Francisco Cabral Bravo
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Ganar la presidencia de la República y hacerlo de manera contundente, obteniendo un triunfo singular que le concedió gran legitimidad, fue apenas el comienzo. Con la presidenta Sheinbaum, las mujeres han llegado sin titubeos al podio, el poder de decisión y, sobre todo, la capacidad de ejecución de las políticas públicas. Tomaron la estafeta y el timón de México para dirigir todos los esfuerzos para terminar con las condiciones de desigualdad y falta de oportunidades entre los y las mexicanas y entre las regiones de la gran nación. El arribo de las mujeres al poder señala el inicio para emprender la cuesta de modificar o añadir la visión femenina a un mundo con predominio masculino.
En Veracruz, con la gobernadora electa Norma Rocío Nahle, se prepara para asumir el cargo el próximo primero de diciembre, con la premisa de que, si bien ha vuelto a recorrer toda la entidad, centrará sus esfuerzos, en una primera etapa, en atender con sentido de apremio el flagelo de la inseguridad pública, municipios más pobres de la geografía veracruzana, donde todo hace falta.
Rocío Nahle ha levantado la vista y afina un proyecto de gran cuidado que será el principio de una nueva era, por lo pronto ha ocupado su tiempo en dialogar con todos los alcaldes y hacer gestiones para madurar sus proyectos y arrancar sin perder ni un minuto en materia de salud y educación, que es un derecho y único camino para la transformación cultural, base de cualquier otro cambio que se aspire.
Armando su agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Sin duda como lo he comentado aquí en múltiples ocasiones la presencia en la Secretaría de Gobierno de un operador político profesional Ricardo Ahued que como, hace mucho tiempo no se veía, le dará al estado de Veracruz la armonía y un ambiente de paz y la tranquilidad porque como él lo mencionó "Veracruz no es un juego, no merece juegos, no merece corrupción, no merece perversidad”. Hay que dejar eso claro, porque pasar a la historia es muy fácil, elígela: podrido o para bien.
Lo dijimos en este espacio y volvemos a insistir en el tema la Universidad de Oxford publicó su medición de pobreza hace dos semanas.
Esta medición incluye a 112 países siguiendo una misma metodología multidimensional que estima directamente carencias dentro del hogar. De acuerdo con este cálculo, el porcentaje de pobres en México aumentó de 4.14% a 5% de la población entre 2020 y 2022. Esto parece contradecir la caída en la pobreza que encuentra Coneval en ese mismo periodo.
Oxford mide la pobreza con base en 10 indicadores agrupados en tres temas a los que le da el mismo peso: salud, educación y estándar de vida. En salud incluye dos indicadores que son nutrición y mortalidad infantil, en educación son años de educación y asistencia a la escuela y el estándar de vida, se mide a través de electricidad, agua potable, combustible para cocinar, instalación sanitaria, vivienda y activos del hogar.
Es interesante notar que el porcentaje de pobres, de acuerdo con Oxford, es mucho menor que el estimado por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), que es el órgano encargado de medir la pobreza de forma oficial en México. Para el primero, el porcentaje de pobres es el 5%, mientras que, para el segundo, este porcentaje asciende a 36.3% de la población en 2022.
El Coneval mide la pobreza con una combinación de medición por ingreso y multidimensional (similar en este sentido a la de Oxford) que mide el acceso a seis derechos sociales como educación, nutrición y vivienda. Esta medición es más estricta que la de Oxford. Esto me parece que tiene dos puntos positivos. Por un lado, la medición oficial de pobreza en México es relativamente exigente, lo que empuja al país a mejorar. Por otro lado, el hecho de que no es una medición complaciente destaca la ventaja de tener un organismo con autonomía para la medición de la pobreza. Desgraciadamente esta autonomía está siendo cuestionada en nuestro país.
La Universidad de Oxford tiene una medición de pobreza más extrema y en ese sentido se parece más a la medición de pobreza extrema que también nos ofrece Coneval y que se ubicó en 71% de la población en 2022.
La estimación de Oxford tiene la ventaja de que incluye a muchos países, algunos de ellos con una pobreza mucho mayor que la de México.
Si nos centramos en la región de Latinoamérica y el Caribe, México ocupa el lugar ocho (empatado con Colombia) de 23 países de la región.
Los datos nos muestran que el gobierno anterior logró reducir la pobreza moderada entre 2020 y 2022, sin embargo, abandonó a los más pobres entre los pobres al punto de que la pobreza extrema se incrementó en ese mismo periodo.
En otro orden de ideas bastaría con una simple búsqueda en la red para darnos cuenta que, en el lenguaje hay términos cuyas definiciones nos conducen a laberintos en los que no se encuentra una salida o, en ciertos casos, es preferible dirigir la mirada hacia otro lado cuando existe un cuestionamiento que nos muestra una alternativa. Así, tampoco es extraño que, en la medida en que más se busca, el caminante termina por perderse en la maraña de los significados.
En efecto, aunque en la gran mayoría de los casos todo dependerá del contexto cultural en el que se expresen las ideas y todo aquello que quiera comunicar, resulta interesante observar que el lenguaje termina por definir lo que somos y quiénes hemos llegado a ser a lo largo de la historia: la riqueza de la lengua y sus cientos o miles de palabras es la que nos brinda una oportunidad para dimensionar la cultura de una sociedad, por ello, no deja de ser perturbador que, en el ámbito político, en los pasillos del poder y la administración pública dicho parámetro se disuelva con inquietante facilidad hasta convertirse en característica y en todo un sentido de los lugares comunes.
Mucho se ha discutido acerca de quienes son aquellas personas que pelean centímetro a centímetro por ingresar a la administración pública y, en un sentido muy poco figurado, a la cortecilla del poder político en nuestro país. En ciertos momentos se ha cuestionado la pertinencia de la formación académica de tales personajes o la valoración de su trayectoria política.
Ya cada quien tendrá su perspectiva en dicho tema.
Lo que resulta innegable es el uso del lenguaje que evidencia la inteligencia de dichos personajes o revela sus estrategias en la comunicación que pretende establecer con la sociedad: es lógico pensar que sus discursos llenos de profundidad poética y filosófica vaya, que en la historia han sido muy pocos los casos que se podrían citar, de tenebra dogmática, remolinos teóricos, simplomería maniquea, intensidad melodramática o peligroso reduccionismo llegará a tirios y troyanos. Así, aunque sus principales destinatarios son quienes se identifican con sus ideas, avalan sus mensajes y sus acciones, también llegará el resto de una sociedad que se encuentra del otro lado de esa frontera presumiblemente ideológica.
Así, podremos encontrar que, en nombre de esa entelequia, el siglo XX se convirtió en el pandemónium del que pocos hemos aprendido y que actualizamos con el lenguaje mismo. ¿Quién define al pueblo? Dependerá del uso que se le pretenda otorgar y de los intereses que despierte su eco, pero lo que es un hecho es que también se subordinará a la retórica del poder en turno, a la demagogia que se revela detrás de tantas máscaras y se convierte en el subterfugio perfecto para el ejercicio vertical del poder. Bueno, eso solo ocurrirá en el pasado. En el remotísimo pasado, pues hoy se despertaría la suspicacia y la duda ante quién la usaría sin reserva alguna.
Y para finalizar le comento me gusta soñar y me gusta disfruto soñar porque me gusta lo bello, lo feliz y lo perfecto. Disfruto despertar porque me gusta lo real, lo auténtico y lo verdadero. Pero, sobre todo, me gusta combinar y, entonces, sueño despierto. Eso es delicioso y mucho lo recomiendo.
Se dice que ese es el secreto de los más sabios estadistas que han logrado la excelencia, el éxtasis y el éxito. Porque la pura ilusión tan solo lleva a la decepción, a la derrota y al desastre. Esa es la política de los tontos. Y la pura realidad tan solo lleva al odio, al enojo y a la destrucción.
Esa es la política de los malos. Repito que no estoy en contra de la ensoñación. Toda mi vida me he esforzado por ser muy objetivo, por ser muy realista y por ser muy maduro. Para mi fortuna, todavía no lo logro, y todavía disfruto en ensoñarme y en ilusionarme con lo que no existe. Por eso estoy convencido de que lo peligroso no es soñar, sino sustituir la realidad con el ensueño y con lo ficticio. Los abrazo.
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