Sergio González Levet
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En la vieja tradición priista, la carrera por la sucesión presidencial empezaba el mismo día en que tomaba posesión el nuevo titular del Ejecutivo. El sexenio empezaba con las esperanzas renovadas del pueblo bueno y honrado, con las promesas igualmente vanas del candidato investido como tlatoani y con los golpes bajos y los pleitos velados de quienes desde el discurso de toma de posesión de su jefe ya empezaban a trabajar para ser el elegido.
Pero con la Cuarta Transformación todo cambió. Ya se ve que los morenos no son iguales a los de antes. Con el nuevo partido oficial, la batalla por la sucesión de 2030 empezó desde antes de que tome posesión la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo. Aún no entrega AMLO la silla y el verdadero bastón de mando, y ya hay aspirantes a suceder a su sucesora.
Si entendemos que todo político es, aunque no lo parezca, un ser humano como los demás, podemos considerar que cualquiera de ellos o ellas tiene su corazoncito y por tanto sus preferencias. Fue el caso de López Obrador con su corcholata consentida, Claudia, a quien promovió desde los albores de su mandato para que legara a donde está ahora.
Pero el Patriarca es padre también y seguramente tiene puesta su ilusión en que uno de sus hijos llegue igualmente al alto puesto que él ocupó después de tantas tentativas fallidas. No hay que devanarse mucho la mollera para concluir que el preferido es Daniel López Beltrán, Dani para la familia y los cuates, porque es el que más ha participado en el ejercicio del poder de su tata.
Viendo cómo es Andrés Manuel, a nadie escapa que tiene puesta sobre Claudia Sheinbaum la guadaña para obligarla en su momento a que ella misma nomine al señalado por el dedo elector que pretende ser transexenal.
Pero seis años son o pueden ser toda una vida. Y mucha agua pasará sobre los puentes antes de que estemos en la decisión del 30.
Seis años…y Claudia tal vez se haya empoderado realmente y en una de ésas logró conseguir el poder necesario para nombrar a quien ella elija y no a quien le mande su mentor.
Y si de afectos y cercanía hablamos, pues el elegido natural de la primera mujer Ejecutiva nacional sería quien será su poderoso Secretario de Seguridad Pública, Omar García Harfuch, que si logra hacer un buen papel y reduce la inseguridad a niveles tolerables, estará en los cuernos de la luna.
Cosas de la política de antaño y novedades de la política de ahora. Aún no tenemos Presidenta y ya se están peleando por su puesto… por supuesto.
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