José Luis Amaya Huerta
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Entre los valores de una sociedad, y sobre todo de una sociedad política, se destacan algunos que deben considerarse como los cimientos para la construcción de la confianza, insumo básico de una relación entre amigos, compañeros o entre quienes forman parte de un equipo de trabajo.
De este modo, valores como el respeto, la comprensión, la solidaridad, la empatía, la lealtad y la gratitud deben encontrarse en la base de la conducta de quienes forman parte de este tipo de relaciones sociales y políticas, porque permiten construir ambientes y entornos productivos, enfocados en la consecución de metas y objetivos comunes.
Para explicarlo en términos de la teoría de sistemas, los valores influyen no solo en un sentido ético, sino también práctico, pues hay que recordar que un sistema se define como un conjunto de elementos interrelacionados entre sí y tendientes a la consecución de un mismo fin.
En este marco, el funcionamiento del sistema no sería posible sin la presencia de la energía positiva de los elementos que lo componen, entendiéndose positiva en el sentido de que interactúan hacia un mismo fin y que, en términos sistémicos, permite su funcionamiento.
Desde esa perspectiva, en el terreno de las relaciones sociales y políticas, esa energía positiva tiene que ver con y se nutre de, precisamente, los valores.
Sin embargo, al darse la interrelación de los elementos que integran el sistema, también puede surgir la tendencia a privilegiar el interés de cada elemento, es decir, de anteponer sus intereses personales, en detrimento del interés del sistema.
Lo anterior ocurre cuando un elemento, sobre todo si éste se encuentra en la cúspide de la pirámide organizacional o de la estructura del grupo, se encierra en sí mismo y en sus intereses, pasando por alto los objetivos comunes o el adecuado funcionamiento de los elementos que componen al sistema, de lo que depende la obtención de resultados y el cumplimiento de las metas.
Es entonces cuando, de manera lamentable, hace su aparición la entropía o energía negativa que impide el desarrollo armónico del sistema y puede dar al traste con las metas y objetivos comunes.
Para hablar de un caso político reciente en Veracruz y a la luz de los resultados, puede decirse que esto último fue lo que ocurrió en el gobierno de Javier Duarte, donde la entropía terminó por bloquear el funcionamiento del sistema, debido a que varios de sus elementos dejaron de lado los valores y privilegiaron sus propios intereses por encima de las metas y objetivos comunes.
Lo grave es que, en el terreno político, este ejemplo claro y próximo, suele repetirse con frecuencia, y a todos los niveles, nacional, estatal y municipal, y en los tres poderes, ejecutivo y legislativo y judicial.
Otro caso concreto en Veracruz fueron los comicios de 2021, donde los equipos políticos trabajaron y se esforzaron de manera decidida para obtener el triunfo en las diputaciones locales y alcaldías, pero una vez logrado el objetivo, varios candidatos electos, hoy en funciones, solo privilegiaron sus intereses, pasando por alto los valores, sobre todo, los de la gratitud y solidaridad para quienes los ayudaron a llegar al cargo.
Y el resultado de esta conducta solo puede apuntar a la entropía.
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