Francisco Cabral Bravo
Con solidaridad y respeto a Cuitláhuac García Jiménez, Eric Cisneros Burgos, Ricardo Ahued Bardahuil y Rafael Hernández Villalpando.
Nada más revolucionario que leer, en especial, novelas (clásicas y modernas), pero bien escritas y estructuradas, ya que son la posibilidad de asomarse a un espacio que, para el autor, es democrático, en el que confluyen voces distintas, incluyendo a quién lee.
Ni duda La Quinta Transformación deberá intentar cerrar la brecha de confrontación social que el presidente ha impuesto como político de Estado, aplicar una auténtica estrategia de seguridad, para evitar que se continúe ensangrentado como nunca al país, reactivar la economía y restañar el vulnerado Estado de derecho; restablecer los contrapesos internacionales al Poder Ejecutivo que han sido uno a uno nulificados en favor al autoritarismo presidencial, pero sobre todo deberá de tratar de recuperar el tiempo perdido.
México es, también, la historia de sus fallidas modernizaciones.
En repetidas ocasiones AMLO ha dicho que desea profundizar la transformación institucional que encabeza, que su propósito es que, de cambiar el gobierno de manos, les cueste mucho trabajo, o incluso le sea imposible, dar marcha atrás.
Pero todo lo que sube, y más aún en política, tarde o temprano tiende a caer.
Todos los gobiernos piensas que detentarán el poder sexenios o décadas.
Ahora los morenistas se sueñan en Palacio por un largo período. No toman en cuenta, lo que Moisés Naím (El final del poder) ha estudiado: que ahora como nunca el poder es inmenso y frágil.
La recesión está tocando la puerta y la alta inseguridad no cede. El saldo: descrédito internacional por la ausencia de una estrategia sería en seguridad. La producción petrolera volvió a caer. En las elecciones de 2021 se les cobrará su impericia: la gente vota con el bolsillo y las emociones.
La Quinta Transformación, nombre ridículo, no debe plantearse como tal sino como un período de reconstrucción. Es necesario volver a equilibrar los poderes. El cesarismo revolucionario, según lo visto, no es la fórmula para resolver los problemas del país. Es preciso restaurar La República.
Los aportes del período de Morena (el combate a la corrupción y la pobreza), son invaluables, pero no han sabido aplicarlos.
La aprobación (es un decir, diría mi respetado Salvador Camarena) del Presupuesto de Egresos de la Federación 2020 dejó prácticamente en todos, un muy mal sabor de boca. Ni duda lo más relevante de esto, es que pareció más una opera bufa que otra cosa, fue el desaseo exhibido por quienes en su inmensa mayoría, son menorídeos no tienen la menor idea acerca del cual mostraron su aquiescencia y abyección.
Sin duda alguna, el Presupuesto de Egresos 2020 es la más importante herramienta con la que cuenta un gobierno para expresar sus prioridades, su visión de gobierno y aquello con lo que pretende trascender.
El año 2019 significó fuertes retos de aprendizaje para el nuevo gobierno. Frente a varios de estos posibles desequilibrios, una vez que el PFF fue aprobado, habrá que dar seguimiento a la eficiencia y a la transparencia con la que el gobierno actúe para el año que viene.
La economía mexicana está lejos de ir bien. Números del Inegi confirman que llevamos tres trimestres consecutivos sin crecimiento. Oficialmente, estamos en recepción técnica.
“Al borde del precipicio”, para ponerlo en palabras del extitular de la SHCP, Carlos Urzúa. El 2% de crecimiento que AMLO pronóstico para este año se esfumó. Apostó públicamente y perdió. Sería bueno que lo reconociera. Es paso obligatorio para corregir.
Lejos de observar una mejoría, los problemas del país, permanecen, crecen y surgen otros, sin soluciones viables. Seguimos entrampados e inmersos, cada parte en su propia y compleja realidad, los tiempos se van consumiendo y los desencuentros cada vez más frecuente suben el tono.
Los soberbios no callan, el silencio no es lo suyo. (Gracias Sabines).
Al contrario, lejos de callarse, sin jactancia son poco o nada.
Los soberbios requieren atención, público, gente que les aplauda, que les critique, que atienda su llamado, que responda, que les reconozca, que los rechace, que lo que sea, pero que reaccione. Los soberbios viven para los otros, para los que nunca antes les dejaron caer.
Los soberbios creen que avanzan a pesar de la estulticia, de lo baja que sea su petulancia. Jesús de Veracruz viva la victoria de los soberbios, que nos arrastra hasta aquí, hasta lo rastrera de su soberbia.
Y como lo he venido comentado en anterior espacio, en la Suprema Corte de Justicia hay un cargo vacante. El perfil, integridad, conocimientos y convicciones de la persona que lo ocupe resultarán clave para contribuir o no a generar las condiciones para avanzar hacia un país que, en lugar de ser de privilegios, sea de derechos.
AMLO envío al Senado una terna integrada por tres profesionales del derecho. Por una parte, Diana Álvarez Maury y Margarita Ríos-Fajat, dos abogadas con sólidas trayectorias que actualmente ocupan cargos en la administración pública federal. Por otra, Ana Laura Magalony Kerpel, una académica notable, especialista en derecho constitucional, cuyos trabajos han puesto el acceso a la justicia para las mayorías en la agenda pública y han sido pioneros en el análisis de la operación de las instituciones de justicia en México.
Está terna le ofrece al Senado de la República una ocasión para resarcir los costos que le generó el resiente y muy cuestionado proceso de designación de la nueva titular de la CNDH.
Combatir la corrupción al interior del Poder Judicial es un requisito sine qua non para fortalecer su imparcialidad.
Tomará tiempo y muchas voluntades.
La buena noticia es que hay condiciones propicias. El Senado de la República tiene delante suyo una oportunidad extraordinaria. Esperemos no la vulnere y no la desperdicie.
Pues bien vivimos en los tiempos de la posverdad, de los datos alternos, de la realidad alterada.
A veces desde la comunidad del anonimato que brindan las redes sociales, a veces dando la cara (y el nombre y apellido), el discurso radical y violento anida en donde se le permite, un poco como aquellos pájaros, cuco o cucúes que depositan su huevo en el nido de otras aves para que ellas lo empollen sin saber con lo que se van a encontrar más adelante.
¿Qué hacer al respecto?. Cuestionar, preguntar, verificar, corroborar. Leer a personas con quienes no necesariamente estemos de acuerdo. Intentar la empatía. Juzgar menos, escuchar más. Y salir. Salir de nuestras burbujas, de nuestros círculos concéntricos, de nuestras cámaras de eco. Salir, recorrer, ver las cosas con nuestros propios ojos, escuchar de viva voz lo que los demás tienen que decir.
Las mentiras, las medias verdades están en todas partes. Pero la realidad también, y al alcance de nuestras manos y de nuestras mentes. Sólo tenemos que abrirlas para dejarla entrar.
Y para finalizar aprovecho este espacio para hablar de lo que poco se comenta. De un espectro: la oposición política. Aquella que al menos en apariencia, decidió retirarse del campo de batalla como si su derrota en 2018 hubiese sido la de Waterloo, que supuso el fin de Napoleón y del Imperio Francés.
Cierto que la coalición Juntos Haremos Historia significó la restauración de un gobierno de mayoría que no se ha visto en los últimos 21 años.
La derrota de la oposición no fue menor.
Hoy los líderes de sus partidos están por decir lo menos desdibujados y desorientados. Lo mismo ocurre con los jefes de sus fracciones parlamentarias.
Ojalá pudiera decirse que esta en retirada táctica y rehaciendo sus organizaciones, pero lo que alcanzamos a ver es que más bien están noqueados, divididos y lamiéndose las heridas en lugar de prepararse para la siguiente ronda. Por lo pronto no se perfilan líderes potenciales con la capacidad, primero de rehacer sus partidos, segundo, de superar las diferencias internas y, tercero, de fraguar coaliciones rumbo al 2021. No se ve por ningún lado una estrategia de regreso.
Su posición en las cámaras no es fácil.
La oposición es prácticamente testimonial.
Ni derecho al pataleo quedó. No hay coalición que valga, aunque fuese sólo para vetar. En el Senado tiene poder de veto si actúan en coalición, pero por falta de unidad, o vaya usted a saber por qué, no lo han querido o logrado ejercer.
El resultado: una oposición disminuida, desavenida, fragmentada y, aparentemente, sin estrategia. Morena y AMLO han aprovechado la situación de debilidad y división de sus adversarios.
A la oposición le dieron un descontón serio, pero se asumió moqueada. Lo que está es huérfana y pasmada.
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