Maricarmen Delfín Delgado
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La nívea calma se tiñe de melancolía, la ausencia de calor enfría el ambiente que contagia los sentidos sin motivo aparente, el necesario lapso de quietud para reiniciar es inminente. Así nos envuelve el invierno, con su blanco y otras veces grisáceo manto cubre la vida y el espíritu.
Como su etimología griega lo indica, se deriva de “hibernus” (relativo al invierno) que a su vez emana de “hiems” (frío). Actualmente se ha hecho una diferencia entre estas dos palabras que prácticamente tienen el mismo origen y significado: hibernar es el estado de aletargamiento de algunos mamíferos para pasar el invierno; invernar significa simplemente pasar el invierno. Éste aparece en distintas fechas en cada hemisferio, en el norte se desarrolla a partir del 21 de diciembre y concluye el 21 de marzo cuando inicia la primavera, en el hemisferio sur comienza el 21 de junio y se extiende hasta el 21 de septiembre.
El frío es la característica predominante en esta estación, tardes lluviosas, neblina y viento helado forman parte del paisaje invernal, la nieve cubre algunas áreas convirtiéndose en hielo dependiendo de cada región. Datos curiosos e interesantes envuelven la cuarta estación: cuando en nuestro hemisferio está presente el invierno la Tierra está más cerca del Sol, y cuando está más alejada sentimos el verano. La población rusa llamada Oynyacom se considera el lugar más frío del mundo durante en esta época, incluso con temperaturas más bajas que en la Antártida; a ciertas especies animales les afecta el invierno por eso emigran a lugares con clima cálido o hibernan.
También a los humanos nos “afecta”, estudios médicos han demostrado bajan los niveles de vitamina D en el organismo, es más frecuente que suframos dolores de cabeza, y se siente menor apetencia sexual, sin embargo, aumentan la creatividad y la susceptibilidad.
Cabe mencionar que hay una teoría llamada “invierno nuclear”, es un fenómeno que se produciría si el planeta fuera bombardeado con misiles nucleares, sostiene que las bombas atómicas generarían una gigantesca nube de polvo que permanecería en el ambiente durante meses o años, impidiendo el paso de la luz solar y contaminando el aire a tal grado que sería irrespirable.
Bien sabido es que con las temperaturas invernales estamos propensos a enfermar físicamente, pero también a sentirnos enfermos anímicamente, el “invierno emocional” es considerado un estado anímico donde influyen factores como las pocas horas de luz y el frío, sintiendo más la soledad, los rompimientos, las muertes y el dolor. En estas circunstancias se recomienda enfocarnos en nosotros mismos, meditar, mirar hacia nuestro interior, cultivar el sosiego y el silencio para conectarnos, poder identificar lo que nos molesta y desecharlo.
A pesar de todo, esta estación es benéfica para todos, el frío invernal beneficia a la naturaleza, elimina algunos insectos y factores patógenos que dañan los cultivos, ciertas semillas necesitan hibernar bajo la nieve para reproducirse en primavera, con las bajas temperaturas nuestro cuerpo se ve forzado a activar las defensas, a reforzar los mecanismos que regulan el calor corporal.
El frío despierta el calor interior, el invierno es época de renovar y construir, nuestra casa se convierte en un templo para la reflexión, nos permite planificar, crear, compartir en la intimidad del hogar con familiares y amigos, la comunicación se establece acompañada por una bebida caliente, el calor humano brota cobijando el espíritu.
El invierno en la literatura suele representar una época de aislamiento, tristeza, silencio o muerte; Northrop Frye, especialista canadiense en literatura, estudia las narraciones desde un punto de vista antropológico y mitológico, vincula los ciclos poéticos con la naturaleza humana, para él el ser humano está marcado por el tiempo y por las cuatro estaciones del año, esta división le permite clasificar las formas literarias: la comedia corresponde a la primavera, el romance al verano, la tragedia al otoño y finalmente la ironía y la sátira al invierno.
Estos símbolos cíclicos se replican en los cuatro periodos del día (mañana, mediodía, tarde y noche), y en los de la vida (niñez, juventud, madurez y vejez). Ciertos, mitos, historias, argumentos, narraciones y poemas, en general variadas expresiones artística, pictóricas y literarias parangonan la vejez con la nieve y el invierno.
Poemas invernales podemos disfrutar como: Recuerdo Infantil de Antonio Machado, Plaza de Invierno de Alfonsina Storni, De invierno de Rubén Darío, Jardín de Invierno de Pablo Neruda.
Jaculatoria de Invierno, Amado Nervo.
¡Qué milagrosa es la Naturaleza! /Pues, ¿no da luz la nieve? Inmaculada/ y misteriosa, trémula y callada, /paréceme que mudamente reza/al caer… ¡Oh nevada!: /tu ingrávida y glacial eucaristía /hoy del pecado de vivir me absuelva/ y haga que, como tú, mi alma se vuelva /fúlgida, blanca, silenciosa y fría.
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