Francisco Cabral Bravo
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Desde tiempos inmemorables, el búho ha sido un símbolo de sabiduría, un guardián del conocimiento profundo y un emblema de la estrategia. En la mitología romana, el búho acompaña a la diosa Minerva, encarnación de la sabiduría y la estrategia. Este místico ave, que levanta vuelo solo al caer el crepúsculo, simboliza la capacidad de ver más allá de las apariencias, discernir en la oscuridad y proporcionar una visión aguda en momentos de incertidumbre. Este mito encapsula una verdad esencial sobre el liderazgo: la necesidad de contar con una guía silenciosa y estratégica que ilumine el camino en tiempos oscuros.
La sabiduría del búho no es solo un mito antiguo, sino una realidad tangible en el liderazgo contemporáneo.
En toda coyuntura política habrá argumentos a favor y en contra. Sin embargo, la disidencia actual en ciertos sectores tiene a mi juicio, una explicación diversa. La mayoría de los veracruzanos votaron por continuar la transformación del Estado de Veracruz, lo que implica seguir en la redefinición de las instituciones y las fórmulas. Ante el cambio del juego, el éxito dependerá de qué tan rápido se entiendan y respeten las nuevas pautas. No tengo una esfera mágica que anticipe resultados, la centralidad del tiempo en la política es clave para cambios, el reparto de cargos de su gabinete tiene un diseño calculado y estratégico de inclusión y diferenciación para un proyecto de cambios lineales, no abruptos, en la ruta de avanzar con nuevas caras que impriman su sello propio. El camino está abierto a nuestras reglas.
En política no cabe el arrepentimiento, uno se equivoca o acierta, no cabe arrepentirse (Santiago Carrillo). El reto que seguirá para Norma Rocío Nahle será el definir con qué continuar y qué corregir, una tarea compleja será la narrativa de cómo abordarlo, parcialmente si eso implica marcar la línea de su propio gobierno. Norma Rocío Nahle tendrá la gran oportunidad de reconocer los errores cometidos del gobierno saliente y desde ahí trabajar para corregir y mejorar durante su administración aquellas fallas detectadas. En la agenda pública hay algunos temas en el ojo del huracán. Ella podrá decidir cómo y a cuáles abordar en su mandato.
Demostrando con ellos sus habilidades políticas, experiencia y capacidad para resolver los problemas; por lo que ella deberá dar un nuevo rumbo al estado, con la redirección de todas las políticas públicas. Asuntos nada triviales aunque hoy suene a ingenuidad el subrayarlo. La democracia necesita una virtud: la confianza sin su construcción, no puede haber una auténtica democracia (Victoria Camps).
En otro orden de ideas en pocas ocasiones hemos presenciado una congruencia que permanecerá en la memoria con el estruendo del silencio. Porque ya sabemos, en la política no hay casualidades ni asuntos que dirima la diosa Fortuna. El artículo 2do. de nuestra Carta Magna indica que la nación mexicana es única e invisible, y establece que tenemos una composición pluricultural, que tiene como origen a los pueblos indígenas, quienes descienden de las poblaciones que habitan nuestro territorio antes de la colonización y que conservan sus propias instituciones sociales, económicas, culturales, religiosas y políticas. Nuestra Constitución reconoce también a los pueblos y comunidades afromexicanas, cualquiera que sea su autodenominación, como parte de la composición pluricultural nacional.
Estas definiciones constitucionales tuvieron su origen en una primera reforma procesada en 2001, que además reconoce de manera expresa, el derecho a la libre determinación de los pueblos y las comunidades indígenas, misma que ejerce dentro de un marco de autonomía que asegure la unidad nacional.
Como Corolario las palabras de Rigoberta Menchú: "La Paz es hija de la convivencia de la educación, del diálogo. El respeto a las culturas milenarias hacen nacer la paz en el presente".
Como lo he comentado aquí en varias ocasiones y vuelvo a insistir en el tema en los momentos de cansancio, rabia, decepción o fracaso, cuando ni siquiera la oración trae consuelo, un buen libro nos ayuda a sobrellevar la tormenta hasta que la serenidad regresa. ¿Existe un alimento más deseado en tiempos de desasosiego?
Alimentar el corazón guarda una estrecha analogía con nutrir el cuerpo. Ambos requieren de una atención cuidadosa y de decisiones conscientes para lograr una vida sana, ya sea en el plano físico o emocional. Nutrir el cuerpo exige discernimiento, elecciones acertadas y sacrificios; lo mismo ocurre con el corazón que necesita reflexionar, elegir y evitar aquello que lo dañe. Ejercitar la inteligencia implica profundizar, ir más allá de lo superficial, y orientar nuestros esfuerzos con sabiduría.
Cuando el verdadero valor de una persona radica en su inteligencia, su corazón y sus emociones, sus elecciones deben ser precisas, enfocadas en aquello que realmente las enriquece.
Entre los muchos alimentos para el corazón, uno de los más infalibles es la literatura. A lo largo de la historia, los libros han sido compañeros constantes de la humanidad. Incluso en medio de la vorágine tecnológica actual, que nos ofrece información inmediata y nos conecta con culturas lejanas, la literatura sigue siendo un refugio insustituible. Los libros, en cualquiera de sus formatos, nos permiten viajar, escuchar diversas voces, experimentar la tragedia y la alegría, y ver el mundo con nuevos ojos. Como bien expresa René Latourelle, "la literatura, surge de la persona en lo que ésta tiene de más irreductible, en su misterio". Es la vida, que toma conciencia de sí misma cuando alcanza la plenitud de la expresión, apelando a todos los recursos del lenguaje, y estos recursos del lenguaje son los que nos llevan a horizontes insospechables de pensamiento, imaginación y suspenso.
El papá Francisco, en una de sus cartas sobre el papel de la literatura en la formación, señala que "con frecuencia, entre el aburrimiento de las vacaciones, el calor y la soledad de los barrios desolados, encontrar un buen libro se convierte en un oasis que nos aleja de actividades que no nos hacen bien".
A veces, la lectura abre en nosotros espacios de reflexión que nos evitan caer en ideas obsesivas que nos acechan. Aunque la inteligencia artificial, las redes sociales y los teléfonos móviles han invadido nuestras vidas de manera omnipresente, la lectura sigue siendo relevante y esencial. En un mundo saturado de gadgets y aplicaciones, los libros y audiolibros, junto con las bibliotecas, continúan convocando a quienes buscan realizar los más fantásticos viajes y conocer a personajes entrañables. No sólo eso, quien cultiva el hábito de la lectura posee un mejor vocabulario, está más preparado para la vida y su trabajo y se convierte en un conversador ameno. Y, aunque esto pueda parecer pragmático, no lo es del todo, ya que la lectura también fomenta la serenidad ante la inmediatez, estimula la imaginación, calma el estrés y la ansiedad, y perfecciona la inteligencia y las emociones. Ampliamos nuestras perspectivas y nuestra humanidad, preparándonos para enfrentar las diversas situaciones que la vida nos presenta. A través de los libros, empatizamos con los personajes, compartimos sus preocupaciones y aprendemos de sus miedos y triunfos, obteniendo lecciones valiosas que aplicamos en nuestra propia vida.
Jorge Luis Borges solía decir en sus clases que lo más importante es leer, sumergirse en el texto vivo, más que preocuparse por las ideas o los comentarios críticos. "Si no se ha extendido completamente no importa" decía, " lo esencial es haber escuchado la voz de otro, y no hay nada más peligroso que dejar de escuchar esa voz que nos interpela".
Leer un texto literario nos pone en la extraordinaria posición de ver el mundo a través de otros ojos, aumentando nuestra capacidad de identificarnos con diferentes puntos de vista y sentimientos. Quien lee nunca se sentirá solo, pues descubre los sentimientos universales y reordena los propios. No dejemos de lado este valioso alimento intelectual y afectivo, que enriquece y engrandece nuestra humanidad.
Recuerde: "Un cisne negro", es la expresión utilizada, desde tiempos inmemorables, para referirse a un suceso cuya probabilidad de ocurrir es tan remota que, de tajo, podría descartarse y considerarse nula: en el pasado era fácil inferir que los cisnes negros no existían, simplemente porque jamás se había visto uno en Europa.
"Cuando las vacas vuelen" sería el equivalente en nuestras formas actuales. En su acepción más moderna, de acuerdo con el académico estadounidense de origen libanés Nassim Nicholas Taleb un cisne negro debería de cumplir con tres requisitos para considerarse como tal: en primer lugar y de manera necesaria, que el cisne negro sea una externalidad que no cabe en las expectativas naturales, y a la que nada en el pasado apuntaría que podría ocurrir. En segundo lugar, El cisne negro sería un evento de repercusiones inesperadas, que por sus dimensiones rebasa la esfera de su ámbito temporal y cuyas consecuencias no podrían advertirse, en tercero, y finalmente qué, a pesar de constituir una externalidad, la naturaleza humana nos permite encontrar a posteriori, y envueltos entre falacias, los razonamientos que terminan por explicarla y entendería como predecible. "Se venía venir". Suele decirse tras un tiempo.
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