José Luis Amaya Huerta

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La LXVI Legislatura del Congreso del Estado de Veracruz, uno de los tres poderes de la entidad, ha marcado las directrices para que sus integrantes se conduzcan en un marco de respeto a la ley, siguiendo los principios básicos de la Cuarta Transformación, de no mentir, no robar y no traicionar al pueblo.
No obstante, en el caso de las denuncias públicas sobre las quejas de varios alcaldes y ex alcaldes, en torno al presunto cobro de “moches” para limpiar sus cuentas públicas, ha quedado en evidencia que al menos uno que otro legislador podría moverse dentro de la simulación.
Es decir, que una cosa es la que dicen en el discurso y otra la que hacen los hechos, pues mientras aseguran mantenerse dentro de los estándares éticos exigidos, por otro podrían haber actuado de modo distinto, bajo la mesa.
Lo anterior ha abierto un debate sobre las prácticas políticas y el modus operandi de algunos legisladores, aunque quizá debería ser motivo de un análisis más profundo para evitar que se manche a la institución o al partido político que los llevó al cargo.
Y es que no debería olvidarse que uno de los señalamientos más comunes que se hicieron a las administraciones anteriores fue precisamente el manejo de un doble discurso.
Uno que por un lado condenaba en público a la corrupción, pero que en privado miraba para otro lado y dejaba hacer y dejaba pasar los abusos y las prácticas patrimonialistas de los miembros del grupo en el poder en turno.
Fue precisamente contra esas prácticas que los ciudadanos dieron un manotazo en las urnas en 2016 y 2018 y eso debería ser razón suficiente para evitar que se repitan, por lo que, en aras de la transparencia, la honestidad y el respeto a la ley, los involucrados deberían aclarar suficientemente el asunto.
Ni los legisladores, ni los servidores públicos deben dar motivo a la sospecha sobre su actuación, pues de ser ese el caso estarían incumpliendo con los principios que los llevaron a ocupar los cargos públicos que actualmente ostentan.
Sobre este caso, habría que recordar el aforismo romano según el cual, “la mujer del César no solo debe ser honesta, también debe parecerlo”.