Francisco Cabral Bravo
Pues bien, así como el siglo XX se definió como el siglo con dos ideologías en pugna, donde capitalismo y socialismo dividían naciones, este nuevo siglo se nos presentó como la era de las polarizaciones nacionales.
Desaparecida aquella dicotomía ideológica, la siempre creciente inequidad social comenzó a partir, no al mundo, sino las naciones en mitades irreconciliables. De sur a norte naciones que se partieron en facciones de casi el mismo tamaño. En estas naciones, la posibilidad de dialogar para cerrar brechas o la habilidad de gobernar dada la paridad de las facciones y de los votantes se transformaron en poco menos que imposibles.
Hasta que, tan sorpresivamente como en la Guerra de los Mundos, de H.G. Wells, un virus apareció de la nada y, de un golpe, nos cambió la vida.
Ahora, encerrados, bajo llaves por una cuarentena que no sabemos cuándo y cómo terminará, las sociedades, todas estamos unidas por una misma angustia: ricos y pobre, desarrollados y subdesarrollados, nativos e inmigrantes, anarquistas y conservadores.
También viejos y jóvenes, aunque, en este caso por elección del virus, con desniveles de mortalidad y angustia distintos.
Resulta que ahora, asustados y ávidos por unirnos, salimos todos a cantar desde las ventanas y puertas y, los más, a mostrar su solidaridad.
Digo las sociedades y no los gobiernos porque, al menos en México, el gobierno parece inmune a la unidad inducida por el virus.
Lo cierto es que está quedando claro que no gobernamos al planeta, el planeta manda. Ahora que aprendimos que no somos omnipotentes, amedrentados por los ataques de un nuevo virus, deberíamos entender las dudas que podría tener un ser extraterrestre sobre quién manda en este planeta.
Ojalá usáramos esta impuesta humildad y nuestra larga cuarentena para meditar sobre el trato crecientemente hostil que hombre y naturaleza han tenido hasta ahora, como también en el modo en que el hombre ha conducido sus políticas y sus ciencias.
Seguramente, ya hoy concluiríamos que podríamos haberlo hecho mejor.
Por su incorrección política, dudé en cambiar en esta frase la palabra “hombre” por algo más neutro, pero habría sido injusto en el reparto de culpas con las mujeres: en este caso “hombre” está bien.
Habrá futuras epidemias. Entre los muchos chistes que circulan por las redes sociales está ese que nos recomienda no agarrar el COVID – 19, porque ya está por anunciarse la versión 20.
Aunque ya varios epidemiólogos nos auguran una segunda ola del 19 en menos de un año, pero con la esperanza de que, para entonces, ya tengamos la vacuna o la cura.
Pero el futuro podría ser distinto y hasta podría empezar hoy si es que nos cuestionáramos las conductas que nos condujeron a este encierro.
Por otro lado, el enfoque para los gobiernos estatales y locales, y el sector empresarial, tiene que desarrollar ya, una verdadera estrategia para la reapertura de la economía, el regreso a clases, como rescatar empleos, empresas y mantener gobernabilidad.
Y si, muchos de ustedes dirán: ¡Qué Barbaridad, el mundo cambió en los últimos meses!
Esperemos, mejor dicho, recemos, oremos e invoquemos a las deidades para que salgamos bien librados de esta pandemia del COVID-19.
El Gabinete Económico se ha rehusado a responder preguntas sobre cómo enfrentará México la tragedia que vivirá el país a partir de agosto.
Es casi imposible detener la tragedia que viene. Pero no por lo menos, al transparentar la información y tener una estrategia, permitirán a los gobernadores mitigar el sufrimiento en sus estados.
Según Banxico, la caída del PIB será de cerca del 6%, que significan miles de millones de pesos.
El programa económico presentado en días pasados me recordó aquel viejo chiste: Iba un loco en el Periférico, pero ¡en sentido contrario! Y escucha por la radio un aviso en el que se advierte a los conductores que hay un auto que viene de frente, y el susodicho conductor escucha el aviso y dice para sí mismo: ¡No. No es uno solo. Son un montón!
Mientras en todo el mundo se entiende que lo que se requiere en materia de política pública para incentivar la actividad económica es que el gobierno gaste más, en México se gasta menos.
El programa de 10 puntos, en su parte sustantiva y operable es en realidad un nuevo recorte al gasto público. El resultado de éste será acentuar la ya grave recesión que existe en la economía mexicana.
En contraste con las acciones del gobierno federal, el Banco de México si ha entendido correctamente cuál es la situación que prevalece y redujo nuevamente en medio punto porcentual el costo del dinero y lanzó medidas para inyectar liquidez para poder asegurar que el sistema bancario cuente con recursos para poder dar créditos a los sectores que los demanden.
El problema: la política monetaria, aunque vaya en sentido correcto, por sí sola no podrá cambiar el curso de la recesión.
Se necesitaría que al mismo tiempo que se emprenden estas acciones monetarias y financieras el gobierno también desarrollará una política fiscal adecuada para estos tiempos de vacas flacas.
Como una tijera, se necesitan dos hojas, la fiscal y monetaria, para lograr resultados relevantes.
Sin embargo, todo indica que a pesar de la austeridad, las cifras ya no cuadran. Quizás por eso, la Secretaría de Hacienda anunció ya la colocación de títulos de deuda por el orden de 6 mil millones de dólares, por cierto, ya contemplados en el presupuesto anual.
Pero no van a ser ni remotamente suficientes.
Tanto Citibanamex como BBVA por citar solo dos instituciones, ya han establecido en sus escenarios más pesimistas, caídas de la economía superiores al 10 % en este 2020.
Los 10 puntos de recuperación son graves por su ineficacia. Y ahonda la falta de confianza en el país que dejará de ser destino de inversión privada, nacional y extranjera.
Dos calificadoras degradaron a PEMEX a bonos basura, y los portafolios de inversión serios a nivel mundial no pueden mantenerlos, a remate. Ni se aplazan, ni se suspenden las obras absurdas. Los barriles que nos prestó Trump, habrá que pagarlos una vez se recupere precio, a tipo de cambio mayor.
No creo que AMLO, ni siquiera piense en cómo hundir a México, pero al ideologizar sus acciones, evitar la realidad, ignorar especialistas, dividir al país en amigos y enemigos, declinar un liderazgo de unidad nacional, empecinarse en tener la razón en temas controvertidos, está ante el fracaso de una historia que lo juzgará duramente.
Difícil que reconsidere, si ignora los hechos y sus consecuencias. Cuando trate de rectificar si lo hace o busca culpables o será de todos modos ya muy tarde para recuperar lo perdido, pese a linchamientos.
Crónica de una muerte anunciada.
De hechos violentos: No se paran asesinatos, robos y narco. Aunque el presupuesto para la GN, SEMAR y SEDENA se mantienen sigue subiendo el índice de homicidios dolosos y de feminicidios, mientras reparten despensas en sus territorios.
Y retomando el tema de la economía, en 1938 el presidente Franklin D. Roosevelt estaba en problemas. Se habían subsanado los errores monetarios que llevaron a la Gran Depresión y, sin embargo, el país estaba otra vez en recesión. No había confianza para invertir y seguía habiendo millones de desempleados. Se había ampliado la política social, pero no era fiscalmente sostenible.
Aunque seguía siendo popular, se había desgastado al querer controlar a la Suprema Corte y había perdido su mayoría en el Congreso. Desde 1916, Estados Unidos había sobrepasado económicamente al Imperio Británico, pero su crecimiento era mayormente endógeno y no tenía pretensión de volverse potencia militar. Eso cambió cuando Alemania sojuzgó a Polonia en 1939, y a Francia un año después. Para todos quedó claro que Hitler tenía ambiciones continentales y estas incluían al Reino Unido aliado principal de la Unión Americana. Muchos grupos, Roosevelt mismo, se resistían a involucrarse en un nuevo conflicto bélico pero los acontecimientos se desencadenaron vertiginosamente.
La nación no estaba preparada.
Con tantos sin trabajo, el reclutamiento fue fácil y rápido. Para el día que estalló la guerra ya había casi 2 millones de hombres con uniforme (y más de diez millones cuando acabó).
Esfuerzo titánico. Lo complicado fue hacerse de los pertrechos necesarios.
A diferencia de Rusia o Alemania, nunca hubo un Consejo de Guerra que planeara centralmente la producción. El Presidente puso al frente de comisiones de fomento a empresarios conocedores de cada sector. Ellos conciliaron las demandas estratosféricas del Pentágono y las peticiones desesperadas de los civiles.
Factorías que estaban subutilizadas por la inactividad económica, de pronto funcionaban a todo vapor.
Con dinero público se impulsó el desarrollo tecnológico. Industrias enteras, incluyendo los de bienes de consumo ordinario, pasaron a economías de escala en cuestión de meses. No se dio, por ello escases grave de alimentos.
Oleadas de gente de color dejaron los campos y se volvieron obreros. Dos millones de mujeres se incorporaron a la industria aérea. Se alentó la inmigración de mexicanos. Se alcanzó el pleno empleo sin que se produjera inflación porque se controlaban precios, salarios y tasa de interés.
Los operarios trabajaban horas extra y se sentían camaradas de los que estaban en combate.
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