José Luis Amaya Huerta
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El sesgo o fallo cognitivo es un término ampliamente usado en psicología y otras disciplinas para referirse a la distorsión sistemática de la información, que influye en las opiniones o decisiones, debido a factores preexistentes que afectan el proceso de pensamiento.
En un contexto social, el sesgo implica la falta de objetividad o la inclinación a favorecer a una persona o grupo de personas, sobre todo a los grupos de pertenencia, o a una idea, independientemente de los hechos o de la información disponible objetivamente. En un sentido simbólico, el sesgo se refiere a la tendencia o inclinación a favor de y en contra de algo o alguien.
El sesgo o fallo cognitivo es común en el proceso de discriminación arraigado en la sociedad mexicana, la cual tiene que ver con nuestra formación cultural y que implica un trato dispar hacia otros grupos, como sería el caso histórico, en agravio de los pueblos indígenas.
De acuerdo con estudiosos del tema, el trato dispar entre grupos sociales tiene como origen los fundamentos de la cognición humana, pues la forma en cómo pensamos nos lleva a tener preferencias hacia quienes forman parte de nuestro grupo de pertenencia, o de aquellos que hemos elegido que sean nuestros grupos de pertenencia, y a tener rechazo o desconfianza hacia quienes forman parte de otros grupos. Esta situación afecta a todos los miembros de nuestra sociedad debido a que compartimos un mismo contexto cultural.
En su tesis doctoral Igualdad y consciencia, sesgos implícitos en constructores e intérpretes del derecho, el doctor Alfonso Ayala Sánchez, plantea la idea de que, si la conducta del ser humano proviene del pensamiento, y la discriminación en sí constituye una conducta, es posible que el origen de este trato dispar provenga de la cognición humana.
Al respecto, sostiene que la conducta externa no puede existir sin el conjunto de cogniciones internas y, a su vez, el comportamiento observable no podría ser sin haber emanado del engranaje cognitivo. Ayala explica que la discriminación tiene que ver con la activación de prejuicios, consciente o inconscientemente.
Citando a otros autores y estudiosos del proceso de cognición social, define que el prejuicio es una actitud y como tal está formado por tres componentes:
Un componente afectivo o emocional, representando tanto un tipo de emoción unida a una actitud, como enojo o cariño, y el extremo de una actitud, como incomodidad u hostilidad; un componente cognitivo, involucrando las creencias o cogniciones (pensamientos) que componen la actitud y un componente comportamental, relacionado con las acciones del sujeto perceptor – en quien se activa el prejuicio - que no solo sostienen actitudes, sino que usualmente actúan con base en ellas.
En su exposición, el autor refiere que los prejuicios o sesgos afectan nuestra percepción del grupo de pertenencia y de los otros grupos con los que interactuamos cotidianamente. Afirma que en una de sus formas más fuertes, el prejuicio puede ser ocasionado por la percepción de una amenaza de privación de algún recurso del grupo de pertenencia del individuo perceptor, o por una amenaza interpersonal hacia la intimidad del grupo, por personas que parecen ser diferentes.
En ese sentido, los sesgos pueden ser activados cuando los individuos son percibidos negativamente solo por su membrecía de grupo, más que por sus comportamientos específicos o atributos, acaso bajo la premisa de que la conducta de grupo es premiada cuando beneficia al grupo de pertenencia, y castigada cuando no lo beneficia o lo perjudica.
Una explicación sugiere que en tiempos difíciles, cuando los recursos son limitados, los miembros del grupo se sentirán más amenazados por miembros de otros grupos y por tanto mostrarán más inclinación hacia el prejuicio, la discriminación y la violencia hacia estos.
Apoyado en otros autores, Ayala recuerda que las metas compartidas definen a los grupos y las personas asumen que aquellos ajenos al grupo bloquearán las metas del intragrupo o grupo de pertenencia, y es sabido que las metas interrumpidas crean enojo, frustración, ansiedad y miedo, emociones comúnmente dirigidas hacia los miembros de otros grupos.
El problema es que los sesgos pueden activarse no solo en forma consciente, sino también de manera inconsciente, cuando están muy arraigados en nuestras bases culturales, razón por la cual el autor propone, en el caso específico de los tomadores de decisiones, el uso de herramientas diseñadas por investigadores sociales, que puedan ayudar a que los sesgos no influyan en la toma de decisiones que afecten de manera negativa a los miembros de otros grupos de la sociedad.
De entrada, si las metas compartidas definen a los grupos, una idea para evitar la división social es asumir que en nuestra condición de mexicanos y veracruzanos, todos compartimos el propósito de que a México y a Veracruz les vaya mejor.
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