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LO LAMENTO MUCHO
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2014-12-02 - 10:23
He leído y me he reído de todas aquellas opiniones que exigen que renuncie el presidente de México. En principio me molestó mucho que un asesinato de 43 jóvenes por parte del grupo de delincuentes “Guerreros Unidos”, ordenado por un presidente municipal cobijado bajo las siglas del PRD, PT y MC, apoyado por el principal precandidato a la gubernatura de Guerrero del hoy nuevo partido político Morena, asesinato que pudo prevenir el omiso hoy ex gobernador de Guerrero que llegó al poder abanderado por el PRD, PT, MC y apoyado por el PAN; me molestó mucho, retomo, que esa indignación llevara a un presidente de la república emanado del PRI, y que la circunstancia se aprovechara para solicitar la renuncia del presidente de la república.
Al paso de los días logré entender que si bien los partidos de izquierda (PRD, PT, MC y Morena) y el de derecha (PAN), lograron de manera muy inteligente enfocar la indignación popular en contra del partido del centro (PRI), también hubo mucha culpa en este último, pues denuncias hubo en la PGR y nadie les hizo caso, ni las atendió.
Me incomoda el mal manejo de la información sobre este y otros temas del crimen organizado, que se ha manejado conforme a una decisión de estado desde que Peña Nieto asumió la presidencia de la república, pues ocultar los crímenes no los resuelve ni le evita el sufrimiento a la población. Hoy sigo esperando que algún funcionario federal me explique qué hacían los normalistas en Iguala, quién los mandó y por qué, así como las razones y el origen de este terrible suceso que ha conmocionado a México. Pero hasta hoy nadie da explicaciones, la corrupción e impunidad impiden a las autoridades federales, aun en medio de una crisis, sacar a la luz las complicidades y el uso que se les daba a estos normalistas como carne de cañón para otro tipo de intereses, ajenos a los de una normal rural.
Con el paso de los días, sale a la luz pública la relación de corrupción, cochupo e impunidad que existe entre el presidente de la república y la constructora Higa, gracias al escándalo de la casita blanca. Imposible de explicar, porque jamás un político mexicano reconoce sus culpas, y otorgando a la población una explicación increíble y absurda. Y de ahí, una serie mayor de negocios y complicidades entre el señor Hinojosa y el señor Peña.
Aunado a ello, las instituciones nacionales, como la PGR, el Congreso y las demás, sufren como nunca una total pérdida de confianza y de credibilidad por parte de los ciudadanos. No hay mexicano que crea las explicaciones que otorga ningún nivel de gobierno, pero cuando esto llega a las instituciones más importantes de México, la situación se torna mucho muy grave para el país.
Para adornar este catálogo de despropósitos, llega el decálogo de seguridad, anunciado con bombo y platillos; decálogo que no ataca la impunidad, que no ataca la corrupción, que no sigue el dinero para eliminar los beneficios financieros del crimen organizado; decálogo que depende del Congreso para atender las URGENTES exigencias del pueblo de México, que no atiende la debilidad financiera, tecnológica y humana de las procuradurías estatales y federal, ni su corrupción, así como no atiende tampoco la debilidad financiera y humana, ni la corrupción del Poder Judicial. Es decir, no atiende las demandas de los mexicanos de seguridad, procuración e impartición de justicia, y cero impunidad, cero corrupción.
A todo lo anterior debemos añadir la pérdida de poder adquisitivo de nuestra moneda, y un crecimiento económico raquítico en los dos años de gobierno de la actual administración. El titular de hacienda se olvida de que las reformas fiscales y la política fiscal deben trabajar en beneficio de la población, estimulando el crecimiento económico, el empleo y el bienestar de los ciudadanos, a los cuales se deben los servidores públicos. Sin embargo, la reforma fiscal propuesta y llevada a cabo en este sexenio tiene un único fin recaudatorio, como si fuéramos un país invadido por extranjeros y estuviéramos obligados –los ciudadanos– a pagar tributo permanente a las fuerzas de ocupación, sin tomar en cuenta el sufrimiento de la población.
Esa sensación de país ocupado, de gobierno interesado en recaudar, sin brindar seguridad pública, procuración de justicia y administración de justicia a sus gobernados, se percibe mucho más con el precio de los energéticos, en particular de la gasolina y el diésel. Se nos decía que aumentaba el precio (a pesar de ser país productor de petróleo), debido al aumento de los precios internacionales, y ahora que los precios han bajado en el mundo, lo cual está estimulando a la economía mundial y podría traer a México también una mejoría económica, el gobierno decide mantener altos de manera artificial los precios de estos energéticos, con el fin de obtener más recursos de nuestra sociedad. En lugar de bajar el precio y lograr un incremento en la actividad económica, tan alicaída por sus erróneas políticas económicas y fiscales, no lo hace, actuando exactamente como un gobierno de ocupación, dispuesto a saquear a la población sin interesarse por su bienestar.
Por ello, hoy comienzo a entender que el grito de “renuncia Peña”, refleja algo más que el hartazgo de la población por errores en la procuración de justicia, por el asunto de Ayotzinapa. Es una exigencia para terminar con un gobierno insensible a las necesidades de la población, y sólo atento a sus propios intereses de grupo, un grupo que hoy ya se percibe como ajeno a los intereses de México, como si fuera un invasor extranjero.
Me queda claro que muchos obtienen recursos gracias a Ayotzinapa. Los que toman casetas y hacen “colectas” entre los automovilistas, no entregan esos recursos a las familias. Los que venden camisetas y “memorabilia” tampoco. Se ha vuelto un negocio personal. Sin embargo:
Un presidente cuya credibilidad a dos años de iniciado su sexenio es prácticamente nula, quien ha demostrado a través de las decisiones de su gabinete una total insensibilidad al sufrimiento de la población y cuyos intereses difieren de los intereses de la patria, aunado a un escándalo de corrupción inexplicado que aumenta día con día, es un presidente que debe renunciar, para bien de su nación… Así como lo hizo Porfirio Díaz, dictador que en mucho lastimó a la población de México, para modernizar el país en beneficio de unos cuantos, y a costillas del sudor y la sangre de las mayorías… así como don Porfirio, también don Enrique debe renunciar.
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