Amadeo Palliser Cifuentes / Barcelona
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Tras la pasada Diada Nacional de Catalunya (11/09), al movimiento independentista catalán nos toca aclararnos: si nos redefinimos y emprendemos una nueva etapa, o si seguimos con el más de lo mismo. A continuación, comento esta disyuntiva.
El término isagoge o eisagogué, (prólogo, introducción, preámbulo), tiene su origen en la obra del neoplatónico Porfirio (233 – 301), ‘Introducción a las categorías de Aristóteles’, escrita entre los años 268 y 270, e incluye una detallada clasificación dicotómica de los conceptos aristotélicos de género y especie.
Y el antónimo de isagoge es el epílogo.
Pues bien, tras el éxito relativo de la Diada, y los comentarios de las organizaciones sociales que la patrocinaron (Òmnium y ANC), el movimiento independentista debemos replantearnos si, realmente, estamos en el prólogo de una nueva etapa, o, por el contrario, estamos en pleno declive, en el epílogo del movimiento en cuestión.
Efectivamente, nuestra determinación voluntarista, y bonista, nos muestra que estamos predispuestos a persistir, pero, quizás, esa decisión, si no es debidamente analizada, recalculada y redefinida, nos llevará a la misma irrelevancia que los que apuestan por cerrar la carpeta, y esperar un futuro momento, que ilusione nuevamente a la ciudadanía y, consecuentemente, a los políticos del momento.
Es cierto que, dada la coyuntura política, ajena (con la represión) y propia (con la lucha cainita de nuestros partidos ‘independentistas’), movilizar a unas 100.000 personas, fue un éxito, si bien, muy alejado de las movilizaciones previas al 2017; pero si nos quedamos así, sin más, esa manifestación bien podría ser nuestro estertor final.
Por eso, lo importante es considerar que lo más difícil viene después de la Diada, los días 12, 13 …; como dijeron, muy bien, los líderes de las organizaciones cívicas mencionadas (Xavier Antich y Lluís Llach.
Y en estas estamos, transitando ese período postDiada y, de momento, sin tener nuevas estrategias que determinen las acciones a efectuar.
Así que nos encontramos en la posición, y con el estado de ánimo buscado y determinado por los unionistas españoles.
Es verdad que es muy fácil decir que debemos redefinirnos, pero es más difícil determinar la estrategia y acciones más adecuadas para nuestro movimiento, máxime, teniendo a nuestro líder, el president legítimo, Carles Puigdemont, viviendo en el extranjero, culpa de la extradición, forzada por el incumplimiento de la ley de la amnistía.
Así, en parte, nos sentimos desvalidos, y otros muchos, desmotivados, (por la traición de ERC), por eso, si decidimos seguir mostrando nuestra resiliencia, debemos redefinirnos.
También es verdad que, como me ha comentado un amigo, independentista pero que, por primera vez, no se manifestó, hay muchas personas que, sin dejar de ser independentistas, consideran que es preferible ser pragmáticos, y dejar nuestros deseos, nuestro desiderátum, para más adelante, quizás para una futura generación; y, de momento, esperar que el gobierno del represor Salvador Illa gobierne, ya que, con muchas probabilidades, conseguirá más cosas (aunque sean meros abalorios, espejos y cuentas de cristal), que los gobiernos anteriores, y eso, aunque poco, será positivo.
Es cierto que la coyuntura de la aritmética en el congreso de los diputados, hará que los representantes de Junts y ERC, sean más decisivos, y fuercen a Pedro Sánchez a hacer más concesiones, que no cumplirá; independientemente de que aquí tengamos a su ‘delegado’ Illa, que, no tengo ninguna duda de que se pondrá todas las medallitas por las pequeñas bagatelas que vaya consiguiendo. Y esa ‘realidad’, será la que percibirá la ciudadanía en general, que, desinformada, atribuirá a Illa los pequeños logros que se consigan.
Y en esa carrera, Salvador Illa puede que se vaya ‘creciendo’, y llegar a cometer los mismos errores que los explicados con los mitos griegos de Faetón o Ícaro, pues:
Me parece evidente que a Pedro Sánchez le conviene tener el poder de la Generalitat, ya que, además de cerrar el círculo, le permite seguir desmotivando y desmovilizando a la ciudadanía, como he comentado, y dar la imagen a nivel internacional, de que estamos ‘pacificados’.
Y así, Salvador Illa seguirá españolizando la presidencia de la Generalitat, y, consecuentemente, aplicará funciones de mera comunidad autónoma (con la bandera española en su despacho, claro) y, por ejemplo, acudiendo a la Zarzuela a prestar su vasallaje al Borbón Felipe VI, como tiene previsto hacer el próximo miércoles.
Pero es evidente que, si se acerca demasiado al poder central, como Ícaro, y acaba asumiendo la imposibilidad de cumplir sus compromisos, especialmente los concernientes a la financiación singular (similar al concierto vasco, pero con cuota de solidaridad), o si esa solidaridad se asimila en su montante al actual déficit económico de Catalunya, se resentirá su imagen de ‘persona cumplidora’, que, pretendidamente ha intentado imprimir.
Por el contrario, si pretendiese mantener y defender sus compromisos de investidura, se vería como Faetón, y sería abandonado por su protector Pedro Sánchez.
Y ese será el dilema de Salvador Illa (155), que más pronto que tarde desvelaremos, pues no se puede engañar a muchos durante mucho tiempo.
Pero, claro, si en esa previsible película, los independentistas seguimos como estamos ahora, divididos, desmovilizados y desmotivados, tardaremos décadas en ser, de nuevo, una alternativa de gobierno. Y sin contar con la principal institución política, será muy difícil poder avanzar.
Me parece evidente que ERC es el principal culpable de la situación actual, y espero que los 8700 afiliados de ese partido tomen las decisiones precisas para depurar a los responsables del pacto de investidura de Salvador Illa.
Pero, como he señalado, los electores independentistas que optaron por abstenerse, para mostrar su disconformidad con los diferentes partidos, en realidad nos tiraron un tiro al pie, haciendo que el PSC/PSOE ganase las elecciones,
Así que los independentistas estamos ante un complejo sudoku.
Estamos presos en el laberinto del minotauro español y, como en el mito griego, estamos ofreciendo el tributo de las siete doncellas y siete varones (los 20.000 millones de déficit anual), para que sean devorados por el minotauro.
Por eso necesitamos un Teseo y una Ariadna, y también una estrategia, como la del hilo, para que podamos salir del laberinto, tras librarnos del monstruo.
Y sabemos que el estado español nunca, y nunca es nunca, consentirá ni facilitará la realización de un referéndum de independencia.
Por eso, como movimiento independentista, deberíamos tener claro que es necesaria una estrategia que determine las acciones precisas; y la determinación para llevarlas a cabo. Sólo así saldremos del laberinto en el que estamos.
En definitiva, que deberíamos decidirnos a optar por considerar el actual momento como el principio de una nueva fase (isagoge) o si estamos en el epílogo del independentismo. Todo depende de nosotros, de nadie más.
Y la diferencia entre ambas opciones es la de pasar a la acción, contundente y efectiva (pacífica y democrática) o quedarnos realizando simples actos simbólicos como hasta ahora.
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