tenga memoria la historia de México.
Maximiliano de Habsburgo y los conservadores que lo trajeron a vivir su monárquica fantasía pueden estar ruborizados en sus tumbas: Vicente Fox y Felipe Calderón resultaron peores.
El PRI, en realidad, nunca ha estado fuera del poder desde 1929 y entender su naturaleza no basta con visualizarlo como un partido político sino adentrarse en sus entrañas y en las de la vida política mexicana: el PRI es un partido, sí, pero el priismo es una cultura y forma parte del adn nacional.
Cada mexicano lleva un priista dentro aunque milite en el partido que milite o no milite en ninguno; aunque vote por quien vote o no vote.
La cultura antidemocrática forma parte -por ejemplo- de nuestro lenguaje oral, corporal, académico, intelectual y ya no digamos económico.
Enrique Peña Nieto ha declarado con total desparpajo que el próximo candidato del PRI a la presidencia de la República será impuesto por su dedo y el país no se sacudió.
¿Por qué lo haríamos si estamos condicionados mentalmente a escuchar semejante barbaridad antidemocrática?
Para los priístas es normal que el presidente o gobernador en turno designen a su sucesor.
Y para la llamada oposición dicho tema resulta ajeno.
La población en general no entiende -o rechaza asumir tal entendimiento- que ese aparato político/ideológico llamado PRI y ese poder de Estado llamado presidencia de la República se alimentan de nuestro dinero, de nuestro trabajo, de nuestros votos, de nuestra decisión cotidiana de permitirles continuar o ponerlos en el carril correcto de la historia y obligarlos a respetar la ley que exige democracia.
Los mexicanos somos cómplices de quien nos somete al yugo…
Besamos la mano que nos agarra a palos…
Aplaudimos a quien nos conduce al retroceso social, al analfabetismo, a la creación de más de 50 millones de connacionales pobres…
Extrañamos a los gobernantes priístas cuando se “marchan” por un tiempo -en Veracruz hay gente que lamenta la ausencia de Fidel Herrera en el escenario político y hace oídos sordos cuando desde Estados Unidos acusan al de Nopalapan de complicidad con el cártel de los zetas-…
Los mexicanos creemos que en el 2018 habrá una oportunidad democrática de salir del monumental fracaso del modelo económico neoliberal y que dar un giro al respecto consiste sólo en no votar por el PRI y dar la confianza a grupos de poder que se auto definen de izquierda o de derecha…
En realidad son lo mismo pero no lo entendemos porque estamos condicionados culturalmente al respecto…
¿La clave está en no votar?
No.
Una de las claves, de muchas que se requieren, consiste en pensar.
Razonemos, analicemos, seamos auto críticos, participemos, exijamos vía el voto la distribución justa de la riqueza del país.
Entendamos que un salario mínimo de 88.36 pesos -oh generoso aumento- es inviable desde todos los puntos de vista posibles.
La renegociación del Tratado de Libre Comercio ha llevado a los representantes de Canadá y Estados Unidos a protestar por ese elemento que describe nuestra economía.
En términos de competencia macroeconómica trasnacional dicho salario mínimo afecta a la industria automotriz y manufacturera en general de nuestros vecinos del norte, por ejemplo.
En Estados Unidos un obrero gana 7.25 dólares por hora frente a un obrero mexicano que gana poco más de 4 dólares por día.
En Canadá las cosas son diferentes.
Ahí un obrero gana, mínimo, 10 dólares por hora pero según la región donde labore puede ganar -por disposición de su ley laboral- hasta 13 dólares por hora.
No menos.
Sólo en este aspecto las diferencias entre las condiciones económicas de la clase trabajadora mexicana respecto a la estadounidense y canadiense son brutales; nos remiten a la época del porfiriato pero desde el discurso político oficial escuchamos argumentos que justifican tal situación bajo esquemas de análisis de modelos macroeconómicos y con la amenaza de que un aumento mayor al salario mínimo mexicano implicaría un desastre perjudicial para el país.
Eso es falso, desde luego.
Es cierto, salir de la crisis económica del país no implica solamente el aumento de salarios sino el impulso de micro, pequeñas y medianas empresas; cambiar la mentalidad de todo el país por medio de procesos educativos a corto, mediano y largo plazo; acabar al cien por ciento con el analfabetismo; combatir a fondo la corrupción y la impunidad; convertirnos en una sociedad de leyes que se respeten y se apliquen con rigor; ampliar el espectro de oportunidades tanto labolares como de inversión con créditos baratos y accesibles para todos…
Las manufacturas que son puntal en la generación de empleos mexicanos siempre tendrán en la cercanía geográfica con Estados Unidos y Canadá la ventaja que no tiene China cuyo crecimiento económico sigue y seguirá espantando a Norteamérica.
Entendamos algo y apliquémoslo. No somos el patio trasero de Estados Unidos y Canadá.
Nos necesitan y los necesitamos.
Debemos tener trato de socios no de delincuentes.
Somos seres pensantes como ellos y tenemos recursos humanos y naturales competitivos a nivel mundial.
Quienes migran a Norteamérica reciben un trato vergonzante allá pero antes lo recibieron aquí, en su país, y para cambiar tal situación debemos reconocerla como una responsabilidad histórica de México con los mexicanos.
Decir que un aumento de sueldo a niveles de dignidad y justicia social implicaría fuga de capitales es absurdo.
Por lo contrario invertir en un país que trata a sus ciudadanos como esclavos representa una violación a tratados internacionales de derechos humanos: el alimento, la salud, la educación, el patrimonio son parte de ellos y sociedades sumamente ricas y con una economía equilibrada como la canadiense, no admiten esa circunstancia.
No les conviene.
Por otra parte: ni empresarios canadienses ni norteamericanos pueden justificar ante sus gobiernos y consumidores la fuga de empleos de sus territorios sobre la base de ser cómplices de un sistema político y económico que -como el mexicano- genera pobreza que se traduce en violencia, la cual terminamos exportando a esos mismos países.
Todo se entrelaza: la política-los proceso electorales-los modelos económicos-las ideologías-los grupos de poder a los más altos niveles-los poderes de facto y los institucionales-la participación masiva, colectiva razonada-la construcción democrática- el desdén por nosotros mismos-la esclavitud disfrazada de migración-la hipocresía que esconde la provocación político-social-económica de esa migración detrás del persecución de esos migrantes por la violación de leyes diseñadas para explotarlos y luego encarcelarlos para correrlos.
Y sin embargo los mexicanos -periodistas incluidos- nos rasgamos las vestiduras por conocer los nombres de tapados y destapados, por saber o anticipar listas de competidores en las siguientes elecciones.
Qué nivel tan burdo de lecto-escritura.
Qué pérdida de tiempo.
Ese es un tema secundario y lo abordamos, lo tratamos, nos ocupamos de él como el tema principal.
Todos damos vueltas dentro de la sala sin ver el elefante dentro de la misma...
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