05 de Mayo de 2024
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El mito de la igualdad
“No quiero que se me mezcle con estos predicadores de la igualdad. Porque la justicia me dice: ‘Los hombres no son iguales’”. Friedrich Nietzsche
2016-08-27 - 09:03
Es casi generalizada la idea de que la igualdad entre los hombres constituye una meta ideal a alcanzar. Esta concepción es contra-natura porque los seres humanos somos totalmente diferentes unos de otros física y psicológicamente.
Se podría, sí, hablar de igualdad como algo que sea positivo alcanzar, por ejemplo, cuando sea ante la ley. Así, que ante un mismo delito, el rico y el pobre sean juzgados de la misma manera y casos similares, pero hasta ahí.
Constantemente leemos y escuchamos en los medios hablar de la “lucha contra la desigualdad”, principalmente en lo que a la microeconomía (economía individual y familiar) se refiere. Pero la meta no debe ser la igualdad, sino conseguir que los estratos más bajos, la base de la pirámide social en cuanto a ingresos, tenga una vida digna con todo lo necesario, materialmente hablando, para un desahogado desarrollo.
Aunque a algunos no les gustan las comparaciones, voy a mencionar aquí, por haber sido testigo presencial de ello, el caso del dinamismo del sistema económico estadounidense. En Estados Unidos los trabajadores de menos ingresos – obreros, campesinos, empleados de la más baja jerarquía en general –, con sus 40 horas semanales de salario mínimo, tienen todas las comodidades y privilegios de que goza la clase media en Latinoamérica y hasta más.
A mí me llamaba la atención observar en un club campestre en el que trabajé en Mission, Texas, que el humilde lavaplatos del lugar, un hombre que ni siquiera hablaba inglés aunque nació de aquel lado, tenía una camioneta nueva; casa propia; a su esposa le puso lavadora, secadora y todas las comodidades a que aspiran las mayorías en México; escuelas públicas de primer nivel de calidad para sus niños; seguro médico completo, y el seguro en ese país implica que el trabajador puede escoger el médico o clínica privada que él desee, incluso un especialista. Es decir, un humilde trabajador en Estados Unidos tiene acceso a la misma atención médica a que accedería Donald Trump o cualquier otro millonario, gracias al seguro médico privado que otorgan las empresas (para los izquierdistas mexicanos que ponen el grito en el cielo cada vez que se habla de privatizar la seguridad social y de salud); alimentación – sobra decirlo – de primera.
Esa es la meta a alcanzar en lo económico, y no la igualdad.
Hay hombres laboriosos y hay hombres holgazanes; hay hombres inteligentes y hay hombres faltos de inteligencia; hay hombres indolentes ante la vida y hay hombres con iniciativa y deseos de progresar y salir adelante; hay hombres disciplinados y hay hombres desordenados… De hecho, la igualdad de ingresos y posesiones materiales sería lo más injusto que se pudiese dar. Sería como que en un salón de clases se promediaran las calificaciones y se les pusiera la misma a todos los alumnos.
En los regímenes totalitarios que supuestamente se basan en la “igualdad”, como la Cuba de la dictadura de los Castro, el ciudadano trabajador, disciplinado, inteligente, con iniciativa, tiene que conformarse con la misma miserable tarjeta de racionamiento, entre otras cosas, que recibe el flojo, el desordenado y el indolente. No permiten descollar a los individuos de carácter. Esto desalienta a los mejores elementos y es por eso que los sistemas socialistas son totalmente improductivos.
En una entrevista, el vocalista del grupo musical irlandés U-2 y activista social, Bono, afirmó que la razón por la que algunos países tienen un alto nivel de vida y otros no, es que en los países del primer mundo – Inglaterra, Alemania, Estados Unidos, Japón…) a los ricos se les respeta y admira; en cambio, en los países tercermundistas (en ese momento Bono consideró a su nación, Irlanda, como parte de éstos últimos), a los ricos se les odia por envidia.
Y la cuestión de la concepción artificial de “igualdad” que ha ido imbuyéndose en un gran sector de las sociedades, va mucho más allá de lo que las personas cuerdas puedan imaginar. Por ejemplo, en su esquizofrenia, los que se hacen llamar “defensores de animales”, pretenden igualar la dignidad del ser humano con la de las bestias. Ahora hay iniciativas que nos quieren prohibir pescar, cazar, las carreras de caballos, ¡hasta utilizar a caballos y asnos como animales de tiro y carga quieren impedirnos!; sacrificar y sacar de circulación a los perros callejeros que son un foco de infección y un peligro para la integridad de los transeúntes, principalmente de los niños. Nada más falta que nos quieran prohibir comer carne ( y sí hay algunos perturbados que quisieran obligarnos a adoptar el vegetarianismo). Y no sólo sucede con los animales ¡sino hasta con los vegetales! Hay grupos “ecologistas” que pretenden que se procese a quien tale un árbol casi como si se hubiese asesinado a un ser humano.
La mentalidad igualitaria, por ser totalmente contra-natura, ahora llega a equiparar al matrimonio con la unión desviada de dos personas del mismo sexo.
Así mismo esa concepción psicológica distorsionada pretende, bajo el término pomposo de “equidad de género”, negar la diferencia en funciones que prescribe la naturaleza específica, física y psicológica, del varón y de la mujer. Y otra vez, es esa actitud mental igualitaria algo que raya en la estulticia, ante la evidencia de que los varones y las mujeres somos totalmente diferentes física y psicológicamente; ninguno superior o inferior, pero sí diferentes y hasta opuestos en determinados rubros, en funciones.
Pero se sigue hablando de “igualdad” hasta derramar saliva, sin meditar en el asunto, en algunos casos; con mala intención en otros.
Fuera de cuando se trate de juzgar al prójimo – aquí sí – con equidad o ante la ley, meditemos cuándo es correcto o no promover la igualdad.
Y hasta el próximo sábado, si Dios lo permite.

raulgm42@hotmail.com

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