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MOMENTO DE ACOTAR - Francisco Cabral Bravo
La polarización y la verdad escondida
2020-06-21 - 19:52


Francisco Cabral Bravo


 


El poder tiene sus reglas: destruye al que lo usa sin medida, pero también al que debiendo ejercerlo lo rehúye.


Caminamos a oscuras. Los cálculos oficiales sobre la evolución de los contagios del Covid-19 con los que realizan proyecciones y se toman decisiones han demostrado ser imprecisos. Nos encontramos dentro de una dinámica de información redundante, en la que hay presentaciones públicas constantes y una agenda incesante de entrevistas en medios del vocero del gobierno que logran llenar espacios mediáticos, pero que no consiguen satisfacer la demanda por información veraz.


En lugar de que se consolide la credibilidad de la información oficial, cada vez hay más confusión. Servidores públicos, empresas y particulares no pueden tomar decisiones informadas sobre el futuro si no hay datos creíbles. Hay informes, pero sin datos robustos. Hay presencia sin sustancia. Vamos a pensar bien y suponer que la verdad no se nos oculta, sino que está escondida, y en consecuencia no sabemos de dónde venimos, dónde estamos ni hacia donde nos dirigimos.


Aun así, hay formas de descubrir el escondite de esa verdad y tener una idea más o menos precisa de cuáles son los datos reales y la dimensión de la gravedad de la pandemia en México.


Hay un número importante de aproximaciones que buscan conocer mejor la cifra real de casos y fallecimientos por Covid-19, utilizando distintas metodologías y fuentes sólidas de información pública.


La verdad puede esconderse, pero hay formas de encontrarla.


En otro contexto, dice el filósofo inglés Thomas Hobbes, los pactos que no descansan en espadas, no son más que palabras. En su tratado Leviatán habla del “estado de naturaleza”. En ese estado, imagina Hobbes, los humanos aisladamente obsesionados por su propio placer, intereses y preservación.


Su única motivación es un deseo permanente e insaciable de acumular poder, deseo que solo cesa con la muerte. El estado de naturaleza lleva al hombre a una competencia sin fin y a veces violenta.


En él no hay confianza ni colaboración. Sólo lucha de individuos y conflictos entre sus intereses. Egoístas todos, todos quieren para sí el mayor provecho.


Por ello debe haber un poder que vigile el cumplimiento del acuerdo, que sancione a quienes lo violen, que esté atento a que nadie se beneficie de la transgresión a los términos del acuerdo.


Quien considera cuestionada su autoridad, tiende a radicalizar expresiones con las que cree que la reafirma; ni el “ni los veo ni los oigo” de Carlos Salinas de Gortari fue tan lejos como el “no hay medias tintas” o se está por la transformación o se está en contra de la transformación del país de AMLO.


La nueva teoría de la competencia democrática, auto elaborada por la 4T como conspiración contra el presidente pretende victimizarlo, tender una cortina de humo sobre sus cada vez más criticados errores y a la vez, una velada amenaza contra todo opositor a su proyecto, que acuerda o estás conmigo o contra mí.


Hasta el nombre estuvo enmarcado para generar repudio, una BOA, una serpiente que representa el mal, que se arrastra genera rechazo.


Creo que la desesperación por la caída de su popularidad lo impulsa a apelar al buen pueblo en su defensa. Crea una orquestación de pequeñas ideas que repite incansablemente, desde diferentes perspectivas para convencer en mismo concepto, repite y repite para crear una realidad alterna.


AMLO sigue mucho las teorías de propaganda de Goebbels, Simplifica y crea un enemigo único, el neoliberalismo, que reúne varios adversarios en una sola categoría. Carga así sobre el adversario sus propios errores y los ataca. Convierte cualquier anécdota en amenaza grave. No explica, su comunicación es básica, no responde preguntas, busca le comprenda el pueblo, la masa, sin gran esfuerzo, para que pueda recordar.


Repetir y recordar la clave de una comunicación simple, pero con constantes informaciones y argumentos con un ritmo acelerado, que no admite respuestas, no da tiempo.


Convierte argumentos falaces con el yo tengo otros datos, con información fragmentada e imprecisa. Cual torero experimentado sabe eludir al toro y manejar el capote. Acalla las cuestiones sobre las que no tiene argumentos y se apoya en medios de comunicación afines.


El uso de la mística, de los símbolos, las tradiciones, para descalificar en suma los neoliberales.


Ya no vale repetir su discurso, porque así se impone. Llegó el momento de cambiar nosotros, y marcarlas diferencias, que las hay, y muy profundas. No contra su 4T. Podemos o no coincidir con AMLO, pero todos estamos con México.


No nos equivoquemos, AMLO sabe comunicar, tiene un método y busca repetir para recordar en el colectivo social. Argumentar con él, imposible, porque tiene acaparados los medios.


Aunque termine su sexenio, que es lo mejor para el país, AMLO no habrá conseguido disminuir la pobreza, ni afectar las causas de ésta, que él atribuye a la corrupción, mientras siga alejando de su gobierno a sectores que puedan coincidir en los fines, aunque quieran, con toda razón y derecho, que los medios sean negociables, como todo en la buena política.


Su discurso es simplemente propaganda ideológica para justificar malas decisiones que nunca reconocerá como inútiles.


Busquemos pues la propuesta y repitamos para que se vislumbren otras opciones reales, presentes y posibles. Salgamos del marasmo de descalificaciones, unamos esfuerzos y alcemos la voz.


Para finalizar Hawking dijo: “El universo tiene muchas historias alternativas y hay un número muy elevado de universos posibles”.


Una definición de las ciencias duras que puede ser un azote intelectual para cualquier intolerante o convencido de poseer la verdad absoluta.


En medio de la complejísima situación que vive el país, sin salir de la crisis sanitaria, con una crisis económica galopante que no sabemos cómo se podrá remontar en los próximos meses sin un programa de apoyo a empresas y trabajadores, con una crisis de seguridad que no la pandemia ha logrado relajar, es incomprensible que se esté apostando a la polarización y a la ruptura social. No sólo porque es políticamente suicida en el mediano y largo plazos, aunque de moda en el populismo actual, también es una visión decimonónica, digna del siglo XIX y de las sociedades democráticas de un muy bien avanzado siglo XXI.


Por lo anterior una de las frases más sugerentes que he leído en años, la pronunció Stephen Hawking. Una definición que puede ser un calvario para una mente estrecha y esquemática, que sólo comprende la realidad dividida en blancos y negros, en buenos y malos.


De la historia del tiempo y del universo, de es asuma de universos e historias paralelas, podemos llevar, también, la reflexión del físico británico a nuestra realidad política: ¿cuántos universos posibles pueden existir simultáneamente?


La verdad es que las cosas son mucho más complejas que lo que se quiere presentar, que la sociedad, la gente, es mucho más madura y escéptica respecto a las declaraciones de los políticos y la toma de posición inflexible de algunos de ellos. Quizá porque la gente sabe que casi nada se puede mostrar en simples blancos y negros y que, además, como decía Aldoux Huxley “cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en general, se vuelve la nobleza de su lenguaje”.


Insistir en la polarización, en elegir entre vías, irreconciliables, en conspiraciones sin sentido ni lógica, nos aleja de la realidad de un país cuya principal preocupación, al día de hoy, es tener trabajo, hacer producir a sus empresas y tener seguridad jurídica y laboral para reemprender ese camino.


Recuperar la actividad económica es una exigencia ineludible. La disyuntiva del gobierno federal, y también de los estatales, no nos engañemos es compleja: se juegan popularidad política cuando está a punto de comenzar un proceso electoral que será clave para el futuro del país y tienen que equilibrar los riesgos de abrir la economía cuando aún se presentarán más contagios, con el desafío, que tampoco es menor de asumir esa apertura y sus costos ante la posibilidad de un colapso económico y social. Es un escenario que no se establece en blancos y negros, sino en medio de una inabarcable gama de grises.


 


 

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