México se aproxima a un periodo de indudables logros y avances, aunque al mismo tiempo a grandes reflexiones de lo que ha de ser un futuro, no de visiones como muchos insisten, sino de acciones de fondo que lo lleven a recuperar lo que se ha dispersado en la maraña de intereses del poder, del dinero, de la distribución de oportunidades y riquezas, hacia este fin de año.
Ya no se trata de avanzar en procesos electorales, pues de una u otra manera hay alternancia con buenos o efímeros resultados o hasta retrocesos, lo cual ha de perfeccionarse con el tiempo; también cuando los partidos políticos sean mucho más cercanos a la sociedad a la que se deben y haya candidatos capaces y comprometidos con sus idearios y con los desafíos que impone un estado de derecho pleno.
El caso de Iguala y de Ayotzinapa viene a convertirse en un parteaguas indudable del gobierno que preside Enrique Peña Nieto, gobernadores de estados que no alcanzan a comprender la valía de su representatividad –Ángel Aguirre, Andrés Granier Melo, Guillermo Padrés Elías, Luis Armando Reynoso Femat, entre algunos presentes y pasados de todos los organismos políticos, unos cuantos; hay lista de espera– de alcaldes que hacen lo impropio por codicia o ignorancia; véase el cinismo rampante de José Luis Abascal, su esposa Ángeles Pineda –ya al fin detenidos– y el jefe de policía, Felipe Flores Velázquez y compañías dudosas, que a todos exige reflexionar y actuar en consecuencia.
Cuando miles de personas lanzan el “vivos se los llevaron y vivos los queremos”, relativo a los 43 jóvenes desaparecidos hasta ahora, lo evidente, más allá de las puras manifestaciones, es un clamor irreversible. Es una exigencia local e internacional que no puede pasarse por alto, pues hay familias que padecen lo indecible ante la zozobra y el dolor que invade todos los espacios.
El asunto no puede diluirse así nada más y seguir como hasta ahora ocurre.
Peña Nieto tuvo el tino de recibir a los padres de los estudiantes secuestrados, reunión, como se sabe, de cinco horas de indignados reclamos, observaciones, llantos, demandas. Salió luego a dar la conferencia ante los medios de comunicación en Los Pinos, fondeado por atribulados integrantes de su equipo de trabajo, con el compromiso de cumplir 10 puntos, el uno, la búsqueda incansable.
En eso están, ya veremos los resultados, pues hay esperanzas de que estén vivos.
La pregunta es a quién o a quiénes les es permisible poner al equipo gobernante contra la pared, cuando lo importante es resarcir lo más pronto posible a los agraviados y recuperar la institucionalidad, el estado de derecho que merece la nación.
Ya se verán las consecuencias de tantos movimientos, hay ya una exigencia social que ponga fin al desasosiego que a nadie conviene, a ninguna democracia mezclada de derecha, centro e izquierda.

ATRAQUE 1:

La Suprema Corte de Justicia de la Nación bateó al PRD, al PAN y al PRI; al primero, la consulta popular con la reforma energética; al segundo, con los salarios mínimos, y al tercero, con la eliminación de “pluris”.
Argumentos hay en las determinaciones, aunque la sociedad queda como si no fuera necesaria en algo que debiera ser democrático; ¡Ah qué ministros tan sobrados de todo, hasta de sueldo!

ATRAQUE 2:

Vamos a esperar al pacto dos de Peña Nieto contra la corrupción, impunidad y estado de derecho, a los que los tres partidos referidos ya están moviéndose también, materias pendientes que datan, ¡uf¡, de muchos años, que tienen que ver con la impartición de justicia, las policías, los intereses y los negocios.