Francisco Cabral Bravo
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Decía en entregas anteriores que uno de los aspectos más fuertes que ha sostenido al presente gobierno es el manejo de la información, y una de las constantes es la facilidad con la que se articula el absurdo. Ya no hay lugar a la sorpresa cuando a lo largo de este sexenio se ha manejado una estrategia de comunicación que sería muy cómica. Nadie habla, difícilmente se atreven a romper con el guion que se dicta Desde esa tarima colocada en el Palacio Nacional y que se ha convertido en la única fuente en donde se habla acerca de los "logros" y virtudes de la actual administración.
Discutir si la famosa "conferencia mañanera" es un verdadero ejercicio de información ya resulta una perogrullada. Su único objetivo es imponer una visión del mundo en el que no se ponga en tela de juicio su administración. Resulta claro que la realidad se ha encargado de contraponer sus rostros a lo que sólo son palabras y una tendenciosa interpretación de las estadísticas. El día de hoy poco se atreverían a escatimarle méritos a este mecanismo de propaganda más que de información. Pero, por si esto fuera poco, ha llegado el momento en el que la maquinaria de esta forma de comunicación y cada uno de sus engranajes se aceiten, afinen sus movimientos y consolida en la eterna campaña que desde sus inicios ha mantenido esta administración. Sin embargo, serán los hilos más frágiles los que se romperán con simple facilidad.
En medio de esta jugada de "tres bandas" se encuentra una sociedad que, históricamente, no tiene un buen vínculo con la información. Lo cual ha sido bien explotado por cada generación de políticos desde hace varias décadas. Así, la llegada de esos nuevos "coordinadores" y todo su aparato de comunicación, en el que se incluye a sus principales juglares mediáticos, levantarán esas nubes de polvo que terminarán por sumarse a ese esfuerzo gubernamental por dejar de observar y analizar la realidad de nuestro país, que está más allá de una cómoda y previsible interpretación de sus números.
En otro orden de ideas cuando el papa Juan Pablo II en su primer visita a México, ofició misa en Catedral, resurgió el grito de ¡Viva Cristo Rey! Hoy esos tiempos parecen haber quedado atrás, a decir del historiador francés naturalizado mexicano Jean Meyer. Es un buen momento para que analice su libro ya clásico, La Cristiada, a medio siglo de aparecido. Eso hace, al tiempo que evoca cómo lo fue documentando y enamorándose del país.
Y rememora la gran lección laica del presidente Lázaro Cárdenas del Río que puso fin al cruento episodio. ¿Los mexicanos ya nos reconciliamos con ese pasado? "Muchos sí", responde.
En un ambiente "de calma en el campo religioso", sin conflictos entre el Estado las organizaciones de culto, el historiador Jean Meyer celebra el 50 aniversario de la primera aparición, en 1973, de su larga y detallada investigación La Cristiada, que recoge uno de los episodios más cruentos en la historia de México.
La guerra fraticida (1926-1929) entre campesinos y clases populares contra el gobierno recién emanado de la Revolución Mexicana, con la religión católica como motor principal al grito de "¡Viva Cristo Rey!"
Los conflictos, de alcance internacional, comienzan en el gobierno de Calles, y así lo relata Meyer en las primeras páginas del libro, publicado por Siglo XXI Editores: "En 1925 el presidente Plutarco Elías Calles, gran estadista, fundador de las instituciones económicas y del sistema político del México moderno, se deja llevar al pantano (la expresión es de Álvaro Obregón, cuando lo pone en guardia por escrito) de la guerra religiosa por su sindicalistas, que pretenden crear una Iglesia católica, apostólica, mexicana, una Iglesia cismática, quizá sobre el modelo soviético de la contemporánea "Iglesia viva". El intento fracasa, pero moviliza a los católicos cuyos elementos más radicales se agrupan en una Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa. El gobierno, a su vez, sube las apuestas y reglamenta los artículos constitucionales, denunciados por la Iglesia: la famosa "Ley Calles" (en vigor desde agosto de 1926), que entre otras cosas obliga a los sacerdotes a registrarse ante Gobernación y sus equivalentes estatales.
"Roma, teniendo a la vista el ejemplo soviético, teme que el gobierno otorgue el registro de preferencia a los cismáticos y que las autoridades fijen el número de sacerdotes en cada estado de la República. En respuesta, la curia prohíbe a los obispos mexicanos acatar aquella reglamentación, los obispos (divididos, por cierto, suspenden el culto público el 31 de julio de 1926). El gobierno responde prohibiendo el culto y la administración de los sacramentos en casas particulares y cierra por un tiempo las iglesias para levantar los inventarios correspondientes".
A cien años de los sucesos Jean Meyer considera que la reedicción conmemorativa llega en un momento de calma, sin conflictos entre las religiones y el Estado, además, ya no prevalece entre ellas la católica sino que hay muchas familias de protestantes, comunidades evangélicas, testigos de Jehová, mormones, La Luz del Mundo, la comunidad judía, la pequeña comunidad musulmana, en Torreón inclusive hay una mezquita, y en los Altos de Chiapas han surgido comunidades indígenas convertidas al Islam.
"Como la Ilíada (de Homero), es la historia de una tragedia, como la caída de Troya, la tragedia de los cristeros abandonados después, olvidados y perseguidos, es una palabra a la vez popular y culterana: Muy bien, dijo Orfila, La Cristiada".
A decir del historiador, las buenas relaciones entre Estado- Iglesia que se han dado años después, en los sexenios de Carlos Salinas de Gortari, Vicente Fox, e incluso del propio López Obrador, no significan un atentado a la laicidad del Estado mexicano.
"La lección de Lázaro Cárdenas, su lectura y por eso llega a la paz, deja una herencia: Que el Estado no se meta en asuntos religiosos y que la Iglesia no se meta en asuntos políticos, y santa paz".
En su opinión, si la Compañía de Jesús reclama justicia por sus sacerdotes asesinados, no es meterse en política, como tampoco lo es que la Conferencia Episcopal publique una carta pidiendo caridad y buen trato para los migrantes, por mucho que pueda molestarse el gobierno.
Sobre el padre Solalinde opina que ocupar un cargo público: "Sería muy malo para todo el mundo, empezando por él. Hace años yo lo apreciaba, pero obviamente la fama le ha hecho mucho daño. Perdió la brújula, perdió los estribos".
Aunque el CIDE ha tenido problemas con la directora del Conacyt, María Elena Álvarez Buylla, Jean Meyer narra que en un conflicto académico por la ocupación de una plaza, en el cual la funcionaria apoyó "acertadamente" a quienes protestaban por "una contratación amañada", a Solalinde "se le ocurrió" ir a hablar con ella y lo reprendió, "es la primera y última vez que lo recibo". Usted no tiene que meterse en asuntos del Colegio. Y yo estuve de acuerdo. Entonces yo le perdí el respeto al padre en esa ocasión.
Así que, efectivamente, creo que puede ser un problema.
Los tres volúmenes de La Cristiada abordan el episodio histórico desde diversos temas, tan vastos que solo se mencionan aquí unos cuantos: el papel del general Enrique Gorostieta, la cuestión teológica, los sacerdotes combatientes, la muerte de Obregón, los acuerdos con el gobierno, las divisiones episcopales, la Revolución Mexicana, aspectos de la represión, educación y cultura, sociología religiosa.
Y Jean Meyer expresa su gusto porque se reedite a 50 años, en el marco "del renacimiento de la editorial siglo XXI, porque participamos de la aventura que inició Arnaldo Orfila estábamos desesperados convencidos de que iba a desaparecer", cuando Hugo Sigman, un empresario argentino expresó su intención de comprarla y se pensó que la desaparecería, "pero felizmente tiene preocupaciones culturales, no sólo le apuesta a publicar La Cristiada, sino su último trabajo, La historia religiosa de Rusia, y sus imperios, que van a ser más difícil de vender, porque La Cristiada ha tenido más de veinte reimpresiones. Jean Meyer pone de relieve que el movimiento cristero no fue ideológico, sino popular, y entre sus militantes hubo lo mismo zapatistas que villistas. Lo consideraría más "un movimiento anarquista- cristiano".
Y para finalizar lo hemos dicho en este espacio hasta el cansancio, el PRI con el desprestigiado Alejandro Moreno traslada sus negativas a sus aliados políticos.
Es más lo que perderán los blanquiazules con su connivencia con los tricolores y lo que queda del PRD, que los activos que podrían tener.
Por una especie de ósmosis, la podredumbre que prevalece en el PRI de Alito, se trasmina a Acción Nacional y esta es una razón suficiente para ponderar con seriedad la conveniencia de mantener la alianza con este partido. El PAN está ante una disyuntiva crucial: romper con el PRI y el PRD y consolidar una alianza con el Frente Cívico Nacional para ir con un candidato único rumbo a recobrar la Presidencia de la República, o firmar su debacle al mantener amasiato con estos dos partidos.
Estoy seguro fundadores como Manuel Gómez Morín, Efraín González Luna, Aquiles Elorduy, Luis Calderón Vega y Juan José Páramo Castro, entre otros, se están revolcando en sus tumbas, ante el rumbo que tomó está franquicia política a partir de la alianza con sus enemigos naturales por antonomasia, el PRI y el PRD, aunque buena parte de la militancia de estos dos partidos políticos migró para dar nacimiento a Morena.
Es verdad, Morena es un híbrido de priístas y perredistas que encontraron camino gracias a que su líder AMLO militó en ambos institutos políticos y a partir de allí dejaron de existir pragmáticamente el PRI y el PRD.
Tricolores y amarillos necesitan más a los azules que estos a aquellos. Esto todavía no lo entiende Marko Cortés y con esta percepción se dirige rumbo al matadero del 2024.
En los comicios del próximo año, no solo estará en disputa la Presidencia, sino también nueve gubernaturas y la renovación del Congreso federal y, como ya lo dijimos antes, a Acción Nacional solo le conviene mantener la alianza en la lucha de escaños y curules en ambas Cámaras legislativas y en algunas entidades en donde habrá elecciones para gobernador.
El aspecto político nacional cambia rápidamente y más ahora con la irrupción de Morena que, en un lapso vertiginosamente rápido, a partir de su fundación el 2 de octubre de 2011, es el partido político más fuerte de México y con ello desplazó al PAN a un lejano segundo lugar y buena parte de este nuevo equilibrio político se debe precisamente a los yerros que ha tomado Acción Nacional desde que perdió la Presidencia de la República en 2012.
A partir de esa derrota, los panistas perdieron el rumbo y seguirán perfilados hacia la debacle, tendrán que quitarse los "piojos y garrapatas" que traen cargando y que les han quitado fuerza y lucidez. Vamos hacia un régimen bipartidista, Morena-PAN.
Acción Nacional está a tiempo de dar un golpe de timón para recobrar su independencia y rumbo hacia postulados fundacionales que le dieron vida y sustento.
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