Francisco Cabral Bravo
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2 Con solidaridad y respeto a Cuitláhuac García Jiménez, Eric Cisneros, Ricardo Ahued Bardahuil y Rafael Hernández Villalpando.
Cabe destacar que el lenguaje de las campañas políticas se ha endurecido notablemente en los últimos 20 años. La palabra “adversario” se ha sustituido por la de “enemigo”.
Las redes sociales han modificado radicalmente el tono y la intensidad de los intercambios, haciendo más áspera la interacción social.
Este momento de crispación coincide con el decreciente apoyo a la democracia en toda la región.
Muchos piensan que la polarización entre rivales políticos es la culpable de la caída de la confianza.
Cómo señala con razón Moisés Naím, en otras épocas los gobiernos democráticos buscaban construir acuerdos con sus oponentes, organizando coaliciones que les permitían tomar decisiones y, por supuesto, gobernar.
Ahora, los adversarios políticos mutan con celeridad en enemigos irreconciliables, haciendo imposibles los acuerdos.
Atizadas por una sensación generalizada de injusticia social, la redes sociales han contribuido a multiplicar la polarización. En las redes no hay espacio ni tiempo ni paciencia para la ambivalencia, los matices o la posibilidad de que visiones encontradas hallen puntos en común.
Es todo o nada.
Buscar acuerdos o coincidencias es visto como cobardía. Se busca polarizar y punto. La polarización ha llegado para quedarse y profundizarse, fortaleciendo el concepto de la antipolítica como una respuesta de repudio a corrupción de las élites tradicionales y la arrogancia permanente de los grupos económicos.
La polarización, entendida como una estrategia política de contraste permanente con los “rivales históricos” o los de “coyuntura”, tiende a lo promoción de discursos de odio transformando a los oponentes políticos en enemigos a quienes triturar y destruir, dejando por fuera el debate a los verdaderos problemas que enfrenta la gente.
La polarización se ha convertido en el best seller de los estrategas electorales. Pará el politólogo Roberto Rave, el mundo entero vive una polarización política rampante, de extremos y no de consensos; de grito y ofensas y no de buenas formas; de dádivas e intereses particulares y no de argumentos que busquen el bien común.
Despolarizar una sociedad confrontada es difícil, pero imposible.
Implica forjar bajo el amparo de la tolerancia y el diálogo, nuevos pactos democráticos de convivencia que garanticen espacio para todas las voces.
Mientras más se polarice la política, más difícil será generar consensos amplios en un contexto de desilusión democrática ante los pobres resultados de la gestión pública. Sim diálogo los problemas se multiplican, abriendo las puertas al populismo y demagogia. Requerimos estadistas que vean más allá del pleito callejero y del calor de la contienda.
Y como lo he venido comentado en anteriores columnas finalmente, referiré que el pacto de los tres Poderes de la Unión en torno a la reforma constitucional del sistema judicial representa una oportunidad dorada para actualizar el entramado legal en el que se desenvuelve el Poder Judicial, empero, ala vez, puede terminar de tajo con su autonomía e independencia, ya que uno delos objetivos es alinear las leyes y normas que rigen su operatividad con los principios de la Cuarta Transformación.
El mismo Arturo Zaldívar ministro presidente de la SCJN reconoció el papel de los juzgadores como garantes de la estabilidad democrática y cauteloso, señala que confía en que la reforma que emerja de las discusiones sea un producto consensado que preserve la división de Poderes y su independencia.
Sea pretendido reducir los sueldos de jueces, magistrados y ministros por abajo del sueldo presidencial y esta es una de las manzanas de la discordia, ya que de ninguna, lo aceptarán en el Poder Judicial.
Este es tan solo uno de los diferendos, hay otros que también son cuestionados por los expertos jurídicos en torno a la injerencia directa del Ejecutivo en el Judicial para frenar el nepotismo, la remoción y sanciones a jueces federales así como la austeridad, paridad de género, rotación de jueces y la transparencia de las sentencias, entre algunos otros temas.
En todo lo anterior, la Judicatura ya tiene mecanismos de autocontrol y regulación, por lo que se opone a que otras instancias ajenas a ellos, entren a “arreglar algo en el que ya están trabajando”.
Si Arturo Zaldívar permite que la reforma del Poder Judicial se ponga en sintonía con los objetivos de la 4T que tramposamente en arbola valores y objetivos que nadie cuestiona, pero que en el fondo busca asumir.
Pará finalizar hago el siguiente comentario: Las familias mexicanas desean que sus hijos y sus integrantes puedan estudiar o trabar, sin sobresaltos por violencia, con cierta seguridad de que no perderán la vida ni el empleo y que podrán salir delante de los retos que la vida nos impone.
Este país funciona gracias a todas esas familias, a sus esfuerzos, a su tenacidad y responsabilidad. México es un gran país.
Pará nuestro Presidente este momento es uno de los más complicados que enfrenta en su corto caminar por las sendas del poder.
La violencia en Culiacán fue terrible. Lo que se vivió fue una apología de violencia en la cual el Estado decidió doblar las manos al verse superado por los narcotraficantes y tener nula capacidad para defender a familias de militares y de culiacanenses.
AMLO sabe perfectamente lo ocurrido y su responsabilidad, aún cuando esté en paz con su conciencia, no lo está con su deber. Es una lección humillante y dolorosa, pero como todo aprendizaje, si deja una enseñanza para mejorar y cambiar lo que no funciona, entonces puede haber avances.
El primero es el compromiso de EEUU, que anunció Ebrard, para frenar la venta de armas y su tráfico por la frontera, lo cual es importante si se cumple el compromiso.
El otro problema que se suma al de la violencia y la inseguridad es la economía.
Hay diálogo entre el Presidente y los grupos empresariales. Todos invierten lo que normalmente hacen cada año para mantener su negocio, pero no vemos nuevas inversiones importantes.
Evaluar el alcance y la viabilidad de sus proyectos está en la decisión de AMLO más allá de opiniones técnicas o financieras. Pero la economía nacional va más allá de estos proyectos. Se requiere de certeza para reanudar la inversión y evitar que continúe cayendo el empleo.
Se requiere un líder, y aún con la fuerza de AMLO, no tenemos esa guía. No hay confianza y por lo tanto no hay inversión, pese a las fotos.
Es su decisión recuperar la figura presidencial como unidad nacional. Es su decisión atraer inversiones y otorgar certeza, es su decisión evitar confrontaciones con críticos y medios. Es su decisión replantear la estrategia contra la violencia y recuperar el Estado de Derecho.
Nadie quiere que fracase no hay confianza en los partidos o en otros dirigentes, AMLO tiene la llave. Si la usa para unir, crecer, desarrollar y conducir a todos los mexicanos será exitoso.
El es el dueño de su destino, no sus críticos ni sus opositores. Hay datos duros y reales.
El narcotráfico se fortalece la economía caí y la violencia aumenta.
Pero no es todo inevitable. Y eso lo puede lograr un gobierno capaz de fijar rumbo y sumar voluntades.
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