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MOMENTO DE ACOTAR - Francisco Cabral Bravo
Nadie la lleva fácil, ni los gobernantes ni los gobernados
2020-05-18 - 21:36

Francisco Cabral Bravo


 


Mientras ustedes leen este texto, amables lectores, hay para mí varias lecciones y mensajes. Metan a los payasos es una frase que proviene del circo, se convirtió en modismo de uso común y hasta ha titulado famosas melodías. Se refiere a la aparición inmediata de los bufones cuando sucede una tragedia en el trapecio, en la jaula o en la arena, para que los niños crean que lo sucedido forma parte de ka comicidad.


Dicen que esa combinación de realismo e ilusionismo sirve tanto para atender lesiones como para evitar traumas.


La política debiera proveer así cuando nos cae “la de malas”. Debo subrayar que no estoy proponiendo una política de simulación, con la que nada se resuelve. Por el contrario, lo que nos ha aconsejado la historia del mundo es la infalible combinación entre la política pública inteligente y eficiente, con el estilo de gobierno convincente y complaciente. Todos tenemos que hacer algo, aunque cada quien lo suyo. Nosotros y nuestros gobiernos. Con armonía, con solidaridad y con tolerancia.


Hoy, la naturaleza y la economía han arruinado nuestra comodidad y nuestra felicidad. Estamos como el trapecista desplomado, como el domador tragado y como el pirófago quemado. Nadie la lleva fácil en ningún país. Ni los gobernantes ni los gobernados. Ni los ricos ni los pobres. Ni los débiles ni los poderosos. Ni los buenos ni los malos. Ni los tontos ni los inteligentes. Ni los viejos ni los jóvenes. De repente, nuestra cuerda se rompió, nuestra fiera enloqueció y nuestra antorcha salpicó.


La salud de nuestro porvenir económico se encuentra ante una enfermedad muy grave, muy dolorosa, muy peligrosa, muy difícil y muy cara. Donde los médicos de las finanzas nada pueden prometer en tiempos, ni en costos ni en resultados.


El iceberg ya golpeó al trasatlántico de la política económica de todas las naciones. A lo largo de la vida, habremos aprendido. Lo primero, que todo es sumergible y es destructible. Lo segundo, que con la mayor rapidez nos apliquemos al control de daños. Lo tercero, que iniciemos el salvamento y el rescate.


No sé en verdad cuántos botes salvavidas tenemos. Por eso no sé si se salvará el gobierno, la empresa, el trabajador, el sistema o el país. No sé si se salvarán todos ellos o no se salvará ninguno.


Tampoco sé a quién se quiere salvar. Es más, ni siquiera sé si tenemos botes salvavidas. No tengo todas las respuestas, pero, al menos, creo tener todas las preguntas.


Por eso, todos los gobiernos requieren administrar un “política nacional de sueños”. Repito que no hablo de engañar, sino de serenar. Franklin Delano Roosevelt no engañó, pero serenó. Invitó a la serenidad cuando dijo que a lo único que había que tenerle miedo era al propio miedo. Invitó a la realidad cuando dijo que la economía se componía a la larga, pero que la gente no comía a la larga.


Nos ha estado cayendo la de malas. Necesitamos consuelo y solución. Por eso me temo que, si nuestros países terminan lesionados, destrozados o discapacitados, vamos necesitar de muy buenos médicos, pero, si no fuera mucho pedir, también vamos a necesitar de muy buenos payasos.


No sé si usted tenga tiempo para leer. No digo como insulto. Pero me resultaría imposible entender las decisiones que ha tomado, y particularmente las que ha dejado de tomar, sin atribuirlas a que usted no lee. Seguramente ha escuchado hasta lo que no come le hace daño. Reza refrán popular. Y otro quizá más acorde a AMLO es ni picha, ni cacha, ni deja batear. Su modito es el de concentrar el poder, con visión patrimonialista del mismo.


Antonio del Valle aclaró los términos del acuerdo que podría beneficiar a cerca de 30 mil empresas y el BID aclaró que no requiere garantía soberana de México porque son recursos a la iniciativa privada. Los empresarios no buscan confrontar a AMLO, pero tampoco quieren que la economía naufrague. Con el deterioro que implica, mayor pobreza, delincuencia, desempleo, insalubridad, pérdida de inversiones, deterioro de la infraestructura. Y esto es digno de halago como reconocieron Marcelo Ebrard y Graciela Márquez. Se requiere toda la ayuda posible.


Pero no, AMLO dijo muy claramente que lo rechazaba porque no le gustaba “el modito” de que empresarios se pongan de acuerdo para imponer sus programas. No son sus programas, son del BID Invest, conforme sus reglas de operación y requisitos. Seguramente muchos empresarios esperaban una felicitación, y no una recriminación. AMLO alega que ese tipo de acuerdos implican corrupción entre el poder político y el económico, aunque aquí el factor político está ausente. El problema es que siente que desafían su autoridad. Que el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios actúe para no afectar la cadena de proveeduría y consiga financiamiento del BID Invest, por 12 mil millones de dólares, es una gran noticia para conservar empleos e inversiones.


Quizá le molestó que la IP le robara protagonismo a su programa de un millón de microcréditos por 25 mil pesos que difícilmente podrán solucionar siquiera el pago de nómina.


Pero de repente nos anuncia que va a centralizar más el poder, al quitarle a la Cámara de Diputados su facultad exclusiva de manejar el Presupuesto. Bajo una “emergencia económica” que no se define ni en contenidos, ni en alcances, ni tiempos, ni su calificación por autoridad alguna, ni casuales, ni características, así no más, pide que el Ejecutivo asuma la facultad del legislativo en el manejo del Presupuesto. Lo que anula la división de poderes y los contrapesos institucionales.


Así que quedará en la SCJN una decisión sobre este penoso asunto para la democracia.


Para finalizar, pensar que el COVID-19 no existe y que está en marcha una conspiración del gobierno para matar personas es una creencia que no tiene des luego sustento en la realidad, pero que por algún motivo echó raíces en las mentes de algunas personas. Podemos suponer que esas personas no son los únicos, sino que hay muchos que comparten la idea de que está en marcha una conspiración asesina encabezada por un poder oscuro que intenta engañar a la sociedad bajo el pretexto de la pandemia, para perseguir objetivos de dominación política o ganancia económica. Sin restarle seriedad al dolor de las personas que perdieron familiares en el Hospital Las Américas, creo que resulta aún más curioso el hecho de que ellos consideran que las fuerzas oscuras y poderosas que están detrás de esta compleja conspiración, han logrado engañar a casi todos, pero no a ellos.


Las teorías de la conspiración existen porque, bueno, las conspiraciones a veces son reales. Las redes de corrupción conspiran todo el tiempo para escamotearle dinero al gobierno; los insurgentes mexicanos se reunían en la casa del corregidor de Querétaro para conspirar sobre la lucha de Independencia; Nixon y sus allegados conspiraron desde la Casa Blanca para espiar a sus rivales políticos.


Las teorías de conspiraciones logran enganchar porque muchas veces existe una predisposición subyacente en las personas que las adoptan; un prejuicio social, una actitud ante la autoridad, o una necesidad de encontrar explicaciones más satisfactorias a una realidad injusta.


En el contexto de una pandemia, resulta grave porque sectores amplios de la sociedad crean que todas las acciones del gobierno son parte de una gran conspiración. En tiempos en los que las redes sociales hacen fácil la propagación intencional de noticias falsas.


Alimentar la desconfianza, la incredulidad y la sospecha permanente crea una sociedad que tiende a rechazar los hechos y la verdad de entrada.


La desconfianza en las autoridades y el gobierno no es algo necesariamente dañino. Una democracia requiere que los ciudadanos sean capaces de cuestionar y verificar las afirmaciones de las autoridades antes de darles crédito, o catalogar lo que nos dicen como mentiras.


En esto, el mejor aliado de las sociedades es la transparencia, la veracidad, la suficiencia y la oportunidad de la información pública, que venga acompañada de una comunicación que sea consistente con la verdad.


Para las personas cuyos familiares murieron en el hospital de Ecatepec, es posible que se hayan entregado con más facilidad a la idea de una conspiración asesina dirigida desde el poder porque es un mecanismo que históricamente ha sido olvidado y traicionado por el sistema, por los gobiernos y por el mercado; que nunca ha recibido la suficiencia en servicios públicos, justicia, seguridad ni desarrollo económico.


La ausencia de información, como en el caso de las personas de Ecatepec a quienes no se informó con oportunidad sobre sus familiares, siempre abrirá paso a la especulación, la sospecha y la desconfianza. ¿Cómo culparlos?


 

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