21 de Mayo de 2024
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La importancia de saber elegir al sucesor
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2016-10-31 - 15:19
Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. Génesis 17:7
El versículo con el que iniciamos hace referencia al pacto que estableció Jehová con Abraham, para dejar claro al gran profeta de que de su simiente saldría el pueblo elegido, por fortuna, el iluminado patriarca compendió a cabalidad cual era la ruta a seguir.
En nuestro sistema político existe el fenómeno en el que el presidencialismo exacerbado (reproducido en menor escala en los ejecutivos estatales y municipales), siempre ha tenido la tentación de que el mandón en turno pretende dejar en la “silla” a su elegido.
Podríamos decir que es una fatídica obsesión, misma que, quizá, adquiere tintes sicológicos y tiene que ver con la aspiración de alargar el poder, lo que se ha definido como un maximato.
Lo más extraño del caso, es que a pesar de que la historia ha demostrado en todas y cada una de las situaciones que tal intención es vana, los políticos patrimonialistas se empeñan en repetir el error, no experimentan en cabeza ajena.
Ejemplos hay de sobra, veamos algunos.
Luis Echeverría, ante los trágicos sucesos de 1968, decidió exiliar del país a Gustavo Díaz Ordaz, a pesar de que el propio Echeverría era secretario de Gobernación cuando el malhadado día, pero alguien tenía que cargar con los costos. El poblano fue a parar a Madrid.
José López Portillo también mandó a paseo a su antecesor, nomás que al fin del mundo, a la Islas Fiyi, ante la ambición de Echeverría de seguir entrometiéndose en los asuntos internos, famosa aquella frase de mi amigo Gustavo Carvajal sobre “el beso de San Jerónimo”.
De Jolopo que decir, Miguel de la Madrid aprobó una campaña de desprestigio que acabó con la imagen del nepotista gobernante, que fue confinado al ostracismo, prácticamente a “ladridos”.
El caso más paradigmático fue el de Ernesto Zedillo, que después de encontrarse, literal, la candidatura a la muerte de Luis Donaldo Colosio, encarceló a Raúl Salinas de Gortari en un hecho sin precedentes, a pesar de las amenazas y la “huelga de hambre” de Carlos.
En los cuatro casos mencionados siempre hubo aspirantes más aventajados que los que finalmente fueron elegidos por el “dedo” del Tlatoani, Moya Palencia en 1976 y Manuel Bartlett en 1988 lo demuestran, no obstante, el sueño guajiro de poner un candidato a modo, salió contraproducente.
Pero lo que realmente ha demostrado la insania de estas aspiraciones bananeras en mí partido (aunque PAN y PRD no están exentos, además de que Andrés Manuel es amor y señor de las candidaturas en su feudo), se dio a partir del año 2000 cuando perdimos la presidencia.
Sin la existencia de los equilibrios previos entre el centro y los estados, los gobernadores se hicieron electores únicos para nombrar a su sucesor, fue así que surgió la estrategia de mandar contendientes sin la preparación necesaria para gobernar.
De estas circunstancias salió la idea del Nuevo PRI (propuesta fallida por la que algún publirrelacionista cobró millonadas). En varios casos se privilegiaron las candidaturas de jóvenes frívolos que con el paso del tiempo han hundido a varias entidades en el oprobio.
La enseñanza es incuestionable: hay que escuchar la opinión de todos y decantarse por aquel que haya mostrado más experiencia y sensatez, no por aquel que nos adule. Los méritos sí importan.
Ojalá aprendamos de la historia y comencemos a recuperar el terreno perdido, el 2018 no nos pinta nada favorable.

*Vivencias de Rafael “El Negro” Cruz, editadas por Javier Roldán

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