21 de Noviembre de 2024
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AMAYAGUAN - José Luis Amaya Huerta
Del buen candidato al buen gobernante
2024-08-07 - 10:19

 


 


José Luis Amaya Huerta


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Un buen candidato o candidata es aquél o aquella que sabe ganar elecciones, que tiene los atributos necesarios para convencer al electorado de que es la mejor opción de entre las varias que pueden presentarse a los comicios, para encabezar un proyecto político desde el cargo de que se trate, durante un periodo de tiempo determinado.
De este modo, para ser un buen candidato se necesita un buen perfil, con atributos básicos como conocimiento de la política y de la cosa pública, entendidas éstas en un sentido amplio, en relación con el liderazgo y la influencia, como decía Max Weber.
Se requiere, además, de una buena campaña para conectar al candidato o candidata con el electorado, a fin de posicionar no solo su imagen, sino su contenido, que son su discurso y sus propuestas.
En este punto volvemos a Weber, quien decía que un político debe tener tres cualidades: pasión, para defender sus convicciones; una ética de la responsabilidad, para hacerse responsable de sus palabras y de sus actos y un sentido de las proporciones, para dimensionar adecuadamente las cosas.
La segunda cualidad es fundamental, pues no es lo mismo el político que se guía solo en función de sus convicciones, sin hacerse cargo de las consecuencias, que aquél que se hace responsable de éstas y que sabe que cada decisión política, que cada promesa de campaña, tendrán implicaciones de causa y efecto en el futuro.
Y es que esa es precisamente la segunda premisa que se plantea en este artículo.
La primera fue la idea de que un buen candidato o candidata es aquél o aquella que sabe ganar elecciones, que en el marco de la contienda electoral pone en juego sus atributos mediante una buena campaña para convencer al electorado de que representa la mejor opción para un cargo específico, durante un periodo de tiempo determinado.
La segunda premisa tiene que ver, una vez pasada la elección, con convertir las propuestas y oferta de campaña, en programas y acciones de gobierno viables, que permitan resolver las demandas del electorado con eficacia y eficiencia.
En esta etapa entran en juego todas las habilidades y recursos de que dispone el candidato electo, movido en primer lugar, por la pasión que significa haber resultado vencedor o vencedora en la lucha por el poder, y una vez alcanzado éste, de acuerdo con sus convicciones y principios, traducir esa victoria en un programa que contenga las aspiraciones y demandas de los electores, el cual deberá desarrollar durante el periodo para el cual fue elegido.
Deberá concretarlo, además, con eficacia y eficiencia, para responder de la mejor manera posible a su encomienda pública, pues de eso dependerá la aprobación o no del electorado, y su respaldo o rechazo a la fuerza político-partidista que representa en las próximas elecciones.
Y en esta tarea destaco, de nueva cuenta, dos de las virtudes weberianas como ejes del servicio público: una ética de la responsabilidad y sentido de las proporciones, para dimensionar adecuadamente las circunstancias, problemas y situaciones que plantea el ejercicio público.
El desafío para todo político, en suma, es demostrar que no solo se puede ser un buen candidato, capaz de ganar elecciones, sino que también puede ser un buen gobernante al llevar a la práctica un programa político y de gobierno.


 


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