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El Hombre del Año
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2015-08-19 - 09:10
En Estados Unidos, tierra fértil para el periodismo libre, inteligente y profesional, “Time”, la revista que en su tiempo fue de mayor penetración sobre los hombres que se inquietaban frente a las cosas que sucedían y en su impacto transformaban la realidad política y social, dedicaba la portada al hombre elegido como el ‘hombre del año’; en el contraste y en la contradicción del oficio periodístico el desfile despertaba la polémica; en el dominador común, el personaje cuya actuación fulgurante, presencia multiplicada, pensamiento luminoso, acción relampagueante, ocupaba las páginas de los periódicos; eran los jinetes sobre las estrellas de los días, los líderes de la opinión, en fin, los hombres, que permanecieron, para bien o para mal, en el vértice de la polémica y del interés.
En Veracruz el título del ‘hombre del año’ se lo ha ganado el mandatario Javier Duarte, tal vez por la ausencia del oficio político, o la tripulación insistente de la noticia mundial, que bloquean una tradición vigorosa y consistente que permite la identificación del hombre que en el año y durante su gobierno ha despertado con su presencia el mayor interés.
Sus años de gobierno, tan convulsos, tan cargados de angustias, tan sombríos, han permanecido en las noticias y en el juicio; un hombre que ha polarizado el cuestionamiento generalizado a quien le endosaron el desenlace de la crisis política, social, de seguridad y económica.
Primero, en los marcos de la corrupción cargando en las espaldas una enorme deuda pública que rebasa los 44 mil millones de pesos y que a pesar de ello se habla de finanzas sanas cuando todavía en las calles los empresarios, los jubilados, los prestadores de servicios, gritan que se les pague; independientemente de instituciones como la Universidad Veracruzana a quien se le debe cerca de 2 mil millones de pesos; y peor aún, la obra pública no se ve por ningún lado.
Si algo ha necesitado Veracruz es renovación moral. ¿Quién se atrevería anegarlo? Aquel que incurriera en semejante error, además de ciego, sería tildado de inmoral.
“Renovación moral” fue el slogan publicitario de la campaña política de Miguel de la Madrid (presidente de México 1982-1988), quien pretendió cambiar ese desastroso panorama que nos había dejado el más frívolo de los presidentes priistas de la historia. Sin embargo, de la Madrid fue peor.
Segundo, en las telarañas de la inseguridad (14 periodistas asesinados y tres desaparecidos y otros tantos exiliados de la entidad, por temor y miedo de perder la vida) que ha sido burbuja pestilente que acusa la presencia, dimensión y profundidad del pantano; el pitorreo y la ostentación rastacuera, el desvío de los recursos oficiales para satisfacer la gula de lujo soflamero, ha desatado la irritación. Más aguda, más profunda en el contraste con el pueblo veracruzano, noble, callado y aguantador que en carne viva soporta las consecuencias dramáticas de la crisis.
Después la sospecha de los negocios ilícitos y nepotismo de la familia, leña abundante para atizar la hoguera que iluminará los rostros de la renovación moral. Don Javier Duarte ha sido durante su tiempo de gobernador, el hombre polarizador de la ira contra la corrupción, en punto de referencia para apoyar los propósitos románticos de algunos de la renovación moral.
Al principio de su gobierno pensamos que los malos como las horas, como los días, como los años, se habían ido en las crestas del viento huracanado, para dar paso a los nuevos, a los buenos, a los morales, a los honestos; nueva verdad, luminosa, prometedora que liquidaría y destruiría a la antigua, perversa y caduca política populista y así seguramente acumularía puntos para perfilarse como ‘el hombre del año’ en el contraste apocalíptico entre los buenos que llegaban y los malos que se irían, pero no.
La sombra de un hombre que estará fuera del poder se proyectará sobre el tiempo y sobre el destino; en la lección, contradicción, contraste, el residual amargo; ¡cómo pasan las glorias de este mundo!: ‘el hombre del año’ está siendo presencia y testimonio de corrupción, ineptitud e inseguridad y peor, porque una gran parte de su tiempo se la pasó persiguiendo el periodismo libre. Diremos, pues, que apenas ayer era dios. En adelante se perderá en el tiempo; será sombra y esfumino.

rresumen@hotmail.com

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