Francisco Cabral Bravo
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Durante las últimas semanas se ha intensificado el interés por conocer o definir bien la regulación de las llamadas campañas electorales, es decir, las actividades que realizan aspirantes para darse a conocer ante el público y difundir sus propuestas o virtudes, con el fin de ganar la postulación a un cargo de elección popular.
En México, desde 2007, se consideró necesario fijar límites para que nadie tomara ventajas indebidas. Así nació la figura jurídica de la precampaña, con tiempos determinados y reglas para la propaganda y los gastos.
Puede discutirse si esas restricciones son o no convenientes, incluso pueden parecer difícilmente aplicables en la práctica. Pero es la ley. En otras palabras, según una interpretación literal de la ley, son sancionables los actos de precampaña que se anticipen un poco (uno o dos meses) pero no lo son si se anticipan mucho más.
Esta imprevisión de la ley ha sido aprovechada por actores políticos a tal grado, que ha propiciado la percepción de que las autoridades electorales cierran los ojos ante la realidad. Hasta ahora, el INE ha ceñido su criterio, a la literalidad de la ley, interpretación que ha sido reforzada por sentencias emitidas por el Tribunal Electoral en el mismo sentido. Pero la fuerza de los hechos hace necesaria una revisión de tales criterios.
Narraremos una fábula, la historia es vieja, y el final lo sabemos todos, aunque no queramos admitirlo. Un final que podríamos estar a punto de vivir en carne propia.
“Las ranas se cansaron de vivir en democracia, y pidieron a Júpiter que les concediera vivir en monarquía con tanta insistencia que terminó por concederles su deseo. En un instante, del cielo cayó un rey que, aunque pacífico, causó un gran estruendo: las habitantes del estanque, timoratas asustadizas, corrieron de inmediato a esconderse bajo el agua, en los arbustos, entre los juncos de la orilla.
En cualquier escondrijo que pudieron encontrar, y durante algún tiempo no se atrevieron a mirar la cara de quien era su nuevo monarca, y que ellas pensaban se trataría de una rana monstruosa y amenazante, dispuesta a controlarlas. No era así, sin embargo.
Aquél a quien tanto temían y que suponían un gigante sin conocerlo, en realidad no era sino un simple tronco.
Un tronco al que, ahora sabemos, se le perdió el miedo el día del culiacanazo. “Un tronco cuya solemnidad asustó al principio, a la primera rana que se aventuró, temblorosa y con miedo, a salir de su guarida para mirarlo de cerca. Al poco tiempo, otra la siguió, una más un poco más tarde y otra después, hasta que, después de un rato, la multitud de ranas había perdido el miedo y brincaba con toda naturalidad sobre el cuerpo de su monarca, quien parecía consentirlo todo en su inmovilidad.
“Las ranas brincaban, felices hasta que los oídos de Júpiter volvieron a retumbar con los reclamos de los batracios”. El tiempo del rey había terminado, y, las ranas querían continuidad, pero con cambio. Una nueva generación, alguien dispuesto a profundizar en la transformación emprendida. “Queremos a un rey distinto, un rey que se mueva. Las ranas pidiendo rey-Les Grenoilles qui demandent un Roi es una fábula publicada en 1668, basada en un relato de hace aproximadamente 2,600 años, pero que no ha perdido vigencia: “Júpiter no lo pensó dos veces y, fastidiado, dejó caer en el estanque una grulla que, sin más, comenzó a atrapar y devorar a sus propios súbditos, los mismos que hasta hace unos instantes clamaban por él y que, ahora, lloraban sorprendidos sin entender lo que pasaba”.
La precampaña deberá tener un resultado positivo para la sociedad: el contraste no sólo vendrá de las propuestas, sino de la civilidad con que se conduzcan ambos procesos. El objetivo no puede limitarse a la elección de un candidato; el proceso-per-se- debería de ser la construcción de un país mejor, y, buscar un objetivo conjunto: las ranas a pesar de todo, pueden seguir viviendo en democracia.
Entraremos así a una nueva etapa de la historia democrática en México.
En otro contexto Xóchitl Gálvez representa esencialmente oxígeno, aire fresco, pero especialmente, independencia: no obedece a grupos, cúpulas, partidos ni círculos de poder, Xóchitl no proviene del privilegio, nació y vivió en pobreza durante su infancia. Se rebeló a los usos y costumbres para salir de su pueblo, estudiar, avanzar en la vida, lograr una carrera, casarse con quien ella misma eligió.
Si de partidos se tratara Xóchitl es todo lo que Morena hubiera querido: una mujer indígena que viene desde abajo, que ha vencido todos los obstáculos sin engañar ni traicionar a nadie.
Es todo lo que el PAN hubiera soñado: una mujer capaz, generosa, con aspiraciones y exitosa. Es también todo lo que desearía el PRI: una mujer valiente, activa, honesta y revolucionaria.
Es todo lo que hubiera aspirado el PRD, una mujer de izquierda, inteligente, literal, progresista. Es todo a lo que hubiera aspirado el MC una mujer atrevida, diferente, genuina.
Pero más allá de los partidos, Xóchitl es lo que muchos hemos querido: una persona que tiene conectado el corazón con el cerebro, una mujer obsesionada con salir adelante, mejorar las cosa y sin apego al poder. Una mujer con valores y sensible, con arrojo, alegre e independiente.
Es atractiva para los jóvenes. Los adultos mayores.
Justa con la palabra y la memoria.
Es con quien sueñan los empresarios, preparada, ingeniera, con visión y conocimientos técnicos. Entiende de ciencia y tecnología. Es la que muchos campesinos quieren, sabe y quiere al campo. Es una emprendedora audaz, sin pasado oscuro, y con un presente sereno y alegre. El mismísimo exconsejero presidente del IFE Luis Carlos Ugalde, nos habló del “efecto Xóchitl”. Está convencido de que su aparición entre los aspirantes presidenciales del citado Frente Amplio por México, Xóchitl Gálvez se dejó sentir, a pesar de que no está en el ánimo del jefe nacional del PAN, Marko Cortés. “Xóchitl es más atractiva”, sintetizó el director de Integralia Consultores.
El primer enemigo a combatir es la ignorancia, porque la ignorancia es una fortaleza sin puente levadizo.
En otro orden de ideas hace unos días se publicó una noticia que volvió un poco más lento el andar del reloj. No podía ser de otra manera, pues se daba a conocer la muerte de Nuccio Ordine, un pensador y escritor que nos invitó a recuperar la importancia de largo y paciente viaje del conocimiento. No se exagera cuando se plantea que murió uno de los últimos humanistas que, en este amanecer del siglo XXI, lo recordaba la imperiosa obligación que tenemos de reflexionar acerca de la educación y no perder de vista que en el viejo universo de los libros llamados clásicos seguiremos hallando más de una respuesta a las complejas preguntas que, como seres humanos, nos planteamos día con día y que le dan sentido a cada una de nuestras respiraciones.
Más allá de enlistar los logros académicos de Ordine, que, por cierto, son numerosos, se trata de tomar cada una de sus páginas y resistirse, de alguna manera, a la fatalidad y al postrero destino de quien nos invitó a su mesa a compartir con los clásicos. Quizás sea el momento de pronunciar en voz baja ese par de versos con los que el poeta Francisco de Quevedo nos habla acerca de la lectura, "vivo en conversación con los difuntos y escucho con mis ojos a los muertos".
Fieles a la costumbre de hablar profusamente de la obra y vida de quienes han partido, paradójicos comentaristas de esquelas, la muerte de Ordine provoca ese aire de melancolía que solo generan quienes han escrito páginas que acompañan nuestros silencios y encienden los faros del pensamiento. Este lugar común adquiere sentido cuando observamos que, a nuestro alrededor, la barbarie y sus infinitos rostros han acentuado una crisis que aún no terminamos por entender. Si la historia es el resultado de los momentos críticos de las sociedades, también es la posibilidad de escuchar cada una de las palabras de quienes, luego de padecer y descifrar su contexto, le dan un nuevo significado a la esperanza, a la belleza y al sentido de la humanidad en cada una de sus páginas. Baste recordar a personas como Hannah Arendt, George Steiner, Umberto Eco, Rob Riemen, o Martha Nussbaúm para mencionar la importancia del humanismo en nuestra época. En efecto, se habla de un "humanismo" que no obedece a una ideología o régimen político de carácter populista, inventos tropicales de quienes creen poseer la verdad.
En sí mismo, el humanismo nos habla de esa resistencia de la que somos capaces para no dejarnos abatir por la injusticia y el poder.
Hay ocasiones en que se llega a estos autores por la simple coincidencia de encontrarse con un título que llama la atención por su aparente sencillez. Así me ocurrió con La utilidad de lo inútil (Acantilado, 2013), un libro en el que Ordine plantea una defensa de todo aquello que es esencial y que contrapone al valor utilitario impuesto en las últimas décadas. "En este brutal contexto, la utilidad de los saberes inútiles se contrapone radicalmente a la utilidad dominante que en nombre de un exclusivo interés económico, mata de forma progresiva la memoria del pasado, disciplinas humanísticas, las lenguas clásicas, la enseñanza, la libre investigación, la fantasía, el arte, el pensamiento crítico y el horizonte civil que debería inspirar toda actividad humana. En el universo del utilitarismo, en efecto, un martillo vale más que una sinfonía, un cuchillo más que una poesía, una llave inglesa más que un cuadro, porque es fácil hacerse cargo de la eficacia de un utensilio mientras resulta cada vez más difícil entender para qué pueden servir la música, la literatura o el arte" (pág. 11-12). Lo interesante es construir nuestras propias respuestas entre los renglones de Shakespeare, García Márquez, Henri Poincaré o Picodella Mirandola que fueron subrayados por Ordine. Así entre sus páginas, se asoma uno de los primordiales pilares por los que fue muy reconocido: la educación. En este aspecto en donde se pueden encontrar las respuestas a su inquietante pregunta, en donde el conocimiento puede despertar la sensibilidad de quien se maravilla con la belleza, deja latir su corazón con la música de la libertad y se resiste a la injusticia y la barbarie.
Nuccio Ordine con frecuencia, hablaba del poema de Constantino Cavafis, Itaca, para referirse metafóricamente a la educación y al aprendizaje.
Ojalá lleguen sus páginas a tu mirada y dialogues con la posibilidad de un mundo diferente en calma.
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