27 de Abril de 2024
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Los caminos de la vida
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2016-09-08 - 08:45
El Señor dice: «Yo te instruiré, yo te mostraré el camino que debes seguir; yo te daré consejos y velaré por ti.» Salmos 32:8
En las últimas semanas, a propósito de la publicación de estas reflexiones, he recibido muchos comentarios, varios de ellos dándome alientos para que continúe, otros, cuestionando el hecho, todos los agradezco.
Sin embargo, quisiera hacer una serie de precisiones para el conocimiento de mis detractores.
Nunca he presumido de ser un hombre letrado. Cuando salí de la Cuenca del Papaloapan y llegué a la Ciudad de México, apenas había terminado la primaria y ya rondaba los 30 años de edad, eso sí, fui obrero calificado que trabajé para Pemex y el ingenio San Cristóbal, manejando ya sea un tractor o un bulldozer.
Era el inicio de los años setenta y la voluntad del Señor me llevó a toparme con Mauro Jiménez Lazcano, quien se desempeñaba como el responsable del trato con la prensa, del entonces candidato presidencial de mi partido, don Luis Echeverría Álvarez.
Lo conocí en una de las múltiples sedes de la campaña ubicada en Oaxaca # 11, en la colonia Roma, ahí obtuve la confianza de Mauro, que con todo y que yo era un hombre rústico (quizá lo sigo siendo), me puso a clasificar peticiones ciudadanas para darles respuesta.
Leí infinidad de solicitudes, desde quienes pedían un atado de láminas, hasta las que requerían un vestido de quinceañera, la verdad sea dicha, para mí todo era descubrimiento. En ese lugar, tuve la suerte de que me presentaran con los hombres cercanos a don Luis, de los cuales tuve apoyo, principalmente de Carlos Armando Biebrich.
Ya como presidente, Echeverría nombró a Mauro como el segundo de a bordo en prensa, director de Información y Relaciones Públicas para más precisión, el jefe era Fausto Zapata, aunque con el tiempo Jiménez Lazcano lo reemplazaría.
Quiero decir que para un servidor todo era grandioso: menos de un año en la capital de la República y mis oficinas como asistente estaban en Los Pinos y Palacio Nacional, cuando la primera oferta que tuve fue trabajar como garrotero en un restaurante bar llamado “Gitanerías”, claro, a el Señor gracias.
En Comunicación Social de la Presidencia tuve una escuela formidable, asistía a los comederos de los políticos y periodistas, viajaba por el país en las giras del “Preciso”, mejor imposible.
De entrada traté a Roberto Blanco Moheno, Augusto Corro, Manuel Mejido, Pancho Cárdenas, Jacobo Zabludovsky, Ángel Trinidad Ferreira y un jovencito Joaquín López Dóriga, entre otros personajes distinguidos del medio. Claro, con el tiempo aumenté mis relaciones con los más famosos “tunde teclas”, incluso aquí, en mi tierra.
También tuvo el honor de hacerme amigo de unos de los principales concesionarios de radio de la época, don Pedro Estrada, quien por cierto, me regaló los dos primeros trajes que tuve, los cuales, además, eran finos.
No presumo lo que no soy. Lo único que deseo es trasmitir mis experiencias, si son de utilidad para alguien, me dará gusto.
Con sinceridad les digo: ya estoy viejo para andar de “aprendiz de brujo”.

*Vivencias de Rafael “El Negro” Cruz, editadas por Javier Roldán

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