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2016-08-15 - 09:02
Por la gravedad de la situación financiera y de seguridad pública en Veracruz que está por heredar y que él mismo ha denunciado inclusive ante el presidente Enrique Peña Nieto, así como por lo corto del periodo de la próxima administración estatal que encabezará –sólo dos años–, era de esperarse que a estas alturas, a tres meses y medio de asumir formalmente la gubernatura de la entidad, el panista Miguel Ángel Yunes Linares ya tuviera definidos al menos a los secretarios de despacho que se van a encargar de conducir las finanzas estatales y de combatir a la delincuencia común y al crimen organizado.
El pasado 27 de junio, por ejemplo, a través de un desplegado periodístico, Yunes Linares urgió al presidente Peña Nieto a intervenir en la entidad para impedir que el actual mandatario Javier Duarte de Ochoa termine de destruir el estado. “Hoy, cuando enfrentamos la más terrible ola de violencia, de desempleo, de quiebra en las finanzas públicas, Duarte se ocupa sólo de blindar su salida y terminar de destruir las finanzas del estado”, puntualizó el gobernador electo.
Sin embargo, ante la opinión pública Yunes Linares no le ha dado prioridad a este par de complicados temas. En cambio, el pasado viernes mostró más interés por designar al nuevo titular del Instituto Veracruzano del Deporte. En una gira por Córdoba le ofreció el cargo al tenista profesional Santiago González Torre, quien le respondió que “lo iba a pensar”.
Si de veras Yunes ha tomado cabeza de playa en Veracruz para que el PAN recupere la Presidencia de la República en 2018, entonces el virtual gobernante del partido blanquiazul debe blindarse mejor y evitar incurrir en las mismas ocurrencias e improvisación de nombramientos que caracterizó y desgastó a los últimos gobiernos priistas.
Y es que este viernes 12, el periodista Francisco Ortiz Pinchetti –fundador de la revista Proceso– escribió un interesante artículo titulado “Veracruz, ‘peón envenenado’ para el PAN”, en el que argumenta que “más allá del ignominioso intercambio de acusaciones” entre Duarte y Yunes, “pienso que podríamos estar frente a una estrategia francamente maquiavélica para revertir hacia 2018 las siete cacareadas victorias estatales del PAN en los comicios del pasado 5 de junio”, pues el analista político refiere que entre los jugadores de ajedrez es conocida, por eficaz, la jugada llamada “del peón envenenado”, una “trampa genial” que consiste en entregar una pieza menor al adversario sin que éste se percate de que, al comérsela, está comprometiendo de manera inconsciente la partida misma.
“En Veracruz, de manera premeditada o fortuita, el PRI empleó esa misma jugada”, al entregar al PAN “una gubernatura podrida” y que “los dirigentes panistas, embelesados,
cayeron en el garlito: comieron sin darse cuenta la pieza que puede costarle la contienda por la grande, dentro de dos años.”, resume Pinchetti, quien acota que quizá “sería un exceso” atribuir al ex dirigente priista Manlio Fabio Beltrones “la sagacidad y la inteligencia requeridas para concebir y ejecutar un lance de ese calibre”. Pero no duda que “el sonorense del colmillo retorcido, afamado por sus habilidades políticas no siempre ortodoxas, debe haberse carcajeado al mirar la euforia panista por su victoria sobre el PRI en la tercera entidad del país con mayor número de electores”. Sin embargo también revela que, con sorna, “un panista experto en cuestiones electorales” le comentó en las vísperas del 5 de junio que “ojalá perdamos Veracruz, por el bien del PAN”.
Y es que el articulista recuerda que la candidatura de Yunes fue impugnada desde un principio por sectores del PAN y PRD que miraban los riesgos que implicaban los antecedentes del ex priista converso. También comenta que “a pesar de los preocupantes indicios”, el dirigente nacional Ricardo Anaya “ignoró las advertencias de sus propios correligionarios, incluidos algunos muy allegados a él y aun miembros del Consejo Nacional del albiazul”.
Pinchetti refiere que Yunes basó su campaña en las denuncias sobre la corrupción de Javier Duarte y prometió llevarlo a la cárcel, pero advirtió que no será tarea fácil. “El mandatario priista saliente –apuntó– habrá dispuesto de seis largos meses (desde la elección del 5 de junio hasta la toma de posición del nuevo mandatario, el 1 de diciembre próximo) para eliminar evidencias de sus corruptelas, cuadrar cuentas y cuando menos medio arreglar el cochinero. Podrá entregar la casa aceptablemente limpia, de modo que sea muy complicado para su sucesor y persecutor el probar sus acusaciones en sólo un par de años. De pilón, las argucias legaloides le permitirán alargar los procesos, si es que se abren”.
“En cambio, Yunes Linares parece absolutamente vulnerable. Es objeto ya de un bombardeo intenso, con denuncias formales ante las procuradurías de justicia federal y estatal y evidencias aparentemente válidas, para menguar aún más su de por sí afectada imagen pública”, argumenta Pinchetti, quien presume que el PAN y su Comisión Anticorrupción interna que encabeza el ex dirigente Luis Felipe Bravo Mena y que por cierto –indica– aún no funciona luego de diez meses de anunciada su creación, “pueden verse en el predicamento de actuar en contra de su propio gobernador”.
“Así de grave”, asienta, para luego apuntar que “el PRI, cuya fuerza política en la entidad se mantiene a pesar de todo –con una estructura territorial prácticamente intacta– no lo dejará gobernar y buscará afanosamente que su cabeza ruede antes de la elección presidencial de 2018. Y los dirigentes panistas tienen bien claro que el resultado electoral dependerá fundamentalmente de la eficacia de sus propios gobiernos estatales, entre ellos por supuesto el de Veracruz”.
Este domingo, por si fuera poco, Yunes arremetió contra el dirigente nacional de Morena, Andrés Manuel López Obrador, cuyo grupo legislativo será clave en el Congreso local.