Javier Roldán Dávila
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Predestinada: a pesar de ser aficionada al chicle, nunca supo de que lado masca la iguana
La candidatura de Xóchitl Gálvez, fue una ocurrencia, nunca trabajó con esa mira, su aspiración real, era contender por la jefatura de Gobierno de la CDMX, sin embargo, como en las ‘cascaritas’ llaneras, al no llegar el portero dijeron: ora mi Xóchitl vas ¡échale ganas!
Desde luego, hay que admitir y reconocer, que la ingeniera le entró con gran dedicación al compromiso, fue auténtica. El problema de fondo, además de la improvisación, es que el círculo que la promovió (los Claudio, los Marko y los Alito, fundamentalmente), sólo tenían el objetivo de saciar sus intereses: escaños y curules (las notarías quedaron para mejores tiempos), para ellos, novias, hijos, socios, compadres y demás cortesanos.
Nunca, a lo largo de la aventura, hubo espíritu de grupo, por un lado, la partidocracia medrando y, por el otro, Gálvez tratando de solventar (sin lograrlo), la carencia de apoyo de las precarias estructuras del PAN-PRI-PRD, todo esto, visto a distancia, explica la aparatosa derrota.
La etapa poselectoral, apenas terminada la jornada, fue un botón de muestra de lo mencionado: Marko y Xóchitl tuvieron una agria discusión. Después de esto, lo demás han sido bandazos con una actitud notoria: la falta de autocrítica.
Ojalá la fallida candidata se reinvente, es una mujer valiosa con mucho que aportar a México, en este mismo sentido, esperemos que los lobitos feroces, un día enfrenten las consecuencias de su mezquindad (junto con otros ‘pecaditos’) política.
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