Esta semana se despidieron de la Suprema Corte de Justicia de la nación (SCJ) los ministros Olga Sánchez Cordero y Juan Silva Meza. En sus discursos de despedida ambos coincidieron, prácticamente con las mismas palabras, en que “El gran lastre para México es la desigualdad entre sus habitantes” (www.eluniversal.com.mx).
Me hubiese gustado saber la opinión de los dos ministros salientes, al hablar de desigualdad e injusticia social, respecto al hecho de que, en un país en el que el salario mínimo es de 2,100 pesos al mes, haya burócratas, por ejemplo los ministros de la SCJ, que tengan asignado un sueldo de $560,000.00 (Quinientos sesenta mil pesos) mensuales más diversas prestaciones extra, lo que constituye más de 600,000 (seiscientos mil) pesos al mes.
No soy partidario del socialismo. Pienso que las desigualdades deben existir porque los seres humanos somos totalmente diferentes unos de otros física y psicológicamente; los hay laboriosos, y no tan laboriosos (por no decir holgazanes); hay diferencias en cuanto a la inteligencia, y sobre todo diferencias en la voluntad, en tener mayor o menor iniciativa. Por eso soy del parecer que los ministros de la SCJ, por sus años de estudio, por su trayectoria profesional, y por todo el proceso que tuvieron que arrostrar para llegar a dicha magistratura, deben ganar bien. Pero todo tiene un límite.
¿Qué podríamos considerar “ganar bien” en un país como México? ¿Quince o hasta 20 salarios mínimos más o menos? Pero ¡270 veces el salario mínimo! Para demostrar con ejemplos más accesibles e ilustrativos: en México, el automóvil nuevo más económico cuesta 104,000 pesos. Y una casita de interés social con todo y el costo del terreno, se puede construir con poco menos de 200,000 (doscientos mil) pesos. Es decir que con su sueldo, un ministro de la SCJ puede comprarse seis automóviles nuevos o tres casas de interés social con todo y terreno ¡cada mes! (y los diputados federales y locales y los senadores no se quedan muy atrás que digamos).
Repito: no soy partidario del socialismo; las desigualdades deben existir. Pero esos sueldos estratosféricos de algunos burócratas en un país del tercer mundo (“emergente” se dice hoy eufemísticamente) como el nuestro, son un insulto, una grosería, una aberración y no se me ocurre qué más adjetivos utilizar. Aparte, este es otro ejemplo de cómo el ser humano no aprende a por lo menos quedarse callado. Dice el rey Salomón que “Aun el necio, cuando calla, es contado por sabio” (Pr. 17: 28). Mire, lector, que ponerse a hablar de desigualdad e injusticia social con el sueldito que devengaron… Y eso sin agregar lo que habrán de recibir como ministros jubilados.
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Cría cuervos y…

Durante décadas, el gobierno solapó y alentó a líderes sindicales corruptos de izquierda en el magisterio. Con tal de tenerlos de su lado les permitió que impunemente hicieran y deshicieran a placer lo que quisiesen con las plazas de los maestros; se les permitió heredarlas, que véase de donde se vea es un absurdo; a los agitadores marxistas (que no son más que eso) de las normales rurales se les daba plaza en automático al graduarse, cuando todos los demás jóvenes que se gradúan de cualquier carrera y de cualquier universidad pública o privada, tienen que luchar y esforzarse para conseguir un empleo; y lo peor: no importaba que no tuviesen la preparación necesaria para ser mentores de niños y jóvenes; con estar bien con los líderes sindicales tenían segura su plaza y su sueldo.
El gobierno federal del presidente Enrique Peña Nieto rectificó, y gracias a Dios que lo hizo. Quien haya leído y analizado a conciencia la reforma educativa, habrá que aceptar que quienes se oponen a ella lo hacen por tener intereses mezquinos, cicateros, en el caso de los líderes, o por no tener la preparación suficiente en el caso de los maestros, de ahí el temor a ser evaluados. Existe también el factor ideológico, ya que en el magisterio disidente se agrupan los extremistas de izquierda. La reforma educativa que se está implementando en este sexenio del presidente Peña Nieto tal vez no sea la panacea, pero va en el camino correcto.
Sin embargo queda la sensación de que el pri-gobierno ahora está enfrentando un problema que él mismo creó.
Irónicamente los parásitos pseudomaestros de la CNTE van a lograr lo que dicen estar combatiendo: la privatización de la educación. Al ver a los “maestros” de la Coordinadora y a los normalistas rurales romper cristales, bloquear carreteras, destruir computadoras, escritorios y todo lo que se encuentran a su paso; lanzar piedras y bombas molotov a nuestros soldados y policías, la gente está cambiando a sus hijos a escuelas particulares; y los que por el momento no pueden por su situación económica, por lo menos están pensando que, en cuanto puedan, van a pasar a sus vástagos a algún colegio privado.
El gobierno hace bien en proteger con la fuerza pública a los verdaderos maestros, a aquellos que no temen ser evaluados porque confían en su buena preparación.
La reforma educativa es la más importante de las que se aprobaron en diciembre de 2013, porque está directamente vinculada con la formación intelectual de las futuras generaciones. Y de poder implementarse por lo menos en su mayor parte ve a ser una bendición para nuestro país.
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Peña Nieto contra la legalización de la mota

Es encomiable que el presidente Enrique Peña Nieto haya fijado su postura definida personal en contra de la posible legalización de la marihuana y las demás drogas para fines de diversión. Porque resulta canallesca la actitud de cobardones que no se atreven a hacer pública su opinión al respecto, y peor aún, la de los que esperan a ver lo que dicen las encuestas para pronunciarse hacia un lado o hacia el otro.
E insisto en lo que escribí en una entrega pasada, los temas se deben separar totalmente. El procesamiento del cannabis para uso medicinal, lo que sí se debe permitir, aunque bien regulado por el gobierno; y la legalización de la marihuana para fines lúdicos (de diversión), lo que no se debe permitir por ningún motivo.
Y hasta el próximo sábado, si Dios lo permite.

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