Carles Castellanos i Llorenç / Barcelona
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Si existe un concepto que tiene hoy entretenido cada vez más al estamento político catalán es ese lugar común que es la llamada 'extrema derecha'. Este nombre, adjetivado de manera extremada, hace perder los estribos a los políticos ansiosos que pierden el sueño detrás de este peligro que se presenta como la amenaza de medio mundo. El fantasma del fascismo campa por nuestros pueblos, angustia nuestras ciudades y enerva a nuestros 'ciudadanos honrados'. No se habla de otra cosa; de modo que el espacio mediático cada vez se asemeja más a la mentalidad expresada por Pedro Sánchez y su partido españolista y engañoso: la extrema derecha es la imagen del peligro, la gran y absoluta amenaza...
¿Es que no hay espíritu crítico entre nosotros? Parece que no. Por eso hay que saber qué ocurre realmente; y el hecho es que el surgimiento y fortalecimiento de la extrema derecha no tiene nada de casual; y no se puede reducir, en modo alguno, a una especie de fatalidad. La extrema derecha es alimentada por el Poder Esto ya debería saberse porque este fenómeno, con su diversidad, ya tuvo lugar en el siglo XX cuando la revolución social movía masas importantes de población en todo el mundo y dio lugar a un buen puñado de nuevas repúblicas independientes, unos movimientos liberadores que se quisieron interrumpir por medio del fascismo (y su versión española que fue el franquismo). Si vamos a casos concretos y actuales es bien sabido que fue la Banca el ámbito donde nació y creció el 'fenómeno' Ciudadanos (2005) siguiendo el llamado de los banqueros sobre la necesidad de crear unos 'Indignados' de derecha, que sirvieran para detener cualquier cambio profundo y que acosaran al independentismo. Es la sociedad concreta la que genera las expresiones políticas; pero la sociedad no funciona en abstracto, sino que las iniciativas surgen de sus estamentos sociales. Y las propuestas claramente conservadoras las alimenta la banca y la alta burguesía, por ejemplo, como sabemos y se ha comprobado sobradamente.
La retórica ‘democratista’ construida sobre la ideología de la simple práctica electoral e institucional quiere hacer creer que es el pueblo, en abstracto, el que construye la diversidad parlamentaria. Pero en cuanto al proceso de construcción de las fuerzas políticas teniendo en cuenta el apoyo que encuentran las diferentes opciones, éste no es el caso. Y sobre la llamada extrema derecha todo el mundo puede conocer ya quienes son sus padrinos. La degeneración de la izquierda como causa complementaria Sabemos que las posiciones y organizaciones de la extrema derecha surgen y crecen en momentos de crisis social e ideológica – como lo es la actualidad. Y en Europa está pasando lo que había pasado en los países de tradición musulmana a lo largo del siglo XX: que, surgiendo de sociedades gobernadas por Estados republicanos laicos en el período de entreguerras, la reacción internacional y sus clases conservadoras fueron decantando a los gobiernos a posiciones de carácter confesional islámico e islamista, con todas las consecuencias que ha traído esta involución. En nuestro continente, el desmantelamiento paulatino del llamado Estado del Bienestar, a lo largo de las últimas décadas del siglo XX, no encontró respuesta en los grandes partidos de izquierda (socialdemócratas y eurocomunistas) que habían ido reduciendo su acción a la práctica parlamentaria e institucional. Grandes masas de población explotada se vieron abandonadas por quienes decían ser los suyos, y la ideología dominante les fue decantando hacia posiciones protestatarias de cariz populista, sin perspectiva; una evolución que se ha ido reflejando en la incidencia de las posiciones derechistas.
Los tentáculos del Estado en la decadencia capitalista El Estado, como tal, es el elemento que ha jugado y juega un papel central en la creación y desarrollo de la extrema derecha: sus cuadros de ideología militarista-españolista, en el Estado español, son reclutados entre las fuerzas militares y represivas, y su entorno. Y el estímulo y la financiación lo encuentran en las oligarquías que controlan el poder del Estado transfranquista. Es, pues, el propio Estado quien permite y fomenta la extrema derecha. Y es el propio Estado quien frena la expresión de la voluntad popular y va convirtiendo la práctica política y social (más allá, incluso, de la confrontación independentista) en un entramado de obligaciones y decisiones de funcionamiento vertical y de cariz despótico. El acceso a los responsables de cualquier acción política o administrativa fallida se convierte en un ejercicio laberíntico basado en una verticalidad unidireccional; la protesta personal deviene así prácticamente impracticable por los caminos establecidos. Como en la historia reciente que hemos comentado, la responsabilidad del estamento político (de derecha y de izquierda) es principal en la degeneración ideológica y política que es espectacular, por lo que hoy en día es posible decir que podemos estar gobernados por políticos autollamados de izquierda pero que funcionan como verdaderos conservadores. El españolismo colecciona verdaderos monstruos de una izquierda (como el PSOE y sucursales) que pueden proclamar que defienden la libertad, la igualdad y la fraternidad mientras son incapaces de aprobar en las Cortes españolas la investigación de unos atentados mortales abyectos contra la población, como los de agosto de 2017 en Barcelona y Cambrils. Hoy en día, en nuestro país, hay partidos (como el PSOE) y medios de difusión (el diario Ara o TV3, etc.) que se llaman democráticos y presumen de ser progresistas o catalanes pero que en los hechos defienden los intereses de un Estado que es monárquico y españolista con fuertes rasgos despóticos; y por eso estos partidos y medios actúan bajo criterios conservadores e institucionalmente monárquicos: una contradicción flagrante que los sitúa en su función fundamental.
La crisis de todo orden de los Estados actuales en los países capitalistas (llamados occidentales), donde la desigualdad social a causa de la precarización del Estado del bienestar; unos conflictos de carácter terminal por la apropiación de la energía y los recursos (que cada día tienen más la forma de guerras abiertas en todo el mundo); la inoperancia frente al desastre climático; la indiferencia frente al genocidio o la destrucción acelerada de lenguas y culturas en todo el planeta, etc. crean una situación que ya se ha hecho insostenible... un panorama que, en la mentalidad de las oligarquías que dirigen los Estados, sólo se puede controlar por medio de una intensa restricción de la democracia y con la represión y el abuso como acción permanente. Y para esta actuación restrictiva necesitan la activación de la extrema derecha y toda la ristra de abusos que no permiten la expresión libre de la democracia ni de la protesta. La extrema derecha es, pues, una herramienta del españolismo estatal, el instrumento que permite al poder constituido extender la represión y el abuso hasta más allá de la legalidad establecida por ese mismo poder. En este contexto tenebroso e inestable, nuestro único ámbito político respirable, sabemos que sólo puede garantizarlo la República Catalana, Democrática, Laica e Igualitaria. Y es en esa dirección que debemos avanzar.
* Carles Castellanos i Llorenç, histórico militante independentista, miembro de la ANC, militante de Poble Lliure, y profesor de la UAB
BarcelonaCarles.Castellanos@uab.cat
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