Francisco Cabral Bravo
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Celebrar elecciones en un ambiente de paz y legalidad no es solo un reto operativo, es una condición indispensable para la vigencia del Estado democrático de derecho en México. Que nadie lo pierda de vista. Está en juego mucho más que una simple contienda electoral.
Ha dado inicio, de manera formal y legal, las campañas electorales con miras hacia los próximos comicios. Sería un error concluir, como bien lo pueden señalar quienes optan por el abstencionismo, en realidad, nada cambiaría ante los eminentes cambios.
Y, en cierto sentido, será difícil invitarles a que su opinión sea diferente: en estos pocos días la clase política se ha encargado de brindarles más de una razón y numerosos ejemplos para mantener su incredulidad y escepticismo ante el proceso democrático que ha sido tan difícil construir y, sobre todo, mantener en pie frente a los embates que pretenden desestabilizarlo.
Sería muy extraño escuchar a quien afirmara que llegó el tan "esperado momento" en el que inician las campañas electorales.
Se observa una oposición que pretende consolidarse como una opción viable, sin embargo, al no lograr desmarcarse de su propia historia, en la que ha dejado claroscuros en su ejercicio del poder no ha terminado por ser tan convincente frente al escepticismo que despiertan las banderas políticas que hoy conforman la coalición Fuerza y Corazón por México.
Si antes se decía que se apostaba por cierta amnesia política y que la sociedad terminaría por dejar el estante del olvido las faltas y omisiones, los errores, y el cinismo de quienes en su momento, ostentaron los cargos más importantes en la administración pública, hoy no se puede desestimar la importancia de los recursos informativos con los que se cuenta: no falta quien recuerde algo que sea de otro eslabón en el lastre del pasado que se cifra en la llamada oposición. Si su apuesta se concreta en ser quienes amalgamen el descontento y la inconformidad ante el actual gobierno, se quedarán cortos en sus alcances. Tal vez, en sus llamados "cuartos de guerra", no han dejado de lado que la caricaturización de sus figuras es, entre la sociedad, uno de sus principales puntos débiles. Claro, la memoria también tiene una suerte de humor negro que corroe su presente.
En efecto, estamos ante un proceso electoral que también implicará un reto para nuestra memoria y el peso le damos a la historia de cada opción. Sin embargo, el verdadero peso específico se encuentra en la complejidad del presente y la visión del futuro que queremos para nuestro país.
Esa decisión la tenemos en nuestras manos. Invitemos al voto y consolidemos mecanismos para la oportuna y transparente rendición de cuentas.
Aprendamos de la historia y de las mentiras.
En ese contexto se presenta un episodio donde todos somos protagonistas en la definición del porvenir, las condiciones extraordinarias actuales requieren también acciones extraordinarias.
En otro tema, les comento: los periodistas tienen un superpoder que es la palabra y como dice Spider Man, "citando un clásico un gran poder conlleva una gran responsabilidad".
Hoy por hoy, la manera en la que cubren, redactan, titulan y difunden notas de violencia de género son todo menos equilibradas: hay sesgos, hay machismo y hay tendencias alimentadas por estereotipos sociales.
"La labor informativa tiene un impacto muy importante en la conformación de nuestros pensamientos y opiniones, influyendo en las estructuras y sistemas sociales directamente", reza un reporte realizado a lo largo de un año por la agencia LLYC.
El informe se llama "Desenfocadas: Cómo opinar e informar mejor sobre violencia de género", y es una recopilación y análisis de 350 millones de artículos en medios y mensajes, en redes sociales que concluye: no hay tal cosa como comunicación con perspectiva de género.
¿Quieren datos?
La culpable: Una de cada cinco noticias sobre violencia de género la justifican.
Sin intimidad: Una de cada seis notas exponen los datos personales de las víctimas.
El foco en ellas: 75% más de menciones a los atributos de las víctimas que de los victimarios (45% más de datos a su edad).
Las conversaciones son más violentas. Hay más cuidado y sensibilización en medios que en redes sociales.
Cuando se habla de violencia se nombra casi tres veces más a la mujer que al hombre.
Casos aislados: Una insinuación negacionista en medios se multiplica por cuatro en las redes sociales.
Si seguimos manteniendo estas costumbres, sesgos o ignorancia dejaremos de ocupar un papel central en la construcción de percepciones públicas y en la conciencia social. Pero visto desde el lado positivo, tenemos a la mano, otra vez, el superpoder para cambiarlo. Como dice Alex Grijelmo: "Las palabras son los embriones de las ideas", que determinan, sin que nos demos cuenta, la manera de ver, concebir el mundo y, por lo tanto, de comunicarlo.
¿Sabemos todos cómo se cubren las notas de violencia de género? ¿Tuvimos este módulo en la carrera de periodismo? ¿Existe un diccionario de lo que sí y lo que no se debe hacer al tratar este tema?
Al menos en mi caso no y como es una tendencia, la propia agencia LLYC "lanzó una herramienta inteligente de sesgos".
Se trata de un buscador, bautizado The Purple Check donde uno escribe un titular o se sube un texto e inmediatamente el sistema detecta las palabras y términos incorrectos y ofrece una lista de opciones con perspectiva de género.
Tan fascinante como Chat GTP o Claude, ésta herramienta de IA se antoja para todos los demás temas que son cubiertos sin conocimiento ni lenguaje adecuado como la discapacidad, la diversidad sexual o las comunidades indígenas o afrodescendientes, por citar algunas minorías.
Estamos en una época donde el volumen de contenido está al máximo, donde se generan toneladas de información por cada vez más canales. Y los controles y la responsabilidad de lo dicho y escrito está diluyendo.
De la manera en que cubramos la violencia de género estaremos ayudando a romper los ciclos de sesgos y estereotipos para usar a las palabras como herramientas de cambio. En este reporte hay quote de la periodista y activista Argentina Marta Dillón, que resume todo este esfuerzo y pone el acento en la parte que nos toca como comunicados. "Hay una gran responsabilidad en los medios, que de todas maneras no pueden pensarse separados de la sociedad, hay un ida y vuelta permanente.
Los medios reproducen lo que sucede en la sociedad, pero, a la vez, lo construyen y lo cristalizan".
Como lo he comentado en otras ocasiones el crimen ha de estar de plácemes. Pese al reiterado fracaso de los gobiernos emanados de los tres principales partidos en materia de seguridad, estos insisten en proponer la fórmula fallida a lo largo del siglo: desarrollar una política de a tiro por sexenio discutir quién carga más muertos y ceñirse las sienes no de oliva, sino de ineficacia y negligencia. Cómo no va a estar contento el crimen.
Pese a la brutal derrota del Estado que arrastra en su naufragio a las Fuerzas Armadas, los partidos albiazul, tricolor y guinda le han encontrado una veta explotable a la tragedia: usar a la inseguridad como un tema y ariete, además de sacarle el tétano a los huesos. Ni por asomo se les ocurrió lo contrario, ensayar en serio y por tiempo necesario una estrategia capaz de secar el río de sangre en el que por acción, error u omisión han ahogado al país. No buscan salir del río, sino chapotear en él.
Es absurdo querer derivar un triunfo de un fracaso compartido. En el afán de diferenciarse, las fuerzas políticas resultan cada vez más parecidas. Y si por ahí se va a seguir, al menos deberían acordar la modificación del cierre de la primera estrofa del himno, para dejarla así: "piensa, ¡oh patria querida! que el cielo un soldado, un sicario, un muerto y un desaparecido te dió".
En temporada electoral ha de irritar a la clase política un planteamiento de este tipo, pero sin duda menor al dolor que le han infringido al país.
Es inaceptable seguir con lo mismo, mejor ensayar algo distinto con una óptica nacional y estatal, no de partido.
Hoy la política es la escena del espectáculo. Las narrativas dominan. Los datos duros no siempre son creíbles frente a los otros datos. Domina la posverdad. Las encuestas no votan, se alquilan, y a veces se truquean, pero marcan tendencias.
Son una fotografía. No son predictivas, pero confirman creencias y hoy se les da un uso propagandístico. La incertidumbre provoca aversión al cambio. Más vale malo por conocido.
Y eso es la política, es el mensaje, la arena donde se dirimen diferencias, se convive con lo diverso, y se recupera el valor de la palabra. Mística, pasión y mensaje son indispensables para conectar con las personas. Las redes no han democratizado a la política, a veces la han contaminado.
La libertad para decir cosas, no es lo mismo a que se tenga un contenido que comunicar. La crisis democrática se agudizó. Recuperar la política como en lugar de la discusión pública, del debate civilizatorio, de la toma de decisiones con la participación social, es indispensable.
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