José Luis Amaya Huerta
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Luego de darse a conocer los resultados oficiales de las elecciones presidenciales del domingo pasado en Venezuela, la República Bolivariana que encabeza el presidente Nicolás Maduro se encuentra en el ojo del huracán y el epicentro de un debate internacional sobre la transparencia y la credibilidad de los comicios.
Por un lado, varios países latinoamericanos han hecho públicas sus dudas o desconocido los resultados, por considerar que no fueron producto de un proceso electoral transparente y confiable. En este grupo se encuentran Argentina, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay, Costa Rica, Panamá, El Salvador, República Dominicana y Guatemala.
Incluso Colombia y Brasil, este último gobernado por el izquierdista Lula Da Silva, se pronunciaron, el primero por dar transparencia a los resultados para dotarlos de credibilidad y confiabilidad, y el segundo por la verificación imparcial de los mismos.
A las naciones latinoamericanas que expresaron sus dudas o se negaron a reconocer a Nicolás Maduro como presidente electo, se han sumado la Unión Europea y los socios comerciales de México en América del Norte.
En efecto, tanto Estados Unidos como Canadá, han expresado sus preocupaciones con relación a los resultados y han puesto en duda que estos reflejen la voluntad del pueblo venezolano.
Ambas naciones se pronunciaron a favor de la transparencia, que incluye publicar en detalle los resultados de las casillas electorales.
Del otro lado, solo Cuba, Nicaragua, Bolivia y Honduras han expresado su felicitación a Maduro por haber ganado por tercera ocasión la presidencia de Venezuela.
Internamente, el país sudamericano vive una crisis poselectoral expresada a través de protestas en varias ciudades, el derrumbamiento de estatuas del ex presidente Hugo Chávez, la detención de líderes opositores y la Guardia Nacional tratando de contener los disturbios.
Hacia el exterior, el gobierno de Maduro ha decidido aislarse y romper relaciones diplomáticas con los países latinoamericanos que pidieron transparencia o que criticaron el proceder del Consejo Nacional Electoral, que proclamó a un ganador oficial con el 80 por ciento de las casillas computadas.
Desde una perspectiva geopolítica, el Gobierno de México, por su parte, se encuentra en medio de dos aguas, pues por un lado sus socios comerciales del norte y la mayoría de los países de Latinoamérica han puesto en duda los resultados del domingo en Venezuela, y por el otro, está la postura de reconocimiento que han expresado naciones aliadas, como Cuba, Bolivia o Nicaragua.
En ese sentido, la posición histórica de México en el contexto internacional ha sido respetar la soberanía de cada país y el derecho a la autodeterminación de los pueblos, como lo dicta la doctrina Estrada, sin embargo, lo que se encuentra en la mesa de discusión, más allá de la soberanía, es el respeto a los derechos políticos y a los principios básicos de la democracia, que no pueden estar sometidos a intereses coyunturales, pues están tutelados por tratados internacionales y organismos supranacionales.
En esta hora crucial, el dilema para Venezuela pareciera ser: ¿soberanía o democracia?
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