José Luis Ortega Vidal
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(1)
Impulsar la Revocación de Mandato para la presidencia de la República y las gubernaturas, fue una promesa de Andrés Manuel López Obrador durante su campaña del 2018.
Durante el año 2019 el tema llegó a la Suprema Corte de Justicia y se convirtió en un derecho del pueblo de México incluido en nuestro marco Constitucional.
Es decir, la Revocación de Mandato fue creada luego de la elección del 2018, cuando AMLO se convirtió en jefe del Ejecutivo.
Dicho de otro modo, al existir y prevalecer el principio de no retroactividad de la ley la Revocación de Mandato no es aplicable a Andrés Manuel López Obrador.
Luego del nacimiento de esta norma y derecho democrático directo en el 2019, su aplicación será posible a partir de los comicios del 2024.
Por lo anterior, la consulta de Revocación de Mandato del próximo domingo diez de abril incluye dos posibles respuestas de naturaleza ambigua y -desde la perspectiva del discurso político- tramposa.
Quienes voten por el “Sí que Andrés Manuel López Obrador se vaya” obtendrían -en el caso de ser mayoría- un rotundo No por parte de nuestro marco jurídico…
Quienes voten por el “No, que Andrés Manuel López Obrador no se vaya” obtendrían -en el caso de ser mayoría- un rotundo No por parte de nuestro marco jurídico…
Y en ambos casos, si la votación no rebasa el 40 % de la lista nominal del país que ronda los 36 millones de votantes, el Sí o el No -gane cualquiera- recibirán un rotundo No por la insuficiencia de sufragios para que dicho proceso electoral resulte vinculante.
Conclusión, luego del cierre y conteo de votos del próximo domingo tendremos un resultado conocido y construido de antemano: “No, Andrés Manuel López Obrador no se va.”
(2)
Desde su origen, la promesa de AMLO en torno a impulsar en México la figura constitucional de la Revocación de Mandato fue de naturaleza ambigua.
Se trata de un derecho de avanzada, con cuya creación en el 2019 la democracia mexicana construye un mejor futuro al colocar -tras más de un siglo de democracia indirecta- un punto de vigilancia ciudadana sobre la más poderosa figura de poder de nuestro sistema político: la Presidencial.
Bien por esa promesa y muy bien por ese cumplimiento al cual le faltan muchos detalles como la reglamentación respectiva y la madurez histórica obligada.
(3)
Empero, hay una evidente inmadurez política, institucional e histórica de cara al ejercicio a realizarse el próximo domingo diez de abril.
Al haber votado por AMLO para un período de seis años y sabedores de que la Revocación de Mandato no es aplicable a su caso por determinación constitucional, podemos aceptar la argumentación de un acto de buena fe del presidente al promover un ejercicio de democracia directa que más allá de resultar vinculante o no, dejará un precedente en la memoria colectiva y por tanto constituye un ejercicio de pedagogía política en una nación neófita en esos terrenos.
De golpe y porrazo el mexicano común -muchos más de 100 millones cubrimos esa condición- jamás se habrá imaginado la existencia de “esa cosa llamada Revocación de Mandato” y mucho menos pensar en la posibilidad de “correr” a un presidente de la República y a un gobernador a la mitad de su gobierno por no hacer las cosas bien.
Este ejercicio de didáctica política -sin duda- trasciende en la historia.
(4)
Pero…¿Así nomás?
Desde luego que no.
Frente a la falta de educación política de los mexicanos y la bondad -a largo plazo- de modificar la Constitución para avanzar en la construcción de una democracia directa, hay elementos muy claros de conveniencia política a favor de los impulsores de su praxis.
AMLO y los suyos promueven la consulta de Revocación de Mandato a sabiendas de que no se irán sea cual sea el resultado.
Frente a la idea del acto de buena fe política del presidente -en lo personal no creo en ella-
las firmas presentadas al INE por la organización “Que siga la democracia A.C.” conformada por militantes, líderes y funcionarios morenistas, cubrió el requisito legal de una solicitud de Revocación por parte de ciudadanos al margen de partidos políticos y del propio gobierno.
Así, la consulta del diez de abril quedó reforzada en su andamiaje jurídico pero se pasaron tanto en la “recolección” de firmas que firmaron hasta muertos, como en aquellos tiempos del PRI al que tanto se critica desde la palestra oficial…
La consulta del domingo representa acciones específicas desde el ego inmenso de AMLO: aporta a la imagen que desea dejar para la historia; la de un demócrata visionario, cumplidor de sus promesas, constructor de estructuras políticas sin precedente desde el México postrevolucionario a la fecha, pasando por las últimas tres décadas cuando el nacimiento del IFE -hoy INE- marcó el preámbulo en el entierro del príato.
Sólo el ego presidencial está por encima de la agenda de operatividad política del país.
Hay riesgos en torno a la consulta: es evidente el desinterés ciudadano respecto a este ejercicio porque no hay una educación al respecto…
También porque sólo existe una respuesta ya prevista y armada desde el poder frente a dos preguntas y un requisito de vinculación a la aplicabilidad de la ley…
Añadamos que el INE -muy a su pesar- organiza este evento pero lo hace con recursos financieros insuficientes -entre otras cosas- para colocar las casillas necesarias, lo que afectará notablemente su realización…
Todo lo anterior puede traducirse en una votación de escasa a muy escasa y el resultado golpearía la imagen de AMLO, de su partido MORENA, al tiempo de generar sonrisas y algo -así sea un poquito- de entusiasmo en sus opositores siempre tan ineficientes en la construcción de una agenda y un discurso político propios.
(5)
Cito a Enrique Quintana, director del periódico El Financiero, en su columna Coordenadas del pasado cinco de abril:
“La consulta del año pasado, conocida como la del ‘juicio a los expresidentes’, tuvo una participación ciudadana de 7.1 por ciento del padrón.
En la encuesta realizada por El Financiero, de acuerdo con las respuestas de los electores, podría haber una participación superior.
Aunque, con base en las intenciones declaradas de quienes fueron encuestados, se establece un piso de participación de 16 por ciento, me parece que si se elimina un porcentaje de personas que responden que sí irán a las urnas porque es socialmente aceptable afirmarlo, creo que el piso podría estar más bien en niveles del 10 por ciento y quizás el escenario alto en 15 por ciento.
Con una lista nominal de 94 millones de personas, podríamos pensar que para Morena solo podrá considerarse exitosa una participación de alrededor de 10 millones de personas y una superior a los 15 millones sería muy exitosa.
Una cifra por debajo de 10 millones implicaría desencanto y seguramente mayores cuestionamientos al INE por parte del presidente y del gobierno federal.
Una cifra que estuviera aún más abajo y, por ejemplo, se acercara a los niveles de participación del año pasado, de 7 millones o poco más, sería un gran triunfo para quienes han propuesto no participar en esta consulta, es decir, la mayoría de los opositores.” (1)
(6)
La intención noble de conducir a México por el avance de la democracia directa quedará allí con el 2019 como el año clave cuando la promesa de un presidente de izquierda -AMLO- se convirtió en acción real desde la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Hasta allí, todo excelente.
(7)
Empero, empeñarse en operar la Revocación de Mandato bajo una evidente precipitación y con el poder presidencial en ristre -y a todo lo que da- representa una situación álgida en un momento particularmente polarizado y tenso de la agenda política nacional.
(8)
La agenda política de México está muy cargada y sometida a demasiada presión.
Ambos elementos surgen desde el presidente López Obrador y su particular estilo de gobernar.
No ganará todas y corre el riesgo de perder la mayoría de las luchas que asume como propias sin tomar en cuenta -como en el caso de la consulta por la Revocación de Mandato- el verdadero sentir y pensamiento popular más allá de sus apreciaciones personales expuestas un día sí y otro también en las restrictivas y llenas de aristas conferencias mañaneras.
Sin ponderar -tampoco- la importancia del diálogo más allá de la imposición en temas políticos clave para el espectro macroeconómico siempre tan sensible, conformado por intereses internos pero también por multimillonarios intereses externos con los cuales hay compromisos firmados como el TMEC.
CONTINUARÁ.
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