Amadeo Palliser Cifuentes / Barcelona
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Viendo las portadas de hoy (4/11) de los principales medios respecto a la recepción, ayer, de la comitiva real en Paiporta (Valencia), me parece interesante recordar la ‘ley Campoamor’, que ya comenté hace unas semanas.
El poeta Ramón María de las Mercedes Pérez de Campoamor y Campoosorio (Ramón de Campoamor, 1817 – 1901) escribió el poema titulado ‘Las dos linternas’, que forma parte de su obra ‘Doloras’ (1846), en el que dice:
Y es que en el mundo traidor
nada hay verdad ni mentira:
todo es según el color
del cristal con que se mira.
con ese poema, el poeta relativizaba todas las situaciones, que ningún valor es inmutable, que todo es subjetivo, y, en definitiva, el desencanto ante ese ‘mundo traidor’
Si se cae en ese relativismo cultural y filosófico, al final se acaba negando todo, que cualquier conocimiento es incompleto, relativo y subjetivo. El relativismo gnoseológico considera que no hay verdad objetiva y que siempre la validez de un juicio depende de las condiciones.
La relatividad lingüística es un conjunto de hipótesis, entre ellas la hipótesis de Sapir-Whorf, establecida en 1954 por Edward Sapir (1884 – 1939) y Benjamín Lee Whorf (1897 – 1941), sobre el supuesto efecto psicológico y cognitivo de la lengua materna en la variación cultural. De acuerdo con varias hipótesis relativistas, dos hablantes de lenguas muy diferentes conceptualizarían de manera algo diferente los mismos fenómenos, por efectos cognitivos asociados al vocabulario y particularidades gramaticales de sus lenguas.
Evidentemente, el relativismo conduce a un escepticismo, como ya postuló Protágoras de Abdera (485 a.C. – 411 a.C.): ‘el hombre es la medida de todas las cosas’; y que Platón (427 a.C. – 347 a.C.) consideró un sofista, un profesional de la ‘virtud’, entendida no como ‘bondad’, sino como conocimiento y habilidad para tener éxito mundano.
Esta retórica sofista es la que se puede ver frecuentemente, ya que busca el rápido y fulgurante éxito puntual; y esa práctica la aplican, de forma especial, los políticos de toda índole, y el mencionado caso de la visita de los reyes a Paiporta (Valencia) es un claro ejemplo.
Me parece preciso puntualizar que el realismo, que es la postura filosófica contraria al relativismo, postula verdades absolutas, inmutables y constantes. Y ambas posturas son igualmente incorrectas, obviamente, pues siempre hay objetividades, aunque sean con matices, grises y contextos diferentes.
Pero vemos que estamos invadidos por informaciones tendenciosas, por falacias (del latín ‘fallacia’, engaño), basadas en argumentos aparentemente válidos, pero que no lo son, si bien pueden ser sutiles y persuasivas.
Existen diferentes tipos de falacias: argumento a silentio; ad antiquitatem; ad baculum; ad consequentiam; ad crumenam; ad hominem; ad ignorantiam; ad lapidem; ad lazarum; ad logicam; ad misericordiam; ad nauseam; ad novitatem; ad populum; ad verecundiam; post hoc ergo propter hoc; etc.
Que un argumento sea falaz no implica que sus premisas o su conclusión sean falsas ni que sean verdaderas. Un argumento puede tener premisas y conclusión verdaderas y aún así, ser falaz.
Pues bien, centrándonos en la visita en cuestión, a mi modo de ver, es preciso diferenciar varios aspectos básicos:
Con relación a la visita, me parece preciso señalar su inoportunidad, después de cinco días, y habiendo mostrado una mala gestión, y de que ningún político haya estado a la altura esperada.
Como señala José Antich:
‘(…) cualquier servidor público debería tener en cuenta lo que hizo Gerard Schröder en 2002, en unas inundaciones en la nueva Alemania del Este: se calzó las botas de agua, se puso un impermeable verde de la policía de fronteras y se puso a andar pueblo tras pueblo, en medio de barro y con miles de damnificados. Estuvo desde el primer momento y nadie puede dudar que Alemania no sea un país descentralizado y los länders tengan competencias en algunos casos, incluso, superiores a las autonomías. Aquel acto de empatía supuso a Schröder una reconciliación con su pueblo. Aquí ha pasado lo contrario y se han vulnerado todos los manuales de comunicación de crisis: se ha viajado al País Valencià en el momento que la explosión de protesta ciudadana está en su fase más álgida (…)’
(elnacional.cat, 3 de noviembre)
Ayer leí también una referencia similar, de Isabel II de Inglaterra, pero hoy no he encontrado el artículo en cuestión, por lo que he acudido a la imprescindible Wikipedia, y aquí está la noticia:
‘La tragedia de Aberfan, el error que todavía persigue a Isabel II:
El 21 de octubre de 1966, una avalancha de lodo procedente de una escombrera cayó sobre el pueblo de Aberfan, en Gales, matando a 144 personas, la mayoría niños que en ese momento se encontraban sentados en sus pupitres del colegio Pantglas Junior.
(…)
La catástrofe está considerada uno de los mayores desastres mineros del Reino Unido y tuvo también su repercusión en el palacio de Buckingham, afectando a la imagen pública de la propia reina de Inglaterra, que, en un primer momento, la reina rechazó visitar el escenario del desastre.
(…)
A pesar de la magnitud de la catástrofe, el día después del derrumbamiento, envió en su lugar a su marido, el duque de Edimburgo y a lord Mountbatten, una decisión por la que fue muy criticada y que recuerda a la fría actitud que, años más tarde, muchos le afearían por negarse inicialmente a despedir de manera oficial a la princesa Diana con un funeral de Estado.
Al cabo de ocho días del accidente, no obstante, la reina viajó finalmente hasta Aberfan para inspeccionar los daños causados y consolar a los vecinos, que vieron como sus ojos se humedecían cuando leyó el mensaje que acompañaba el ramo de flores que le entregó una niña del pueblo a modo de bienvenida: ‘De parte de los niños que quedan en Aberfan’, decía la frase escrita en la banda.
(…)
Casi 40 años después de la tragedia, en efecto, Isabel II confesó que no visitar de inmediato Aberfan era el error que más lamentaba haber cometido como reina.
(…)
A raíz de Aberfan sus consejeros se dieron cuenta de que a la gente no le resultaba lo suficientemente cercana y decidieron que tenían que hacer algo. Esto provocó una nueva manera de mostrar a la reina como alguien accesible.
(…)
La reina, por otro lado, ha enmendado su error, visitando Aberfan hasta en cuatro ocasiones, la más reciente en 2012 para inaugurar un nuevo colegio de primaria, tal y como prometió aquél fatídico 1966 (…)’
(Vanity Fair, D. P., 18 de noviembre del 2019)
Pues bien, la visita a Paiporta por parte de Felipe VI y su corte, después de cinco días, fue inoportuna, y un grave error, que se suma a los errores cometidos por todos, desde Carlos Mazón a Pedro Sánchez.
La ineptitud de Mazón y de todo su equipo, no puede pasar inadvertida, como tampoco puede ser obviado que Sánchez se escude en la separación legalista entre administraciones. El comentario de Antich sobre Gerard Schröder, me parece más que oportuno, pues: ‘Estuvo desde el primer momento y nadie puede dudar que Alemania no sea un país descentralizado y los länders tengan competencias en algunos casos, incluso, superiores a las autonomías’.
Y ha de ser así, pues siempre ha de primar el salvar la vida de sus ciudadanos; y eso sin menoscabo de los ámbitos de poder, si no, en plan colaborativo efectivo, moral, olvidando, en esos momentos, las rencillas partidistas.
Pero, aquí, como ya comenté, Pedro Sánchez apuntó, que en su momento será preciso replantear las responsabilidades, y yo señalé que, como siempre, tras una crisis, como la del golpe de estado del 23 F del 1981, acabamos con recortes en nuestro Estatut, como en su momento fue con la Loapa. Pues la ansia centralizadora de los dos grandes partidos (PP y PSOE) la llevan en su ADN; y los poderes del estado también están en esa sintonía, claro.
Y si se cumple ese maleficio, veremos, que, nuevamente, perderemos responsabilidades, y que, de nuevo, el Estatut quedará más reducido y amputado.
Con relación a la reacción ciudadana, tras sufrir la pérdida de familiares y amigos, así como de gran parte de sus enseres, y constatar la ineptitud de los políticos y,
como señala Vicent Partal, viendo que el día de la visita real, sí que llegaba el ejército para limpiar, desde primera hora, las calles por la que pasaría el rey; la prohibición de la llegada de los voluntarios, para que ese día no incordiaran a la comitiva real; el despliegue por los terrados de Paiporta de policías y militares armados, apuntando contra la población, aquellos policías y militares que nadie había visto ayudar a las víctimas, desde el inicio de la catástrofe del martes,
¿qué se podían esperar, una jornada festiva de besamanos, como están acostumbrados?, cuando la realidad era que entorpecían el trabajo de limpieza.
Por eso, manifestar la indignación es una expresión natural, lógica y comprensible; y lo que ahora critican como violencia (Pedro Sánchez, según el ministro de interior Grande-Marlaska, fue golpeado con un palo, que le aturdió) violencia que, efectivamente, todos rechazamos, pero debe ser contextualizada y comprendida, ¿cómo actuaríamos nosotros si lo hubiésemos perdido a seres queridos, lo perdiéramos todo y encima viéramos que vienen a hacerse una foto? Pero, claro, la empatía no abunda.
En cuanto se refiere a la reacción de los visitantes, de los mandatarios, no es de recibo que Felipe VI respondiera a unos ciudadanos que se quejaban de la visita, diciéndoles ¿Qué hubierais preferido, que no hubiera venido, que me hubiera quedado en Madrid?; es evidente que, en su sueldo, entra soportar las críticas; y no hacerse el ‘machirulo’, el ‘chulo-piscinas’.
Igualmente, también está fuera de lugar anular la visita al otro pueblo programado (Xiva) y posponerlo para otra mejor situación, que no la habrá, pues cuanto más se retrase será peor y más vergonzoso.
Como lo es que Pedro Sánchez y su ministro de interior, digan y repitan que los gritos y la violencia fue provocada por pequeños grupos marginales extremistas, de la ultraderecha. Es verdad que, en cualquier acción de protesta, pueden participar elementos de toda índole, y que la extrema derecha tiende a reventar actos, para provocar reacciones contrarias; eso no es nuevo, lo hemos visto con policías infiltrados en manifestaciones independentistas, y que, ‘casualmente’ eran los más provocadores.
Pero centrarse en estos aspectos no deja de ser ‘mirar el dedo en lugar de la Luna’, un grave error, claro.
Finalmente, y con relación a la interpretación de los partidos políticos y los medios de comunicación, me parece que es suficiente destacando la noticia de portada en los principales diarios:
El Mundo: ‘El Rey afronta en Paiporta un brote de ira en plena crisis institucional’; y en segundo lugar, una foto de Leticia con el titular: ‘Reina, por ustedes no es’,
El País: ‘Paiporta recibe al Rey, Sánchez y Mazón con barro y gritos de ‘asesinos’’,
ABC: ‘Tras el abandono, rabia sin consuelo’,
La Razón: ‘Los Reyes con las victimas…’
La Vanguardia: ‘Explosión de ira ante el Rey, Sánchez y Mazón’,
El Periódico: ‘Indignación desbordada’
Ara: ‘Estalla la indignación por la gestión de la DANA’
El Punt Avui: ‘A amasar barro’
Es decir, que se observa, de forma clara, la mencionada ‘Ley Campoamor’:
Y es que en el mundo traidor
nada hay verdad ni mentira:
todo es según el color
del cristal con que se mira.
Pero no nos dejemos engañar ni confundir, siempre hay intereses corporativos – institucionales; no vale caer en la trampa de relativismo, cuando, en realidad, nos están imponiendo, formal o subliminalmente, sus interesadas ideas españolistas y españolísimas, sin ningún gramo de crítica, ni a la mala gestión, ni a la propia visita. Y cuando se manipulan los hechos y el contexto, el resultado son falacias.
En definitiva, que debemos ser críticos y no dejarnos llevar por los centralizadores y recentralizadores, y no nos dejemos engañar por sus argumentos sofistas.
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