Maricarmen Delfín Delgado
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La cultura popular ha llenado la imagen de la bruja con ciertos objetos y símbolos reconocibles: escobas, calderos, gatos negros, pociones y sombreros puntiagudos, vestuario negro y tenebroso.
El término tiene un origen enigmático que ha sido objeto de debate entre académicos, algunos sugieren que provienen del celta, mientras otros apuntan al latín; sin embargo, su significado ha sido interpretado y reinterpretado a lo largo de los siglos. Como señala la doctora María Lara Martínez, experta en el tema, es “uno de los términos más polisémicos que existen en la lengua castellana”, debido a las múltiples y variadas connotaciones que ha adquirido. Inicialmente, la palabra "bruja" era sinónimo de sabiduría y conocimiento de la naturaleza, y las mujeres que obtuvieron este título en la antigüedad eran respetadas y valoradas. La palabra habría sido adoptada y transformada con el tiempo, aunque no se ha encontrado una raíz exacta.
A partir de la Edad Media, sin embargo, la percepción de las brujas comenzó a transformarse, la sociedad europea fue adoptando una visión cada vez más negativa, hacia las mujeres que mostraban independencia o conocimientos que desafiaban los roles de género establecidos. El poder de la religión y las reformas impulsadas por el cristianismo medieval contribuyeron significativamente a esta demonización.
Con la llegada del tratado Malleus Maleficarum, un áspero y cruel documento que explica cómo identificar y perseguir a una bruja, es cuando se inicia una persecución mucho más feroz, sin poder confirmar cifras exactas, se conoce que más de 50 000 personas fueron ajusticiadas por brujería en Europa, 300 de las cuales, aproximadamente, fueron ejecutadas en España.
La persecución no solo respondía al miedo a lo desconocido, sino también a un claro intento de controlar a aquellas mujeres que cuestionaban la autoridad religiosa y social, y que en muchos casos actuaban como guardianas de los saberes populares y curativos. La idea de que una mujer pudiera tener conocimientos medicinales o mágicos incomodaba a una sociedad que limitaba a las mujeres a roles reproductivos y de sumisión.
Dicho acosamiento no fue exclusivo de las sociedades medievales y modernas, en realidad, tiene raíces en antiguas civilizaciones como Grecia y Roma. En estas culturas, ya existían conceptos duales de la magia: la magia "buena", practicada públicamente por figuras como los augures romanos, que realizaban ceremonias de adivinación; y la magia "mala" o negra, que era castigada severamente. A las hechiceras romanas, las maleficae, se les atribuía la capacidad de transformarse en animales, de volar y de realizar conjuros para causar daño. La hechicería era una práctica que generaba fascinación, pero también provocaba miedo y repulsión.
Culturas de la antigüedad incluidas de las Medio Oriente, Asia y África, usaban infusiones preparadas por mujeres con conocimientos de herbolaria para estimular el apetito sexual y la sensibilidad, debido al efecto relajante y sicotrópico de hierbas como la mandrágora, la belladona y la mariguana, motivo que las popularizó, siendo respetadas y al mismo tiempo despreciadas en la sociedad de la época.
La cultura popular ha perpetuado la imagen de la bruja como una figura malvada, asociada con prácticas oscuras y pactos demoníacos, sin embargo, como explica la Dra. Lara Martínez, esta imagen distorsionada se aleja de la realidad histórica inicial: la "bruja" era una mujer sabia, una sanadora.
A lo largo del tiempo, la figura de la bruja se ha resignificado en la cultura popular, en los siglos XX y XXI con el auge de los movimientos feministas, la bruja se convirtió en un símbolo de resistencia y empoderamiento femenino. Hoy, muchas mujeres y colectivos reivindican su imagen como una expresión de independencia y desafío a los roles tradicionales de género. En un sentido contemporáneo, la bruja se asocia con el autoconocimiento, la espiritualidad y la conexión con la naturaleza, rescatando aspectos que históricamente se denostaron.
Así que si nos llaman “bruja”, diremos que es un honor llevar este sobrenombre, que amamos los gatos y a todas las mascotas, que con saliva y un beso curamos raspones, que convertimos en nuevo reciclando, que hacemos magia al multiplicar el alimento, que nuestro conjuro es bendecir, que hechizamos con amor, que sí somos una bruja, mujer sabia y sanadora.
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