28 de Abril de 2024
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La dolorosa huida de Alberto Silva
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2016-01-26 - 08:53
Después de saborear las mieles del poder, de ser uno de los hombres más cercanos al gobernador y de aspirar a la candidatura al máximo puesto en el estado, Alberto Silva se va, solo y con la cola entre las patas.
Si fue o no engañado lo sabrá él, si fue utilizado y al final abandonado ya no importa, la cuestión es que se va y punto.
La intentona del gobernador para posicionarlo como su sucesor fracasó y esto lo dejó en una situación bastante incómoda cuando él mismo jamás se descartó en la carrera por alcanzar la nominación y más bien siempre alimentó esa posibilidad.
Como dirigente del PRI recorrió todo el estado para darse a conocer, para que la gente lo conociera, lo ubicara y escuchara sus propuestas, que más de partido, eran de gobierno, del que él encabezaría, el de dos años.
Cuando algún columnista --especialmente Edgar Hernández-- apuntaba en dirección a Héctor Yunes como el bueno, Alberto siempre negaba la veracidad de la información. “No hay nada todavía, el candidato se conocerá hasta enero”, decía.
En las reuniones donde el gobernador trataba de mostrar unidad, Alberto Silva siempre estaba al lado del gobernador. Se sabía el elegido y así actuaba. Los demás, sentados enfrente.
Nunca fue bien visto su nombramiento como dirigente del PRI más que por el gobernador.
Los Yunes rojos lo expresaron muchas veces en la prensa y Jamás lo consideraron un factor de equilibrio político y de unidad, sin embargo se disciplinaron y lo aceptaron. Es la característica de Pepe y Héctor, lo han demostrado muchas veces.
Y Silva se prestó al juego del gobernador, le creyó que si podría ser factor de decisión en la nominación y se aventó al ruedo, también por disciplina, por lealtad al jefe.
¿Cómo dudar de quien detenta el poder? Silva no dudó en ningún momento y eso lo llevó a donde se encuentra ahora, entre el rechazo y el olvido político.
Del cielo pasó al infierno en un instante. Su instinto le falló, confió demasiado en el fidelismo, en el duartismo malhecho y se hundió.
Se unió al grupo equivocado, al de los “chamaquitos de la fidelidad”, a los inexpertos que han hecho fortunas incalculables, a los que van a tener que rendir cuentas en cuanto acabe el sexenio.
Y no se ayudó mucho. Abrió la boca de más y se echó encima al sector femenil con sus declaraciones misóginas.
Luego aparece con el ojo morado y despierto suspicacias en la prensa y en su mismo círculo más cercano. Lo destrozan, lo acaban.
Alberto Silva aceptó todos los cargos que el gobernador le ofreció sin crispar, sin negarse nunca a las decisiones del patrón.
Creyó firmemente en él y lo obedeció hasta el límite pese a las resistencias que veía entre los militantes priistas, valió más el gobernador “más votado de toda la historia de Veracruz” que su dignidad.
Y la hora de abandonar el barco le llegó a Silva pues el mismo Jesús Medellín Muñoz, delegado PRI en Veracruz anunció que en los siguientes días Silva presentará su renuncia.
Se va, seguramente a ejercer de tiempo completo su papel de diputado federal, enterrando, por el momento, su sueño de ser gobernador.
La huida no es solo del PRI, sino de la campaña del hectorismo, de los próximos dos años, quede quien quede en la gubernatura.
Se quedó solo, atrapado en sus propias decisiones, en la madeja maligna del fidelismo.

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