¿Qué hacer, por ejemplo, cuando dos profesionales de la salud a los que acudimos y consultamos, dos médicos, tienen opiniones contrarias respecto a determinado padecimiento y el tratamiento que se ha de aplicar? Por lo general, de manera conchuda, le hacemos caso al que nos prohíbe menos.
La cita del gran escritor estadounidense que puse como epígrafe puede parecer algo chusco, pero no está nada alejada de la realidad. Dependiendo de la variación por nuestros gustos personales, disfrutamos de la vida con un delicioso trozo de pastel de fresa, tres leches, con coco o sin él, con nuez; con una suculenta hamburguesa con queso amarillo, tocino, desbordada de salsa de tomate cátsup, mayonesa y mostaza; con rebanadas de pizza de anchoas o salami, jamón o combinada; tacos de carnitas los domingos; refrescos, aguas frescas o café con suficiente azúcar, bien dulces… ¡Y es precisamente eso los que nos prohíben! Lo que le da vida a la comida, lo que hace que la alimentación sea no sólo necesidad sino también placer, son, principalmente, la sal y el azúcar, lo dulce y lo salado. Y no sé si realmente constituyan esos dos elementos algo tan perjudicial para el metabolismo. A veces en mis accesos de teoricoconspiración he llegado a pensar que algunos galenos y otras personas disfrutan perversamente al quitarle a las personas, enfermas o no, exactamente lo que más les gusta. Hay esquizofrénicos que, sintiéndose los guardianes de la salud ajena y colectiva, le arrebatan el salero a la persona que tienen enfrente, o le impiden – entrometidos – que alguien le ponga más de una o dos cucharadas de azúcar al café.
Experiencia personal.
A raíz de que me detectaron diabetes mellitus tipo dos, si le hubiese hecho caso al primer médico que consulté, no estaría alimentándome más que de verduras hervidas sin sal ni nada y agua simple… Por otra circunstancia tuve que consultar a otro doctor y éste me impuso una dieta, con restricciones sí, pero mucho menos severa que la del primero. Finalmente, para una autorización para poder operarme de cataratas, acudí con mis análisis a un especialista (cardiólogo) y me dijo con los resultados de esos estudios en la mano: “Si me pregunta, por lo que a mí respecta, usted no tiene diabetes”. Agregó que hay personas funcionando normalmente con 500 de glucosa, y que realmente lo peligroso es que la anomalía fuese hacia abajo, que no tenía por qué abstenerme de una dieta normal, claro, evitando los excesos.
Y lo siguiente NO es una recomendación, porque así como por la manera de pensar se dice que cada cabeza es un mundo, también así cada cuerpo humano es diferente de los demás.
Decidí que, pasara lo que pasara, iba a seguir disfrutando de las viandas que me gustan sin escatimar para nada las cantidades de sal, azúcar y grasas en mis platillos (algo que causa severo daño al organismo, el alcohol, lo dejé hace casi seis años, así que por ahí no hay problema más que las secuelas) y hasta ahora voy bien gracias a Dios. Sin embargo, reitero: lo que funciona para mí no necesariamente tiene que funcionar para otra persona con el mismo padecimiento.
No obstante, debemos confiar en nuestro médico. Las discrepancias mencionadas se dan simplemente porque los profesionales de la medicina tienen diferentes “estilos”; así como hay diferentes modos en músicos, arquitectos, maestros, los galenos varían en la forma de atacar determinada enfermedad. Muy aparte de que a veces tengamos que recurrir a nuestra capacidad de discernimiento y finalmente tomar nuestra propia decisión, debemos confiar en la ciencia médica que Dios pone a nuestra disposición.

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Difícil situación para el presidente Enrique Peña Nieto con la intransigencia de los pseudomaestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) que lo que menos son es ese “Trabajadores” del nombre del sindicato. Y lo difícil de la situación se da porque está impedido de hacer lo correcto, es decir, aplicar la ley con la fuerza del Estado, porque los grupos y organizaciones de “derechos humanos” a nivel nacional e internacional están pendientes para ponerse del lado de los izquierdistas por más delincuentes que sean.
El estado de cosas en varios estados, principalmente en Oaxaca ya está al borde de la revuelta: o el gobierno aplica la ley sin importar que la izquierda nacional e internacional se le eche encima de manera feroz, o les concede todas sus peticiones a los corruptos líderes de la CNTE, incluyendo su principal exigencia, la contrarreforma educativa.
Y en ese poner orden va a haber muertos, debemos asumirlo. Al movimiento de los “maestros” disidentes se han adherido miembros de la guerrilla izquierdista mexicana; desde los neozapatistas del farsante “Marcos” hasta terroristas más “serios” como el EPR, y grupos pequeños de zonas serranas de Oaxaca, Chiapas y Guerrero.
A estos hay que agregar a verdaderos terroristas mediáticos, aquellos periodistas y universitarios que apoyan a los rebeldes zurdos de causa torcida.
El gobierno debe actuar y estar dispuesto a asumir las consecuencias, a enfrentar la furia de los irracionales izquierdistas. Debemos aprender de la historia. En países de centro y Sudamérica, sucedió en los años 70s y 80s del siglo pasado (el XX) que la violencia izquierdista se desbordó a tal grado y los gobiernos timoratos no actuaban ante ello, que la sociedad civil, el pueblo, se vio en la necesidad de formar (que no se me acuse de dar ideas) grupos paramilitares, en palabras llanas, escuadrones de la muerte.
Y ante estos dolores de cabeza que seguro le dan, ¿quién asesora al presidente Peña Nieto? Con las reformas estructurales energética y educativa, que indudablemente son benéficas y a mediano y largo plazo van a traer prosperidad a todos, tiene a la recalcitrante izquierda encima. Y de repente, el titular del ejecutivo decide escupir para arriba y echarse encima a la derecha también al dar su total apoyo a los mal llamados “matrimonios igualitarios”. ¿Quién lo asesora señor presidente?
Y hasta el próximo sábado, si Dios lo permite.

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