Maricarmen Delfín Delgado
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Cuando estás frente a mí, mi alma se regocija, contemplo tu interior, las ansias de colocarte entre mis labios son irresistibles, no puedo más y sujeto tu oreja, la inevitable cercanía incita mi boca, por fin, el deleite que provocas llega hasta mi garganta; qué sería de mi vida sin ti, deliciosa taza de café.
Frente a una taza de café se conversa, se reflexiona, se negocia, se discute, se arreglan asuntos, se añora, se recuerda, se ríe, se llora, se enamora, se seduce, se invita, se halaga, se ruboriza, se finaliza, se reconcilia, se sugiere, se escribe, se comparte, se planea, se ama. Todo esto y más es posible teniendo como testigo y cómplice una taza llena de café, chocolate o té, no importa, la taza siempre está presente, se ha vuelto necesaria en nuestro diario vivir, lo fue desde la prehistoria donde sus pobladores bebían ocupando sus manos como un cuenco; a lo largo de la historia, lógicamente, este recipiente ha sufrido cambios tanto en su forma como los materiales con se fabrican, actualmente se puede beber un líquido en tarro, jarra, vaso, copas, asignándoles una función en particular, para cerveza, para agua, para vino, etcétera.
Se atribuye su origen a la cultura china dos siglos antes de Cristo, originalmente eran hechas con arcilla, tenían forma de cuencos y se destinaban únicamente para tomar té, en la época de la dinastía Han, cuando descubrieron la porcelana (una masa formada por polvo de rocas ígneas, caolín y hueso de animal), empezaron a fabricar tazas y otras piezas que dan origen a las vajillas.
En el antiguo Egipto, se utilizaban jarras para contener los líquidos, además tazas de barro, de piedra y de alabastro, más tarde de fayenza (cerámica vidriada), y eran de forma cónica.
Los romanos también bebían en vasos y tazas ya con dos asas, al estar sobre la mesa se podían compartir, ellos sí bebían en la misma taza; fabricadas con metal, vidrio y cerámica.
A Europa llegaron en la Edad Media, se dice que a través de Marco Polo y por las Cruzadas, siendo a finales del siglo XVII que se empezaron a fabricar en el continente; las clases altas las utilizaban de metal como oro y plata, mientras que las clases más bajas usaban recipientes de cerámica. Durante el Renacimiento el arte de la cerámica floreció en este continente produciéndose tazas y tarros con diseños exclusivos y con grabado, esto generó la fabricación de tazas del estilo tradicional de las regiones cafetaleras de Arabia, Turquía y África, de porcelana y posteriormente de caolín.
La Revolución Industrial dio lugar a la producción en masa de cerámica y porcelana, lo que permitió que fueran más accesibles a toda la población. La porcelana china se convirtió en una mercancía valiosa y cotizada en toda Europa. En el Viejo Continente las tazas fueron consideradas durante mucho tiempo como símbolo de estatus, ligado a las realeza y clase alta, donde sí podían disfrutar del nuevo lujo que era el café.
En la actualidad, son de múltiples diseños y materiales, también se han ido sustituyendo por tarros o vasos desechables, pero no podemos negar que el sabor del café se disfruta más servido en una taza.
Dato curioso es la adopción del plato debajo de la taza y la colocación del asa, se atribuye a los ingleses, se estima que esta costumbre inició en el XVIII, con el objetivo de enfriar el café, éste era vertido de la taza al plato que en aquella época era más hondo que el que se utiliza ahora, así se enfriaba en menor tiempo y era bebido directamente de éste, la taza era solamente el contenedor. Con la incorporación del asa, el uso del plato para beber se anuló quedando solamente para sujetar la cucharita y facilitar el transporte de la taza, fue el último elemento que se le sumó, como medida para manipularla sin el temor de quemarse la mano y beber de una forma más cómoda.
No existe certeza acerca del origen de la palabra “taza”, que tiene sello español, se supone que su etimología proviene del vocablo persa “tast”, que significa “cuenco”, que derivó al árabe en “tassah”.
“Me he tomado también tu taza de café, ya casi no tengo azúcar pero me acordé que a ti te gusta amargo. Sabe muy feo como esta soledad. Como éste estar deseándote a todas horas”. Jaime Sabines.
Todos tenemos una favorita, cómplice de nuestros labios y pensamientos, donde la bebida, sea cual sea, reposa en ese cuenco para darnos un sorbo de placer.
29-01-24
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