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MOMENTO DE ACOTAR - Francisco Cabral Bravo
Se llaman políticos, sin hacer política
2023-11-27 - 11:04

 


Francisco Cabral Bravo


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Digo si el creador creó este principio negativo denominado Satán, no es para que suframos sin razón, sino para fortalecernos en la adversidad. Pero solo en la medida que dejemos nuestro papel de víctimas, superaremos los desafíos.


Entregarnos al proceso espiritual necesario a pesar de las dificultades, nos llevará a ganar. Soltarlo todo. Asumir la responsabilidad total de nuestros pensamientos y acciones, nos conducirá por el camino de la luz. Poseer la vehemente y humilde actitud de que nada nos pertenece. Nada. Todo es prestado.


El tiempo es lo más valioso que tenemos. Es la moneda de cambio con el Universo. Entenderlo es el primer paso hacia el camino de la luz, que a todos nos espera.


Depende de nosotros mismos cuánto tiempo nos tardemos en verlo.


Aunado a esto, la Creación no entiende de la negatividad. "No pienses en una montaña". Satán quiere que nos hundamos en sentimientos de culpa, desamparo, desesperanza, emociones que la luz ni siquiera reconoce. Pero si corregimos y aceptamos nuestros errores, en ese momento, nos abrimos a que la luz entre, penetre y envuelva la situación.


Con la luz, todo se puede arreglar. Siempre hay una salida. Si empezamos a ver la luz que hay detrás de todo, incluso de las situaciones malas. Satán no tendrá poder.


Ahora bien, el Universo se rige por un sistema. Existen leyes universales que funcionan hasta en el lugar más recóndito. Uno de los principios fundamentales de ese sistema es la Ley de Causa y Efecto. La tercera Ley de Newton establece "A toda acción le corresponde una reacción igual en magnitud, pero de sentido contrario".


La ley del karma es una interpretación energética de esa ley, y asegura que cada individuo vive las consecuencias de sus propios actos, ya sean positivos o negativos. La palabra karma significa "acción" y esta se refiere a nuestras acciones físicas, verbales y mentales.


La ley de la cosecha. "El que siembra vientos, recoge tempestades". Las parábolas son la expresión simbólica de realidades superiores. Fueron el instrumento pedagógico del maestro. A través de ellas proyectaba su cosmovisión, su mundo simbólico interior, y al mismo tiempo se iba enriqueciendo con experiencias cotidianas de calidad. Jesús expresa en el Evangelio: "Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así haced vosotros con ellos".


Yehuda Berg le llama "medida por medida". Es sencillamente, una ley espiritual universal y que es tan simple como las leyes que gobiernan el espacio. Así como la Ley de la Gravedad no distingue personas ni cosas. Ni personalidades, ni situación económica ni estatus, ni poder. Una rama le puede caer encima a un mendigo o a un millonario. De la misma manera, existe una correlación directa, una proporción de un año a uno entre los pensamientos y acciones de cada ser.


Es simple. Se trata de energía espiritual. En la medida que juzgues a los demás, serás juzgado. En la medida que seas egoísta, cosecharás egoísmo. En la medida que odies, serás odiado.


En la medida que ames, serás amado. En la medida que cuides a los demás, los demás cuidarán de ti.


Todo mundo es puesto a prueba. Todo mundo está sujeto al principio de "medida por medida". Obtenemos exactamente lo que damos. Para bien o para mal. Así que, la "guerra más santa" que podemos librar es contra nuestro propio ego. Nuestro gran adversario.


Su trabajo es incitar al egoísmo en todas sus manifestaciones. Egocentrismo, baja autoestima, depresión, enojo, celos, preocupación, miedo, Satán prospera en la necesidad y la decepción. La negatividad, el cinismo y la envidia.


El gran secreto es entender este juego de la existencia. Darle una patada al egoísmo y saludar a la vida. No importa cuán bajo hayamos caído.


Tenemos el poder de cambiarlo.


En otro tema decía aquí en este espacio que una de las premisas más socorridas que se empleaban para referirse al ejercicio del poder durante los sexenios priistas era, sin duda, que apostaban al olvido. En efecto, se planteaba qué administración tras administración, todo aquello que despertara la suspicacia y la conciencia de la sociedad era necesario que se guardara entre lo más recóndito de la desmemoria. Muy pocas miradas críticas señalaban la responsabilidad que, al menos para obtener muy buenos resultados en esta apuesta, los medios de comunicación eran quienes cargaban los dados al resguardar la imagen de los políticos en turno frente a una ciudadanía que estaba muy lejos a mostrarse crítica ante la cortesanía política del momento.


Resulta paradójico que, al realizar un simple ejercicio de memoria de aquellos no tan lejanos tiempos, los discursos oficiales eran la punta de esa flecha que se dirigía a un blanco certero y efectivo, el de la grandilocuencia que puede existir en la mentira. Así, lo que más se puede recordar de los políticos de otras épocas, según los testimonios escritos y los indicios audiovisuales con los que se llega a contar, sea precisamente el ceremonioso apego al discurso normativo impuesto por la figura presidencial.


Inclusive, todo aquel o aquella que llegaba a convertirse en el centro de atención, ante las cámaras o los micrófonos, comprendía que sus palabras estaban al servicio de una retórica superior, aquella que se diseñaba bajo la tutela del presidencialismo y el tan nocivo paternalismo que permitía mantener a la sociedad bajo el yugo de los programas sociales, grandes movimientos que permitieron confundir la obligación con la misericordia del "señor Presidente" y de quienes sabían que durante las elecciones se terminaba por imponer la conciencia democrática que se cifraban estas "dádivas" y prebendas.


Así, en este breve paseo por los anaqueles de la desmemoria y el poder del olvido que envuelve su atmósfera, nos percatamos que se ha convertido en la crónica de una sociedad cuyo día a día transcurría bajo el ilusionismo que imponían los gobiernos y cada uno de sus coros. Claro, todo con la venia del santo que ocupaba el mapa central de toda oficina, con una mirada serena y altiva clavada en el destino, que parecía aprobar cada uno de los movimientos que se realizaban entre esas cuatro paredes. Poco se le podía ocultar al totémico presidente, a quién se le debía respeto y se rendía pleitesía con los tristemente célebres "besamanos", las tarimas y las grandes pancartas, las porras y todo milagrito que se le pudiera atribuir. ¡Ah, qué tiempos aquellos en los que priísmo más acendrado sembraba la idolatría y cosechaba la desmemoria! Jugadas maestras que, luego de creer y luchar por el espejismo de la democracia en nuestro país, creíamos que quedarían en el archivo de una crónica que nos podría avergonzar.


Sin embargo, la ambición de quien al poder, entre adobes, ladrillos o hipotéticas investiduras presidenciales, no se destruye, solo se transforma y adapta a las circunstancias de la corrupción imperante.


Y, para lograrlo, tuvieron todos y cada uno de los recursos del Estado, colocaron con maestría cada una de sus fichas en los tableros de los poderes legislativo y judicial, además de endulcorar las palabras de quienes, escribían o narraban sus epopeyas y calculaban sus precisas apologías. ¡Ah, los antiquísimos tiempos del priismo más rancio!


Quizá, ya en este punto del texto apreciable lectora, amable lector, se comienza a dibujar en tu rostro esa sonrisa que es la perfecta expresión del recelo.


Para finalizar en otro contexto sin rollo mareador y sin exageraciones será acaso noticia que alguien renuncia al PRI, o será más bien morbo.


Esa divisa, al igual que las otras dos que componen al frente, lejos están de ser populares, pero sobre todo, relevantes en las decisiones que se toman en el país. La verdad es que en sus filas no existen liderazgos ni potentes voces que impacten en la opinión pública.


Quienes llegaron a ser gobernadores ondeando su bandera, claramente dejaron ser militantes cuando se tendieron al paso del Presidente y solo renunciaron para pepenar algún puesto que, como propina, éste ha decidido entregarles. Forman parte de un remedo de oposición que ha hecho lo imposible por no desaparecer. Los dramáticos anuncios de quienes hace apenas unos meses eran unos completos desconocidos, debieran ser más parte de alguna telenovela que de los espacios dedicados a la política nacional.


Quienes rivalizan desde la arena política con comediantes e historiadores de carpa, tarde o temprano tendrán que hacer tronantes pronunciamientos, comprar algunos espacios publicitarios o asumirse gratuitamente con tamaños para gobernar, no los hace políticos, sino parte de esa bufunesca tragicomedia conocida como proceso electoral.


 


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