Héctor Raúl Rodríguez Díaz
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La desaparición de la Comisión Especial para Determinar la Existencia de Abusos de Autoridad y Violaciones al Estado de Derecho en Veracruz ocurrida la semana pasada, sienta un mal precedente para la vida democrática del país, porque manda un mensaje en sentido contrario a la pretendida Cuarta Transformación de la vida pública de México y a favor de la restauración del viejo régimen autoritario.
Al final, la decisión política de proteger por encima de todo a un gobernador surgido del partido en el poder, haciendo valer en el Senado el manto protector tendido desde las mañaneras, dejó un saldo de varios damnificados.
En primer lugar, pierde el senador Ricardo Monreal Ávila, quien fue obligado a ceder en su postura contra el gobernador Cuitláhuac García Jiménez, y a proponer la desaparición de la Comisión cuya creación él mismo había propuesto tras la detención en Veracruz del secretario técnico de la Junta de Coordinación Política del Senado, José Manuel del Río Virgen, a fin de evitar que llegara al Pleno en febrero próximo, que fuera sometida a votación y que exhibiera la división del Grupo Legislativo de Morena.
Para lograr lo anterior, la línea política de Palacio Nacional llegó al amago de la destitución de Monreal de la Coordinación del Grupo Legislativo y de la Presidencia de la Jucopo, a través de un grupo de 31 de 61 senadores morenistas, quienes firmaron un documento para manifestarse en contra de la Comisión Especial de Veracruz, con el argumento de que agredía a un gobierno de Morena legítimamente constituido, pero sin entrar al análisis de fondo de las razones que llevaron a su formación, es decir, de los abusos y arbitrariedades documentadas por la CNDH, en el ejercio del poder en la entidad jarocha.
Si Monreal no hubiese cedido y propuesto la desaparición de la Comisión Especial, se habría dado una ruptura en el Grupo Legislativo de Morena. Por eso, este sábado, en el arranque de la Asamblea Plenaria del Grupo Legislativo en el Senado, uno de los temas centrales de los discursos de la Presidenta de la Mesa Directiva, Olga Sánchez Cordero, y del secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, fue el de la unidad.
En segundo lugar, pierde el senador Dante Delgado, quien era presidente de la Comisión Especial y líder del partido Movimiento Ciudadano al que pertenece el funcionario del Senado detenido, y quien anunció su renuncia el día anterior a la desaparición de la misma.
Dante era uno de los más entusiastas y férreos críticos del gobernador de Veracruz, y en ese sentido, los morenistas duros afines al Gobernador lo veían como potencial beneficiario de la crisis política y de los eventuales resultados generados con el avance de la Comisión.
En tercer lugar, más allá de individualidades políticas, los grandes perdedores fueron los veracruzanos en general, pero en particular aquellos que creyeron en la Comisión Especial como contrapeso a los abusos de poder perpetrados en Veracruz y que le hicieron llegar sus quejas y denuncias, y cuyos expedientes quedaron en el limbo, pues no se sabe cuál será la instancia del Senado que se hará cargo de darles seguimiento y menos existen garantías de que se resuelvan conforme a derecho.
No obstante, en este round de sombras al interior del grupo gobernante, también pierde la llamada Cuarta Transformación pues al optar por una salida política negociada, más que jurídica, exhibió uno de sus flancos más débiles: nada menos que frente a los reclamos de justicia de la población, ganó la línea dura que ha preferido proteger a uno de los gobernadores más cuestionados surgidos de sus filas, aunque eso signifique llevarse entre los pies al Estado de derecho y dar un gran paso de regreso hacia la restauración del viejo régimen autoritario.
Fue casi como volver a los tiempos de Luis Echeverría y de los gobernadores omnipotentes en los estados, como el cacique Rubén Figueroa Figueroa, en Guerrero, quien por cierto hizo famosa una anécdota relacionada con seis jóvenes estudiantes de la Universidad Autónoma de Guerrero, quienes abordaron al entonces presidente en una comida en aquella entidad, y ante la molestia del Gobernador lograron que Echeverría les dijera que los atendería después del ágape.
Según narra el periodista Rafael Loret de Mola, en su libro Galería del Poder, cuando al término de la comida, Echeverría preguntó: “Bueno, Rubén…”y dónde están los chamacos esos?. Figueroa se encogió de hombros, y respondió: “Ya descansan en el valle de Josafat”. El Presidente solo movió la cabeza creyendo que aquello era una broma, pero nada hizo por indagar el paradero de los jóvenes.
Según Wikipedia, en la tradición hebrea, el sitio aludido por el gobernador es el lugar donde desfilan las almas a la espera del juicio final.
Así la involución a la era de los gobernadores intocables.
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