Maricarmen Delfín Delgado

__________________________

Con las primeras formas de vida en el planeta también nació la comunicación de todo tipo, ese deseo de transmitir, de compartir y manifestarse como ser vivo para formar parte del entorno mismo. El ser humano se ha comunicado desde la era de las cavernas hasta nuestros días, es un proceso social fundamental, somos sociables por naturaleza o por necesidad, gracias a esto se formaron los primeros grupos que dieron paso a lo que somos hoy como comunidad mundial. Con sonidos guturales, con dibujos, con la expresión corporal, con signos sobre la roca se inició para no desaparecer siendo tan vital como la respiración.

No solamente es expresar sentimientos, deseos y necesidades, es retroalimentarse del pensamiento ajeno en un intercambio con el semejante, es entretejer experiencias de todo tipo donde se espera que el resultado beneficie a ambas partes, se abra la percepción y amplíe nuestro panorama, pero, sobre todo, nos permita conocer a los otros, entenderlos y generar empatía.

Nuestras expresiones son la declaración del pensamiento, con gestos, movimientos, miradas y actitudes lanzamos una señal de lo que tal vez no podemos o no queremos expresar verbalmente, interfiriendo inconscientemente en ese proceso natural de liberar las ideas que es necesario externar. Siempre es preferible hablar y exteriorizar los pensamientos con otras personas, el cúmulo de vivencias que reclaman ser compartidas, las que permitirán que los demás nos conozcan, nos valoren y así seamos parte del mismo entorno. Es entonces cuando la escritura aparece como vehículo idóneo para que viajen al exterior, como aliada en el proceso de la comunicación personal para desplegar el pensamiento libremente.

Escribir, como ejercicio de liberación emocional, permite reflexionar y plasmar en papel las ideas, explorar situaciones desde diferentes aristas, asumir una perspectiva más racional ya que al leernos asumimos el papel de un observador externo, reforzar la autoestima y la motivación, tomar decisiones, eliminar lo que nos disgusta y disfrutar lo que nos alegra, para auto valorarnos como se debe.

Afortunadamente todo y todos tenemos memoria, capacidad cerebral de guardar y recordar información, datos almacenados de alguna forma para preservar lo que se considera importante y pueda trascender; las vivencias personales son parte fundamental de la formación personal, de lo que somos hasta el día de hoy, la huella como símbolo de nuestra existencia. Todos y cada uno de nosotros tenemos historias personales que contar, testimonios como imprescindible herencia para nuestros descendientes, lo que genera sentido de identidad al conocer más sobre su origen.

Nuestra historia personal está íntima e inevitablemente relacionada a la de nuestra familia, a la vida de los padres, de los abuelos, de los hermanos y de las personas cercanas que nos han rodeado a lo largo del camino, sus vivencias, su forma de pensar y actuar, los hitos que los marcaron, todos son parte de nosotros, su influencia en menor o mayor medida ha contribuido a lo que somos física y mentalmente.

Cada narración es espejo de su autor, es testigo fiel de la personalidad que los identifica y distingue, relatos que atrapan y confirman su valía, pasajes añejos conmueven logrando penetrar en la imaginación del lector, voces internas que permanecían calladas ahora hablan por medio de la tinta y sobre la página exclaman las más diversas expresiones.

La narrativa personal es todo esto, dejar impregnada en la hoja la historia de vida que nos tocó interpretar, cada persona es única e irrepetible al igual que su esencia, mediante la recopilación de nuestros fragmentos de experiencia llamados recuerdos armamos el andamiaje que soporta y da fuerza a esta obra de arte llamada vida. Los momentos que la marcaron y la esculpieron quedarán ahí, en cada renglón para atestiguar su valor, como referente de nuestra personalidad, sello imborrable en la memoria de quienes nos conocieron, como nuestro espejo del alma.

_________________________