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Hace un siglo
2013-09-19 - 22:19
Hace 100 años, en 1913, se cernía el desastre social, político y económico sobre el país. El saldo en vidas humanas del movimiento armado que estalló luego de la deposición y los asesinatos del presidente Francisco I. Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez, fue de un millón. La esperanza democrática nacida al desterrarse al viejo cacique Porfirio Díaz murió también en esos años, nefastos para la vida nacional.
Las muertes del mandatario y su suplente ocurrieron el 22 de febrero, en el Palacio de Lecumberri, en la ciudad de México. Fueron perpetrados por el entonces comandante de las fuerzas armadas, Victoriano Huerta quien, tras traicionar a Madero y Pino Suárez, dio un “golpe de estado” y obtuvo el poder por poco más de un año hasta su renuncia, el 15 de julio de 1914. Sobre su nombre carga el ignominioso título de “El Usurpador”.
Huerta no se contuvo. Disolvió más tarde el Congreso y asesinó a varios diputados. Renunció sólo tras la ocupación de Veracruz por parte de los soldados norteamericanos y la derrota de las fuerzas federales en Zacatecas. Huyó luego del país, pero ya había contribuido al atraso democrático de la nación.
Se considera que el baño de sangre de esa etapa fue similar al de la Guerra de Reforma, estallada en 1858, 55 años antes. Porfirio Díaz había mantenido la paz durante 34 años, pero a un alto costo social.
El periodista Filomeno Mata califica al oaxaqueño como "el monstruo del mal, de la crueldad y de la hipocresía". John Keneth Turner, en su “México bárbaro”, lo retrata como un tirano despiadado, "el más colosal de los criminales de nuestro tiempo... pilar central del sistema de esclavitud y autocracia”.
Basta leer los datos duros que presenta Jesús Silva Herzog en su magnífico librito “Breve historia de la Revolución mexicana” para entender cuál era la situación del país. Dice Silva: “Según el Censo de Población de 1910, había en el país 840 hacendados, 411 mil 96 personas clasificadas como agricultores y 3 millones 96 mil 827 jornaleros del campo.
“La población total de México ascendía a 15 millones 160 mil 369 habitantes…. La cifra relativa a jornaleros del campo no puede servir para calcular con exactitud matemática el número de familias campesinas, porque en algunas de ellas trabajaban y trabajan el padre y los hijos mayores, clasificados todos como jornaleros, pero sí es útil para estimar el número de individuos que dependían del salario rural, y que cabe estimar en 12 millones, o sea, aproximadamente el 80 por ciento de la población”.
Repítese: 840 hacendados, que eran los dueños de la mayor parte del territorio nacional y 12 millones de trabajadores, carentes de todo derecho y de toda esperanza.
Para tener una idea de cuál era la situación, dice Silva Herzog: “El costo de la vida se había elevado considerablemente, en tanto que se había reducido de manera catastrófica el salario real.
“No es, en consecuencia, exagerado decir que en los comienzos de este siglo (o sea el siglo XX), cuando se hablaba de paz, de orden y progreso, cuando se creía que México caminaba seguro y con celeridad hacia adelante, la gran masa de la población sufría de hambre, se vestía mal y se alojaba peor; porque si allá por el año 1804, de acuerdo con la opinión de Humboldt, el ingreso de la familia campesina apenas bastaba para satisfacer las necesidades más elementales ¿cuál sería su situación en 1910, cuando los precios del maíz se habían casi triplicado y los del frijol más que sextuplicado?
Así estaban las cosas hace un siglo en México. El detonante de la Revolución en 1910 fue la pervivencia de un sistema de gobierno que mantenía en la miseria brutal al pueblo, que enriquecía a unos pocos y que era sordo y ciego a las demandas, necesidades y exigencias de la ciudadanía.

columnaprospectiva@gmail.com

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