José Luis Amaya Huerta
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Lo ocurrido ayer en la avenida Antonio Chedraui Caram, en Xalapa, donde un pequeño grupo de invasores pretendió apoderarse de un terreno ubicado frente a la laguna de Casa Blanca, lo que provocó la protesta del propietario que bloqueó con sus vehículos y una retroexcavadora esa rúa para exigir la intervención de las autoridades y la liberación del predio, generando tremendo caos vial, es solo una muestra de la problemática que enfrenta la capital del estado.
Queda claro que la ciudad no es solo la avenida Ávila Camacho o Enríquez, que en las colonias de la periferia el panorama es muy distinto a la imagen que pretenden vender las autoridades, pues en esa otra Xalapa lo que campea es la pobreza, la inseguridad, la informalidad laboral e incluso los grupos de invasores, que al margen de la legalidad buscan hacerse de un patrimonio.
Más allá del centro histórico de la ciudad se extienden cientos de colonias marginadas ubicadas en los cuatro puntos cardinales donde la calidad de vida de miles de familias es precaria, pues sobreviven al día con lo elemental, y ante la falta de oportunidades laborales se mueven en el subempleo y la informalidad.
Y es que el modelo de desarrollo en Xalapa no ha sido el más adecuado, pues no hay industria ni grandes inversiones que generen empleos ni derrama económica, ha faltado apoyo a las micro y pequeñas empresas y la proliferación de tiendas de conveniencia ha desincentivado al pequeño comercio, a las tienditas de la esquina que sobreviven apenas ante la desmedida competencia de las grandes cadenas comerciales.
Es sabido que la economía de Xalapa se mueve solo gracias al sector terciario, a quienes se dedican a los servicios que presta el gobierno y las instituciones educativas y al comercio, pero incluso en este último se ha dado preferencia a las grandes plazas comerciales, supermercados y tiendas de conveniencia, dejando a su suerte al pequeño comercio.
El resultado ha sido un modelo de exclusión económica y social en el que grandes segmentos de la población no cuentan con los ingresos necesarios para cubrir sus necesidades básicas, generando las condiciones para el surgimiento de problemas sociales como la delincuencia y la inseguridad.
Se trata de la otra Xalapa, donde la imagen urbana es muy distinta a la que se observa en las principales avenidas, e incluso en calles aledañas a éstas, como Betancourt, ubicada a dos cuadras del palacio de gobierno, en pleno centro histórico, han comenzado a aflorar los problemas de inseguridad y asaltos ante la falta de una adecuada estrategia de vigilancia policiaca.
Es tiempo de que el Ayuntamiento de la capital del estado, que por segunda ocasión encabeza un comerciante que no puede decir que ignora la problemática económica y social de la ciudad, deje de aplicar paliativos para maquillar la realidad que viven a diario los pobladores de la otra Xalapa, la que por décadas ha sido víctima de la exclusión social y a la que solo buscan cuando se trata de pedirle el voto.
Cientos de colonias que viven en la marginación y la pobreza siguen esperando de sus autoridades propuestas y acciones de gobierno que ofrezcan soluciones de fondo a sus problemas.
¿Será mucho pedir?
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