Jorge Arturo Rodríguez
Aperitivo: El optimismo empieza con una mueca explícita y el pesimismo termina con gafas de sol. Además, los dos son simples poses, escribió Oscar Wilde. Mi preocupación es: ¿cómo me doy cuenta ahora si usamos cubrebocas?
Cuando llueve sobre mojado, muchos ya estamos ahogados y otros tantos han muerto. La sabiduría popular lo dice mejor: Ya ni llorar es bueno; Más vale tarde que nunca; A quien madruga, Dios le ayuda y En el país de los ciegos, el tuerto es rey (¿a alguien le quedó el saco?). Mi madre me decía que no hay como loquear para que no te pongas loco. Lo cual es mi consigna, más ahora en cuarentena –trato que no sea “cuarentaynada”. Me entretengo loqueando, y les comparto alguito para no morirnos de pena, como escribió Ramón Gómez de la Serna: “Tomó tan en serio eso de ‘ahogar las penas’ que se tiró al río”.
Porque dicen que ladrón que roba a ladrón, López Obrador le concede el perdón. O acaso porque el miedo no anda en burro, anda de sexenio en sexenio, es la misma gata, pero revolcada o “enmierdada”. Bueno. eso oigo que dice la gente, la que prefiere callar en las encuestas y mejor ir rumorando verdades –sabiduría del pueblo- y mantenerse con vida, porque hablando se enciende la gente, dijera Efraín Huerta. Además, la boca habla mucho, cuando el corazón está vacío, escribiera Karl Kraus.
Y como nos mantendremos enclaustrados vaya usted a saber cuánto tiempo más por culpa (¿?) del pinche coronavirus, que a decir del virólogo José Antonio López Guerrero va a ser estacional, porque “está tan extendido que se va a quedar. Tiene tal capacidad para dispersarse que ya no va a desaparecer”, recordé el libro La máquina de follar, de Charles Bukowski, del cual les comparto un fragmento del texto “Notas sobre ‘La peste’”, con su característico estilo socarrón:
“Peste, s. (del latín pestis, plaga, peste; de donde pestilente, pestífero; la misma raíz que perdo, destruir [PERDICIÓN].) Una plaga, pestilencia o enfermedad epidémica y mortífera; toda cosa nociva, maligna o destructiva; persona destructiva y maligna.
“La peste es, en cierto modo, un ser muy superior a nosotros: sabe dónde encontrarnos y cómo hacerlo… normalmente en el baño o en plena relación sexual, o dormidos. También te puede agarrar justo ahí, mientras cagas. Si está en la puerta al menos puedes gritarle: «¡Espera un momento, no fastidies, ahora mismo salgo!» pero el sonido de una dolorida voz humana no hace más que alentar a la peste.
“La peste suele llamar y tocarte el timbre. Entra y cuando se va (al fin), te deja enfermo una semana. La peste no solo te mea el alma sino que deja su agua amarillenta en la tapa del inodoro. No sabes que está allí hasta que te sientas y es demasiado tarde.
“A diferencia de ti, la peste tiene tiempo de sobra para fastidiarte y todas sus ideas son contrarias a las tuyas, pero ella nunca lo sabe porque habla constantemente y aun cuando aproveches una oportunidad para discrepar, la peste no oye tu voz. La peste prosigue su diálogo y mientras lo hace te preguntas cómo es que siempre consigue meter su sucio hocico en tu alma. La peste también sabe de tus horas de sueño y te telefoneará una y otra vez cuando duermes y su primera pregunta será como la de ese amigo odioso que te dice: «¿te desperté?» o irá a tu casa y estarán todas las persianas cerradas, pero te llamará y te dirá salvaje, orgiásticamente. Si no le contestas te gritará: «¡sé que estás ahí! ¡he visto el carro afuera!»”.
De que somos, somos.
Los días y los temas
Ovidio decía que todo cambia, nada muere. Ta güeno. Ahora es transformación, esperanza, perdón y etc., pero como se pregunta Pablo Neruda, ¿cómo se mide la espuma que resbala de la cerveza? (Líquido sustancial en estos tiempos). Porque si hablamos de muertes, pos mejor ahí la dejamos y esperemos, a ver cómo nos va en la vida. A ver cómo nos va, México. ¿La esperanza nunca muere?
De cinismo y anexas
Al respecto, con eso de la esperanza –que ya suena a amenaza-, y pa’ ir saliendo de la cuarentena, virus y enfermedades varias, dado que todo mundo habla de ello, a partir de esta entrega les compartiré aforismos, pa’ irle pensando qué haremos después de todo este desmadre, pos nos hace falta una sacudida de cerebro y de corazón, un chanclazo en la cabeza –en honor a mi madre, por su Día no celebrado- y ponernos a escupir pa’ arriba… Ah, no… Pero si somos...
*La espera, solo la espera, es más torturante que la ausencia… (Luis Cardoza y Aragón).
*Entreteneos aquí con la esperanza. (Claudio Magris).
*¿Para qué esperar? –Todo consiste en soñar. (Jaime Sabines).
*…vivir en agonía hasta que la muerte nos revele qué es lo que espera nuestra esperanza, toda esperanza. Qué es lo que espera la esperanza misma. (Luis Cardoza y Aragón).
*¿Hacia dónde corremos, los que estamos tan quietos? (Ida Vitale).
Ahí se ven.
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