Francisco Cabral Bravo
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Numerosas investigaciones evidencian cómo las mujeres viven en el mundo creado por los hombres y para los hombres. En la política pasa lo mismo: las mujeres que llegan a los cargos llegan a las instituciones que fueron diseñadas por los hombres y para los hombres. Las instituciones políticas están generalizadas: aparentemente neutrales, se construyen sobre valores y sesgos ocultos que privilegian los intereses y la actuación de los varones por sobre las mujeres.
Las mujeres que han logrado romper el techo de cristal para convertirse en presidentas o gobernadoras enfrentan un conjunto único de desafíos derivados de las estructuras institucionales de los gobiernos. Deben trabajar el doble para firmar su autoridad. Veracruz ya eligió a su primera gobernadora Norma Rocío Nalhe García quien asumirá el cargo el 1 de diciembre de 2024 y, además de los retos derivados de los problemas que enfrenta Veracruz, la necesidad de construir un liderazgo propio y avanzar hacia el control e institucionalización de su partido.
La gobernadora deberá definir su estilo de liderazgo propio y se esperará de ella que demuestre “fortaleza” Y capacidad de mando al mismo tiempo cualidades “femeninas”, como la compasión y la accesibilidad, un acto de equilibrio complejo. Navegar estas expectativas contradictorias representará un reto significativo.
En otro contexto hay libros que son una invitación a desafiar el tiempo. Al menos bajo la nación de una época en la que, al parecer, la vida y lo cotidiano transcurren con la inmediatez que nos hemos puesto. En electo, muchas son las páginas que nos plantean que una de las características más notorias de nuestras sociedades en la vorágine de lo inmediato que nos ha llevado a experimentar una cierta superficialidad, no solo en el conocimiento científico y humanístico, sino en la manera en la que nos concebimos como seres humanos y en las expresiones culturales que nos han definido a lo largo de los años, en electo con las que hemos sostenido la idea de la civilización y, su contraparte, la barbarie.
No resulta sencillo definir con precisión, como lo han expresado autoras y autores en numerosos libros ambos términos, pues se coloca en la mesa del análisis a nuestra propia sociedad, con sus alcances y sus derrotas en la moral y lo ético, con el paradójico convivio de la belleza en sus expresiones artísticas, por ejemplo, y el horror de que implica la violencia en sus días distintas manifestaciones. Con la relativización de la justicia y el bien común, puestos al servicio y capricho de las cortesillas políticas en turno. En consecuencia, es muy fácil perderse entre la maraña de la subjetividad, los prejuicios y la soberbia que la ignorancia levanta como bandera que ondea con la fuerza de los vientos generados por los torbellinos de la irracionalidad. Quizás por ello, en muchas ocasiones, necesitamos un aguja imantada, esa que tal vez se halló entre el pajar del fanatismo, que nos ayuda a orientar la desazón que nos produce leer el periódico, redes sociales, escuchar o ver las imágenes de las noticias que terminan por angustiarnos.
Así, continuando con ese paréntesis de lectura al que nos invita el verano, c al menos que sirva de pretexto para sumar alguna sugerencias de libros que puedan acompañarte en cualquier momento, entre los que aquellos de la novedad se impone, gracias a su portada y porte el título provocativo, ¿Tiene futuro la verdad? de George Steiner y publicado por la interesante editorial Almuzara. En efecto, en una época en la que se habla hasta el cansancio, de la posverdad y la mentira que se concibe más allá que una simple estrategia política, un título como el que presenta este libro es un pinchazo que despierta inquietud y sugiere una pausa para analizar con calma lo que ha ocurrido en los últimos años.
En esta suerte de odisea intelectual, en la que se respira una constante invitación a innumerables libros, el arte y, claro al conocimiento científico con el que caminó a través de los pasillos en Cambridge, en dicho libro se presentan una serie de textos que a George Steiner escribió para el diario de The New York entre los años 1967 y 1997. Quizá, por los años en los que fueron exhortos cada uno de estos artículos, podremos suponer que el mundo ha cambiado tanto en las últimas tres décadas que sus análisis se encuentran un poco alejados del fárrago que ha caracterizado al siglo XXI. Sin embargo El pensamiento humanístico de Steiner nos habla con la firmeza de quién supo desentrañar la barbarie y sus poderosas expresiones del nazismo, el facilismo y las ideologías que sustentarán los totalitarismos del siglo pasado, en especial, del estalinismo que aún palpita en los corazones de sus nostálgicos coros. Sí, a pesar de lo que nos ha indicado la historia, el canto de estas sirenas es escuchada y proclamada, de diferentes maneras, el día de hoy en diferentes latitudes del mundo.
En otro orden de ideas la palabra enajenar proviene de latín inalienable, y significa “vender o ceder la propiedad de algo u otros derechos. Sacar a alguien fuera de sí, entorpecerle o tumbarle el uso de la razón o de los sentidos. Desposeerse, privarse de algo”. (Real Academia). Es perder lo que se tiene, volverlo ajeno. En su manifestación política fue analizada con gran acuciosidad por Juan Jacobo Rousseau, en El contrato social. Hobbes reflexionaba que para superar la guerra de todos contra todos, los hombres han debido limitar sus derechos individuales, cediéndoles a un poder superior que ponga orden (el Estado). Surge así, según esa teoría un juez que dirime conflictos y choques individuales en una sociedad confrontada que reduce las relaciones humanas a la competencia y el egoísmo.
En realidad lo que ocurre es que el estado se erige en instrumento de poder de la clase dueña de la riqueza, ante el cual el pueblo pierde sus derechos y su conciencia.
En la enajenación ideológica, la clase trabajadora extravía su concepción del mundo; no se identifica como clase social ni entiende su relación con las demás. ASUME como propias las ideas de los poderosos, inducida o por imitación, y más que cambiar la realidad quiere ser como ellos.
Hegel concibe que la liberación del individuo está en la conciencia y solo se logra, idealistamente, a través de la autoconciencia, desarrollo implica superarla en enajenación mediante la crítica.
Para escuelas filosóficas hindúes, la “elevación espiritual” conduce al nirvana (algo semejante, por cierto). Pero no cabe rendirse, debe enfrentársela y suprimirla, y eso no se logra solo con la crítica que la caracterice, por certeza que sea sino resolviendo las circunstancias que la engendran.
Cambiando la página ¿Qué relación tiene la libertad con la religión? ¿Por qué históricamente se les ha vinculado estrechamente? Se pueden dar dos respuestas a esta interrogante: Desde el aspecto político-jurídico, la llegada de las democracias occidentales trajo como consecuencia la redacción de los primeros textos constitucionales.
En los últimos años el mundo ha visto un creciente interés en el estudio de las religiones, también como fenómenos sociales. Derivado de ello, encontramos un aumento de investigaciones orientadas al análisis de la religión desde distintas disciplinas, como la sociología, el derecho, la ciencia política y la antropología. A pesar del impulso secularizador heredado de la Revolución Francesa, los religiosos sigue siendo un tema de gran interés para los académicos y pensadores del siglo XXI.
Por otro lado, las grandes migraciones, tanto estables como temporales, generadas por el comercio colonial y, posteriormente, por la globalización, han propiciado un intercambio cultural de gran diversidad. Este intercambio ha llevado al enaltecimiento de las autodeterminaciones individuales como medio para potenciar la prosperidad de la raza humana. La pluralidad religiosa fue, así, pionera para el establecimiento de la libertad como derecho, permitiendo que, sin importar las características extrínsecas o intrínsecas de la persona, pudiera desarrollarse de la mejor manera posible.
Desde el aspecto político-jurídico, cimentadas en textos que enaltecen los derechos y las libertades de las personas, trajo como consecuencia la redacción de los primeros textos constitucionales. Estos textos, sin distinguir su carácter de Ley suprema o programa político, privilegiaban que la persona pudiese decidir libremente el ejercicio de su religión y la forma que consideraban más adecuada para rendir culto a la divinidad, comprendiendo que era un espacio íntimo que el Estado no podía invadir. Con el paso del tiempo, esta libertad, qué nace del fenómeno religioso, se amplió a la profesión de convicciones de todo tipo.
El aspecto antropológico ve este fenómeno desde la perspectiva de la naturaleza de la persona.
También desde el plano antropológico, idea que, por mucho, excede las posibilidades de estas líneas, es importante hacer notar que la religión además, constituye tanto una vía espiritual como un marco moral y ético para el ser humano.
A través de ella, las personas se encuentran respuestas a preguntas existenciales y una guía para enfrentar los desafíos de la vida. La religión brinda propósito y dirección. Este aspecto espiritual es tan esencial como la libertad misma, ya que ambas se entrelazan en La búsqueda del ser humano por una vida plena y significativa.
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