Francisco Cabral Bravo
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Dice el diccionario de la Real Academia Española, que forjador o forjadora "es la persona que tiene por oficio forjar".
Y de forjar dice "que es dar la primera forma con cualquier pieza de metal".
El diccionario Océano Uno coincide y agrega, como una acepción de sentido figurado, que forjar es crear algo con esfuerzo.
Pero ya sabemos que los diccionarios tratan más de palabras que de vida (aunque las palabras sean vida desde luego).
Si las palabras no tuvieran alcance metafórico, ¿qué sería de ellas? ¿ y qué de nosotros, sólo con palabras de significado estricto?
Porque forjador es el que forja, ya se sabe, pero lo que importa es lo que forja, a partir de qué la forja, cómo lo hace y, hasta dónde puede llegar con lo que forja.
Por eso forjadores son aquellos que se inventan su propia vida y contribuyen al desarrollo y bienestar de otros.
Los forjadores crean mucho con muy poco y transforman la existencia de miles o millones a partir de una idea y de una gran dosis de tesón. Y por supuesto, de imaginación, talento y liderazgo.
Los forjadores no son seres alados que están predestinados a la cumbre, y tampoco son seres mitológicos que tienen un lugar asegurado en las alturas.
Suben por cuestas empinadas, casi siempre oyendo a buenas personas de buenas intenciones que les repiten no se puede.
Los forjadores creen siempre, fracasan continuamente y se renuevan una y otra vez.
Los forjadores saben ver más allá del alcance de los ojos; intuyen, arriesgan, persisten, rectifican, avanzan, construyen.
Se equivocan claro, pero aprenden, insisten, perseveran, innovan. De ahí que insisto en que se debe aprender a construir acuerdos para aprender a ser compañeros.
Las discordancias se hallan a nuestro alrededor. Si no existen, entonces es muy fácil discernir lo que sucede. No se tiene vida y se vive aislado de cualquier tipo de contacto humano.
La manera de abordar los desencuentros es lo que hace la diferencia. Cuando el camino nos presenta una discrepancia, tenemos la oportunidad de decir que la ocasión se convierta en una oportunidad de aprendizaje y crecimiento.
Si encauzamos el proceso de manera correcta, es posible salir fortalecidos de cualquier disputa.
Una actitud positiva nos permitirá abordar con apertura la problemática. Nos impulsará a conocernos más a nosotros mismos. Y nos ayudará a descubrir puntos de vista alternos y divergentes.
Charles Pierre Baudelaire, uno de los "poetas malditos" de la Francia del siglo XIX, esgrimió una frase elocuente, controversial y profundamente reflexiva: "El mayor engaño del diablo es convencernos de que no existe”
Los románticos habían buscado un nuevo héroe para sus experiencias vitales y poéticas.
Epígono del romanticismo, Baudelaire se aferra a la figura del diablo. Magnificaban a Lucifer hasta verlo convertido en un símbolo.
Brutalmente asido a ese Romanticismo, que estaba por desaparecer, el poeta francés desmenuza, comprende, y se le otorga a Satán una belleza magnífica y sagrada. Baudelaire es también, y hasta el extremo, creador de diablos, pues los reinventa y les da vidas nuevas.
En su obra nos lo muestra de formas variadas. De rostros múltiples y caracteres variados. ¿Pero quién es realmente ese Satanás? ¿Quién es el Lucifer?
Nos lo han pintado como un ser maligno de piel rojo escarlata, portador de colmillos vampirescos, ojos que vomitan fuego, cuernos de borrego cimarrón, cola con punta de lanza y un afilado tridente como su arma torturadora y expiadora.
A lo largo de siglos, filósofos poetas y escritores han escrito sobre él. Pero la mayoría, como lo menciona Yehuda Berg en su extraordinario libro Satán, una autobiografía, lo han entendido mal.
Y cuando digo extraordinario, me refiero a que la lectura mencionada, ha sido una de las mejores que he hecho en los últimos años. Sin duda, muchas de las reflexiones de este escrito, provienen de esa obra literaria.
Ganador del Premio Nobel, el escritor francés André Gide esboza un presentimiento cuando dice: "Nunca se le sirve también como cuando no se le percibe". Y complementa su sentir cuando menciona. "A él siempre le conviene no dejarse reconocer y, eso es lo que me molesta pensar que cuando menos creo en él, más fuerza le doy". Pocos han descubierto las verdades luminosas que se cuelan entre las pequeñas grietas del caparazón humano. He aquí de las claves de nuestra existencia. El escepticismo es el atrincheramiento del alma y la lápida de la inteligencia.
El escepticismo, clavado en nuestra mente racional preserva la incredulidad y alimenta a nuestro gran adversario. El ego.
La verdad del espíritu y la apertura del alma nos pueden llevar a entender el verdadero papel de Satán. De entrada, hay que aclarar un gran malentendido. Satán no es su nombre. Es la descripción de un trabajo. Es un papel que se interpreta en el juego de la vida. Satán es una palabra hebrea. El Antiguo Testamento habla de HaSatán, que significa "el adversario" o "aquel que se opone". Un poder que se opone. Satán el antagonista de la película de nuestras vidas.
Como lo refiere Baudelaire, los rostros múltiples y variados de Satán son la depresión, la ira, los celos, la preocupación, el miedo, el falso orgullo y el comportamiento egoísta.
Y el ego es finalmente la respuesta reactiva al mundo. Si nos volvemos vanidosos frente al éxito, es el ego haciendo su cometido. Si nos deprimimos frente al fracaso, ese también es el ego.
Dejamos que el egoísmo se apodere de nuestro ser es el ego. Damos caridad y dejamos que todo mundo se entere, es ego. Creamos un conflicto porque alguien tiene una opinión distinta a la propia, ego por ambas partes. Seguimos una creencia ciegamente, sin cuestionarnos, es igualmente el ego. Nos dicen la verdad y la rechazamos, el ego haciendo su "magnífico" trabajo.
El ego es finalmente, lo que nos motiva a reaccionar. Es una acción refleja.
Y de acuerdo con el planteamiento de Berg, todos esos pensamientos negativos, son los de nuestro gran adversario, Satán. Se ha disfrazado ingeniosamente de nuestro ego, para que pensemos que esa inclinación a la negatividad es nuestra.
Nada más falso. Todos pasamos por situaciones difíciles.
El tema fundamental, es cómo reaccionamos ante ellas. Qué hacemos con nuestro dolor. ¿Dejarnos que el ego se apodere de nosotros y sufrimos? O lo afrontamos y crecemos. Si escondemos la espinosa realidad en el armario, el dolor sigue y se convierte en amargura. Y recuerde que, el poder no se comparte. Cuando mucho se reparte. Yo te doy tu rebanada, pero no metas la mano en mi plato, ni en la charola del pastel. Poder que se comparte no es poder ni en los maximatos, ni en los directorios, en las regencias. La anarquía no se presenta cuando nadie manda, sino alando todos mandan. La ausencia de poder equivale a la anemia. El exceso de poder equivale a la leucemia.
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