Sergio González Levet
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Está enojado con todo y con todos: que si los extranjeros que lo critican, a los que pone en pausa; que si los empresarios conservadores, que financian todos los complots que imagina en su contra, hipócritas, cínicos; que si los periodistas, que no quieren elogiarlo nomás y se atreven a criticar sus acciones, chayoteros, calumniadores, mentirosos; que si las fuerzas de la oposición ciudadana, porque no se deciden a bajar la testuz y hacer todo lo que él les mande, sin cambiarle ni una coma: que si los magistrados y los jueces, que no quieren aceptar que él es más importante que la ley y su palabra debe valer más que la propia Constitución.
Está enfadado, muy enfadado, con los millones de mexicanos de la clase media aspiracionista, que le hicieron manifestaciones enormes para exigirle que trabajara por el país, no por mantenerse en el poder; con los funcionarios de los organismos independientes, ya que querían hacer su voluntad y obligarlo a que diera cuentas al pueblo de sus acciones y de sus gastos, ¿se imaginan?
Permanece iracundo con los mexicanos afectados por su Gobierno mal hecho, que no terminan de comprender que él está por encima de los señalamientos por las obras mal hechas, por las medicinas que faltan.
Bueno, está irritado con los malosos -aunque sean buenas personas a las que hay que cuidar, no los vayamos a lastimar-, porque se dejan llevar a los Estados Unidos y en una de ésas van y sueltan la sopa de su propio involucramiento… canijos bocas flojas que son capaces de traicionarlo con tal de salvarse ellos.
Igual con sus hijos, que no han levantado -bueno, sí, pero los recursos públicos para llevarlos a sus bolsillos- y lo han hecho quedar mal, entrar en escándalos de corruptelas, dificultar su salto hacia el poder dentro de seis años.
Y está amuinado también con sus colaboradores y cómplices, puesto que no supieron hacer bien las cosas, las tranzas, de modo que nadie se enterara y +el pudiera seguir siendo el impoluto, el honesto, el honorable… la fuerza moral de México.
En la novela de novelas de México, Pedro Páramo, Juan Rulfo revela un pueblo que está muerto todo, que tiene muerto todo. Lo único que alienta vida es el propio protagonista, el cacique implacable, el dueño total: Pedro Páramo…
Que es un rencor vivo.
Pero aquí y ahora (hic et nunc), él es el más rabioso de los mexicanos, el más colérico, el más irascible… y eso que ganó todo.
Es tan insatisfecho, que solamente le falta enojarse con Claudia, y en una de ésas…
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