Maricarmen Delfín Delgado
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Definir la belleza resulta difícil ya que es la percepción individual la que reconoce y define este concepto, lo que para alguien es bello para otro no lo será, es cuestión de gustos, preceptos, cánones, sensibilidad y formación. Actualmente, entre tanta diversidad de pensamiento y de modos de vida, este concepto ha variado, no es una generalidad, pero se perciben en algunos sectores de la población ciertos cambios y despreocupación por la apariencia personal, siguiendo modas o filosofías individuales o colectivas, distinguirse y remarcar su individualidad y personalidad.
El tatuaje ha surgido con gran éxito entre la población joven principalmente, cada vez es más frecuente ver cientos de figuras sobre gran parte de la piel, con múltiples tamaños, colores y diseños que van desde lo discreto hasta lo grotesco. Esta moda es una costumbre añeja ya que se practicaba desde la prehistoria, teóricamente con un valor mágico y místico; un ejemplo es el tatuaje de la imagen de un animal temido en la mano o muslo para aislar su ataque en una especie de protección mágica. En 1991 en la frontera entre Italia y Austria se encontró la famosa momia Ötzi, congelada desde hace más de 5 mil años, sobre su acartonada piel se descubrieron rayas paralelas tatuadas en muñecas y piernas en las zonas afectadas por la artritis; es el hallazgo más antiguo de un cuerpo tatuado.
Hace más de 4 mil años el pueblo egipcio ya lo practicaban, se han hallado numerosas momias con tatuajes en el bajo vientre, costumbre practicada por las sacerdotisas. También los asirios y fenicios hicieron suya esta práctica, se tatuaban la frente con el símbolo de alguna divinidad, costumbre que perduró hasta siglos posteriores. En la época de Julio César sus enemigos, hombres y mujeres, se tatuaban la piel con el azul de la “hierba pastel” o añil.
El tatuaje lleva implícito un simbolismo, Heródoto escribió qué en los pueblos cercanos a Grecia, el tatuaje era símbolo de distinción, un sello de nobleza; el rey persa Jerjes marcada a sus prisioneros de guerra para esclavizarlos como su propiedad. Igualmente en Roma se seguía este método, al liberarse el esclavo debía cubrirse la marca recurriendo al flequillo por lo que se convirtió en una moda que se extendió a la población joven.
En el antiguo Egipto el tatuaje fue practicado exclusivamente por las mujeres de clase inferior como las prostitutas y las bailarinas para distinguirlas. En Japón lo acostumbraban desde el siglo V a.C. como símbolo de las clases sociales altas dibujando pequeñas obras de arte por todo el cuerpo. La palabra china para el tatuaje es CiShen, que significa “punción del cuerpo”, en China los tatuajes surgieron como castigo, como una especie de marca de vergüenza ya que los delincuentes eran tatuados en la cara, incluso actualmente algunos dibujos se relacionan con la delincuencia y el crimen.
Tatuarse un dragón era el símbolo de la caballería andante en Europa, representaba a san Jorge que era su protector, de ahí que se volviera popular entre estos grupos en Rusia, Austria y Alemania. Como amuleto supersticioso para los primeros marineros que los usaban como protección ante los peligros del mar, lo que servía además para identificarlos tras un naufragio o ataque donde morían en medio del mar. En el periodo del sangriento dictador Stalin, entre los años 1935 y 1950, los delincuentes soviéticos se tatuaban la imagen de este personaje o el rostro de Lenin porque pensaban que los soldados no dispararían sobre estas imágenes “sagradas”.
Al llegar los españoles a este continente se admiraron por los diseños impregnados en la piel de los nativos, desde Islas Canarias hasta Mesoamérica. En 1769, el cartógrafo James Cook regresó a Londres tras una expedición a Tahití con varios aborígenes que llevaban su cuerpo cubierto con tatuajes por lo que fueron exhibidos en las ferias como atracción.
En el siglo XXVIII empezaron a surgir los salones de tatuado, posteriormente en 1891 apareció el tatuador eléctrico, técnica novedosa que convirtió a Estados Unidos en el centro mundial del diseño tatuístico.
El tatuaje vuelve a estar de moda, como rito social aparece y desaparece cíclicamente como toda práctica humana, siguiendo el patrón histórico y sociológico, con rechazo y aceptación, con una gama de significados y trasfondos, o simplemente por moda e imitación, convirtiendo el cuerpo en un enorme lienzo dérmico.
Pintura “Mujer tatuada”, la obra es de la artista polaca Agnieszka Nienartowicz.
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