02 de Mayo de 2024
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Idolatría y charlatanes
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2016-10-13 - 14:57
Los ídolos de ellos son plata y oro, Obra de manos de hombres. Tienen boca, mas no hablan; Tienen ojos, mas no ven; Orejas tienen, mas no oyen; Tienen narices, mas no huelen; Manos tienen, mas no palpan; Tienen pies, mas no andan; No hablan con su garganta. Semejantes a ellos son los que los hacen, Y cualquiera que confía en ellos. Salmo 115:4-8
La idolatría es una de las desviaciones más grandes que afecta a muchos creyentes que consideran que al practicarla siguen un camino correcto, adoran imágenes que en sí mismas, no representa nada.
Una de las vertientes de este falso culto (que entendemos puede ser impulsado por el desencanto o la ilusión de una solución “milagrosas” a nuestros problemas), es caer en las garras de un charlatán.
Este tipo de merolicos (de lenguaje muy envolvente), se auto asumen como “iluminados”, seres predestinados que tienen la misión de ayudar a los demás…claro, por una módica suma de dinero.
Para ilustrar lo anterior, evocó el caso del alvaradeño César Ricardo Lara Lira, que como nombre de batalla, que buscaba apantallar a los paisanos, usaba el siguiente seudónimo: Richard Raséc (este último César al revés).
El famoso heresiarca se anunciaba en una de las revistas de mayor tiraje en los años sesenta y setenta del pasado siglo: “Confidencias del club de amigos, te comunica el amor”. Era un semanario de los que ahora se definen “del corazón” que contenía recetas de cocina, consejos de belleza y temas por el estilo, pero la mitad de las 64 páginas tamaño media carta, estaba dedicada a personas que buscaban su “media naranja”.
Ahí era donde entraban los avisos de aquel hombre que ofrecía sus “poderes mentales” para lograr toda clase de “amarres”, curar “mal de amores” y cualquier otro tipo de problemas relacionados con la soledad del individuo.
Para tales efectos, Raséc ofrecía amuletos que contenían arenas del Sahara “bendecidas” por santos varones y monsergas por el estilo. Sin embargo, los mentados polvos, eran recolectados en las playas de Alvarado, donde hay bancos muy importantes de arena sílica, mi gran amigo Ángel Cobos era propietario de alguno de ellos.
A pesar de la burda maniobra, el multicitado personaje logró acumular una gran fortuna material que le dio para comprarse una mansión bastante grande en el “Pedregal de San Ángel”, barrio de moda en la Ciudad de México para los adinerados de aquellos tiempos. Desde luego, las propiedades en su tierra natal también se multiplicaron.
Con los años la popularidad del estafador vino a menos al ser sustituido por otros de su misma ralea, que buscan aprovecharse del desánimo e ignorancia de la gente para hacer dinero fácil, por desgracia las cosas son así.
En este sentido, en nuestros días podemos escuchar programas radiofónicos de cualquier cantidad de “hermanos” que nos ofrecen en venta todo tipo de artilugios para que nuestra suerte cambie, para que mejore nuestra salud con medicina de “última generación” y un sinfín más de patrañas que no tienen ningún sustento real. Caray, hasta en la televisión nos dicen “pare de sufrir”.
Reflexionemos y caigamos en cuenta que la idolatría es explotada por seres sin escrúpulos que encuentran un nicho perfecto en aquellos y aquellas que no analizan con certeza el texto bíblico, les sugiero, con respeto, que estudien a profundidad el Salmo 115.
Dios provee, pero apeguémonos a su ley no caigamos en herejías.

*Vivencias de Rafael “El Negro” Cruz, editadas por Javier Roldán

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