Amadeo Palliser Cifuentes / Barcelona
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Continuando con mi escrito de ayer, titulado ‘poder y orden’, me parece interesante centrarme en un efecto secundario, pero NO menor; y para ello, tomo, como ejemplo, los mossos d’esquadra, la policía catalana, pues refleja las luchas personales por el poder, como se puede ver en todo tipo de empresa y de organizaciones sociales.
A tal fin, me parece conveniente recordar la relación de los jefes, desde la refundación de la policía catalana, en 1983, y para eso me baso en un artículo de Guillermo R. S. y Sergi Alcàzar, en elnacional.cat:
1983 – 1993:
En los primeros años (1983 – 1993), el jefe fue un comandante del ejército español, Josep Peris.
1994 – 2007
En 1993, con la elaboración de la nueva ley de la policía aprobada por el Parlament de Catalunya, se aprovechó el momento para sustituir a Peris, si bien el motivo fue que se confirmó que este comandante tenía reuniones periódicas con el CESID (actual CNI, centro nacional de ‘inteligencia’) para informar de los movimientos del president Jordi Pujol; a tal fin, en su despacho, tenía conectada la emisora que llevaban sus escoltas, para poder conocer, en cada momento, sus movimientos.
En ese momento, de forma transitoria, se nombró a David Piqué, y en 1994, tras la aprobación de la mencionada ley, fue nombrado Joan Unió, inspector de la policía nacional, y, al poco, ascendido a mayor, cargo que ostentó hasta el año 2007. En ese período se produjo la gran expansión de la policía catalana, que pasó de 1500 efectivos en 1994, a 17.000 en 2007; si bien, según los críticos, esa expansión fue una trampa del estado, pues la planificación y dotación fue dirigida por el gobierno central.
2007 – 2013:
Para sustituir a Unió fue nombrado comisario jefe de los mossos, el comisario Josep Milán, que mantuvo como números dos al citado David Piqué (que había pasado a ser responsable de seguridad de Caixa Penedès, pero manteniendo la dirección de uno de los cuerpos de los mossos) y a Ferrán López; y fue ascendido a comisario Josep Lluís Trapero.
2013 – 2017:
Con la llegada a la conselleria de Ramon Espadaler (Unió), éste cesó a Milán y nombró a Josep Lluís Trapero como comisario jefe, después de una carrera fulgurante, pues incluso convenció al director general Albert Batlle, de la conveniencia de recuperar la figura de mayor, que había desaparecido cuando se jubiló Joan Unió. Y según el articulista Guillermo R. S., ‘los movimientos del Estado no fueron controlados por Convergència, que llegaron tarde para detectar las intenciones del entorno de Trapero’, que en el 2017 fue nombrado mayor ‘sin ningún otro comisario que se presentase al concurso, que Batlle había anunciado a diversos comisarios que ya estaba decidido a favor de Trapero’.
Después de la fallida declaración de independencia (2017) el estado aplicó el artículo 155 de la constitución española, y, entre otras destituciones, fue cesado Trapero.
2017 – 2018:
Bajo las órdenes del ministro de interior español, Juan Ignacio Zoido (PP), el comisario de los mossos Ferran López, que, dependiendo de Madrid, facilitó las relaciones con las otras policías; por lo que se le denominó ‘el comisario del 155’, si bien, impidió que fuera nombrado un jefe de esas policías, evitando, de ese modo, un daño irreversible.
2018 – 2019:
Después de las elecciones, en junio del 2018, López presentó la dimisión, la idea del conseller Miquel Buch, fue la de nombrar a dos comisarios jefes: Miquel Esquius y Carles Molinero, pero dadas las críticas internas de los sindicaros policiales, desistió de esa bicefalia y fue nombrado comisario jefe, Miquel Esquius.
2019 – 2020:
Diez meses después del nombramiento de Esquius, el conseller Buch le cesó y nombró sustituto a Eduard Sallent, aún con Trapero pendiente de juicio y apartado de la cúpula. ‘En la anterior convocatoria, el mayor Trapero había conseguido frenar el nombramiento de Sallent como comisario, sabiendo que era de los pocos mandos que le podían plantar cara para ser el jefe del cuerpo, si bien en la siguiente convocatoria accedió al cargo de comisario y, ese mismo día fue ascendido a comisario jefe.
2020 – 2021:
Justo después de ser absuelto, Trapero fue nombrado nuevamente comisario jefe, sustituyendo a Sallent. Trapero volvió a situar al frente de los mossos a las personas de su confianza, los comisarios Ferran López, Miquel Esquius y Joan Carles Molinero ‘si bien los tres venían de familias diferentes, incluso enfrentadas, unieron esfuerzos junto a estrechos colaboradores del mayor Trapero, como la jefa de comunicaciones de los mossos, Patrícia Plaja. Durante ese segundo mandato, Trapero frenó algunos de los proyectos modernizadores, como la unidad de drones, e intentó poner palos a la rueda al proyecto de la policía marítima, e incluso, durante la celebración del Dia de les Esquadres, otorgó personalmente medallas a las diez personas que durante el tiempo que estuvo apartado le respaldaron’.
2021 – 2022:
El nuevo conseller Joan Ignasi Elena (ERC) ‘sobre la mesa tenía dos finalistas, que uno recomendó al otro, Josep Maria Estela y Eduard Sallent. El primero tenía experiencia en el territorio, había trabajado en seis de las nueve regiones policiales y compartía con el ministro de interior español una idea clara de proximidad de la policía catalana. El segundo, Sallent, tenía más experiencia de mando, buena relación con las instituciones nacionales y estatales, y también tenía trabajado un plan de modernización de la organización y estructura para preparar los mossos de cara al 2030. Finalmente, Elena nombró a Estela como comisario jefe y a la inspectora Montserrat Escudé, como portavoz. (…) y para reiniciar los cambios planeados por Sallent, se efectuaron las reestructuraciones precisas, aislando a los escuderos de Trapero, que fueron enviados a posiciones sin responsabilidades’.
2022 – 2024:
‘La prefectura de los mossos de Estela, Sallent, Bosch y Escudé no aguantó la presión externa. La gestión del día a día entre el jefe del cuerpo y su segundo, generó tensiones que, observadas por el entorno de Trapero, que quería seguir manteniendo el control, a pesar de estar apartado, consiguió crear una herida entre Estela y Sallent. Si bien los problemas entre los dos venían de lejos, fue en setiembre que comisarios próximos a Trapero encendieron la llama filtrando a los medios de comunicación que Estela había pedido cesar a Sallent para aislarlo de la prefectura. El conseller se quiso evitar el golpe de estado, negándose a cesar a Sallent (…) pero Estela poso en un compromiso a Elena manifestó que ‘no aceptaría injerencias políticas en el operativo de los mossos, pero tampoco injerencias policiales en las decisiones políticas’. Por lo que cesó a Estela y nombró de nuevo a Sallent.
2024:
Con la llegada de Salvador Illa (PSC/PSOE) a la presidencia de la Generalitat, la consellera Núria Parlon, nombró a Josep Lluís Trapero como director general de la policía (un cargo político), y a Miquel Esquius, de nuevo, como nuevo comisario jefe, en sustitución de Sallent.
Sobre el particular hay diferentes aspectos del máximo interés:
Pero el objetivo del presente escrito es centrarme en los efectos secundarios del poder, por lo que no quiero perderme en otras posibles ramas.
Y a este respecto, es ‘humano’ ver que, en toda empresa u organización, cada persona que, por uno u otro motivo, apunta maneras para ascender, ya sea por sus características personales o por sus ‘relaciones’, inmediatamente se ve rodeada por una nube de acólitos (aduladores y generalmente mediocres) que le apoyan, confiando en recibir, en algún momento, las migajas (o casi el pan entero) del poder.
Este fenómeno lo hemos podido ver todos en todo tipo de empresas, pues es una mecánica habitual; y así, si el ‘ascendible’ va confirmando su carrera de promoción, va estirando hacia arriba a esa nube de confianza, nube que va ampliando, a medida que el primero va ascendiendo en el escalafón.
Y en toda empresa es habitual que, cuando un mando se jubila, o se marcha a otra empresa, toda esa nube de adláteres entra en crisis, y deben adaptarse a los nuevos mandos. Eso es ley de la vida organizativa.
Pero lo que es disfuncional, y por eso no se da en ningún tipo de empresa, es que hoy mande uno con su nube, que, al cabo de poco, sea sustituido por otro con su respectiva cohorte de confianza; y que, los anteriores, sigan en la empresa, realizando funciones de inferior responsabilidad; y, claro, manteniendo larvada o manifiesta la confrontación entre ambos equipos.
Y si ese proceso se repite constantemente, con nuevos mandos, o con reincidentes, como es el caso, no es que la empresa u organización acabe siendo disfuncional, si no que pasa a ser un nido de víboras, pues los recelos y envidias entre los diferentes equipos, acaba repercutiendo en la efectividad operativa, aunque personalmente cada uno de los miembros intente actuar de forma profesional.
Y si encima, a ese galimatías se le añade que el rango de máxima responsabilidad, como el de mayor, se asigna de forma ‘política’ y de forma vitalicia, al ser destituido, se ve actuando mandado por un subordinado de rango inferior.
Y si a todo este galimatías le añadimos que desde el 2017, que el corrupto estado español nos aplicó el 155, los cambios han sido constantes y repetitivos, 7 comisarios jefe, en 7 años: López, Esquíus, Sallent, Trapero, Estela, Sallent y Esquíus, está claro que muchas cosas fallan.
Si realmente los mossos d’esquadra han de ser una institución seria y fundamental de la futura república catalana, nuestros políticos deberían definir un esquema policial claro; y tratándose de una organización armada, es evidente que debe basarse en la jerarquía reflejada en los rangos, en los galones. Y eso tiene, a la vez, nefastas consecuencias, de ineficacia e inoperancia, ya que se asumen los defectos de la peor casta funcionarial (no de muchos de ellos, afortunadamente)
Por lo tanto, la primera medida sería eliminar el rango vitalicio de mayor.
El parlament de Catalunya debería fijar el modelo policial y el proyecto más acorde para la legislatura en cuestión.
Y claro, el comisario jefe, debería ser nominado con criterios profesionales y psicológicos, previo análisis de las diferentes estrategias establecidas por los otros comisarios. Y, evidentemente, la estrategia elegida debería estar calendarizada, para ser evaluada progresivamente, por los responsables políticos. Y así, si las evaluaciones no confirman los avances y logros pertinentes, debería ser sustituido por otro comisario, que asumiese la estrategia inicialmente aprobada, salvo que las evaluaciones hubiesen detectado su inviabilidad o falta de efectividad.
Por lo tanto, lo que debe prevalecer es la estrategia ajustada al proyecto definido.
Es decir, priorizando el proyecto, en segundo lugar, la estrategia y en tercer lugar, las personas, se podrá disponer de una organización operativa.
Y lo que se debe evitar, en todo momento, es que cada comisario jefe se rodee de su camarilla, pues éstas son el cáncer de toda organización.
Cada comisario jefe debería tirar adelante su estrategia, con los otros comisarios de cada área, y todos ellos deberían actuar de forma profesional, es decir, con total lealtad, está claro.
Asimismo, para que los mossos sean vistos realmente como una policía de proximidad a la ciudadanía, la primera exigencia, sin excepción, es que el dominio y uso de la lengua catalana sea un requisito indispensable para las nuevas promociones de mossos, así como para los que quieran ascender dentro del cuerpo. Y que ese requisito sea ineludible.
Todas estas acciones organizativas son básicas y fundamentales, y todas necesarias para el correcto desarrollo de las funciones que tienen encomendadas; y son medidas generales y válidas para todo tipo de organización que no quiera ser una jungla.
En el campo de la psicología de las organizaciones, podría profundizar en otros aspectos, también fundamentales, pero me parece que, trabajando con los señalados, ya se daría un gran paso, para conseguir tener una policía verdaderamente profesional.
Sería interesante aplicar la lógica organizativa también a los partidos políticos, pero me parece que con el ejemplo que he tomado de los mossos, es más que suficiente para generalizar la receta que he señalado y superar y eliminar los defectos que todos ellos presentan, como efectos secundarios del poder.
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