Javier Roldán Dávila
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Al chiqui Stalin sólo le faltó pedir que lo deporten al glaciar Jamapa
El senador Manuel Huerta, ha asumido una postura crítica en contra del gobierno de Cuitláhuac García, además, de que también le ha dado raspones a personajes impresentables como Juan Javier Gómez Cazarín y Esteban Ramírez Zepeta, miembros de la cofradía del cuitlahuismo.
En términos de la cultura democrática y del verdadero pensamiento de izquierda, resulta correcto, asumir una posición que señale los errores de los gobernantes, fusionar el actuar del partido con el gobierno, es el fundamento de la presidencia imperial, del autoritarismo.
Sin embargo, Ramírez Zepeta, que poco entiende de la esencia izquierdista, se indigna por las puntuales declaraciones del legislador y, sin rubor, apunta: “No debemos permitir que entre nosotros nos estemos tirando y golpeteando ¿Qué es eso de que les tiren a nuestras propias autoridades? A nuestros gobernantes, que le tiren al partido, a nuestros dirigentes. No debemos permitir ese tipo de aptitudes que no entran en nuestro movimiento”.
Bajo los supuestos, del imberbe dirigente morenista en Veracruz, se infiere que lo que ‘si entra en su movimiento’, es la impunidad, ya que, al buscar censurar la libertad de expresión, intenta acallar cualquier tipo de denuncia contra las malas administraciones.
Huerta tiene el derecho (y la obligación), de comentar y documentar, todo lo que se haga de forma incorrecta, su lealtad es con los cientos de miles que votaron por su candidatura, con el movimiento, no con los que se desvíen de los principios esgrimidos por la propia 4T.
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